Un 'pasmo' en Triana
Es el temple virtud inevitable del buen torear, pero jam¨¢s el pilar b¨¢sico de la tauromaquia. Los c¨¢nones del toreo vienen dictados siglos atr¨¢s en las tauromaquias que inspiraron Pedro Romero, Costillares, Pepe-Hillo, Frascuelo..., los espadas que dieron a este: arte su mayor¨ªa de edad. Transcurre el tiempo, y es con la aparici¨®n de Juan Belmonte cuando comienza a hablarse de temple; antes, si no desconocido, estaba in¨¦dito. Fue para Belmonte un recurso imprescindible para su toreo: quebrar la l¨ªnea de acometida de los toros desplaz¨¢ndolos hacia su cadera. Recurso, por otra parte, nada casual, debido a lo imprescindible que resultaba para dominar a las fieras en campo abierto y sin luz. En ese momento naci¨® lo que fue, desde su inicio, el toreo cl¨¢sico.
Bien distinta es en la actualidad la valoraci¨®n del temple, que es utilizado por muchos matadores como cimiento principal de su toreo y es para los aspirantes a figuras su m¨¢ximo anhelo. Frecuentes resultan los comentarios profesionales alabando el temple tan prodigioso que poseen determinados toreros, y convencen, a cualquiera que se deje, que tan admirables templadores de embestidas son los m¨¢ximos exponentes del toreo verdadero.
Faenas templadas se suceden habitualmente en los ruedos sin lograr levantar de sus asientos a un solo aficionado, por ser ¨¦stas las mismas que exhiben el recorrido paralelo de toro y torero, sin existir el m¨ªnimo atisbo de mando o profundidad que brilla en el m¨¢gico cruce de ambas trayectorias; cualquier parecido que tengan con el toreo que Dios manda es pura coincidencia.
Las faenas de Anto?ete a Cantinero, o la de Paula al sobrero de Mart¨ªnez Benavides, o la de C¨¦sar Rinc¨®n al toro de Moura la pasada Feria de Oto?o no fueron absolutamente templadas (limpias, que dir¨ªan los taurinos); sin embargo, constituyeron tres de los momentos m¨¢s gloriosos en la plaza de Madrid en los ¨²ltimos 15 a?os, pues s¨ª que tuvieron la estricta autenticidad del toreo: parar, mandar, cargar la suerte, sentido de la unidad en su construcci¨®n, torear de frente...
Si se pudiera so?ar la historia y Belmonte resucitara, tendr¨ªa un final igualmente triste al real., al contemplar c¨®mo un recurso para interpretar el toreo que ¨¦l dict¨® le est¨¢ sirviendo a muchos matadores para comprarse cortijos. As¨ª que si Juan levantara la cabeza y presenciara una faena actual de las que valen premios exclamar¨ªa: "?D¨®nde est¨¢ lo dem¨¢s?". Luego echar¨ªa mano de su pistolita y le dar¨ªa un pasmo en Triana.
Juan del Val es periodista.
Babelia
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