Vic, un a?o despu¨¦s de la matanza
La mitad de los afectados por el atentado a la casa cuartel recibe tratamiento psicol¨®gico
Vic no ha olvidado la tarde del 29 de mayo de 1991. La memoria colectiva tiene grabada en la retina las atroces escenas que aturdieron a la poblaci¨®n cuando un atentado de ETA alej¨® de su vivienda por m¨¢s de un a?o a 34 familias y seg¨® la vida de nueve personas, cuatro de ellas ni?as. Aquella tarde de horror est¨¢ a¨²n presente en la vida de quienes vivieron de cerca la matanza causada por los etarras Juan F¨¦lix Erezuma y Joan Carles Monteagudo -muertos dos d¨ªas despu¨¦s en un tiroteo con la Guardia Civil- al deslizar un coche bomba hacia el patio de la casa cuartel, donde jugaban numerosos ni?os. La mitad de los afectados por este atentado recibe todav¨ªa tratamiento psicol¨®gico. Los vecinos recordaron el viernes esa matanza y se concentraron en silencio ante el solar que ocupaba la casa cuartel.
En los servicios de psicolog¨ªa y psiquiatr¨ªa de la cl¨ªnica L'Alian?a de Vic, localidad situada a unos 70 kil¨®metros al norte de Barcelona, se contin¨²a atendiendo a las personas que resultaron afectadas m¨¢s directamente por la explosi¨®n del coche bomba. Los s¨ªntomas m¨¢s generalizados que los m¨¦dicos observan en los pacientes son, adem¨¢s de "una actitud tremenda de miedo y depresi¨®n", un cambio en el equilibrio sociol¨®gico y el recuerdo constante de las im¨¢genes del suceso. Son las im¨¢genes de cualquier atentado vistas en la televisi¨®n las que "me lo retornan todo a la memoria", explica el guardia Jos¨¦ G¨¢lvez Barraga. Estaba en la oficina del cuartel cuando ocurri¨® el atentado, y asegura que no recuerda haber o¨ªdo la explosi¨®n. G¨¢lvez se levant¨® de entre los escombros cubierto de polvo y con m¨²ltiples heridas en el cuerpo. Los lamentos de Isabel Porras, que ten¨ªa nueve a?os, le situaron, explica, "en la triste realidad". La cogi¨® en brazos y sali¨® corriendo buscando una ambulancia. Isabel perdi¨® el pie izquierdo. Su hermana Ana, un a?o mayor que ella, muri¨® en el acto.
Una mirada
En su nuevo piso, emplazado a pocos metros de donde estaba el cuartel -que es hoy un solar propiedad del Estado cuyo destino es una inc¨®gnita-, y con sus muletas, Isabel recibe ahora a menudo la visita de su amigo G¨¢lvez: "Apenas hablamos, s¨®lo con una mirada nos comprendemos", explica el guardia. Teodoro Porras, otro de los guardias civiles que viv¨ªa en el cuartel y que sigue residiendo en Vic, no quiere hablar con los periodistas. Dice que nada se arreglar¨ªa. Se lamenta de que ha pasado un a?o y de que en la Administraci¨®n nadie se ha ocupado de sus problemas. Repite que no quiere decir nada y su amargura refleja desenga?o y una cierta desesperanza. Isabel, su hija, hace una vida casi normal. Va a la escuela con muletas, pero la amputaci¨®n del pie y una operaci¨®n posterior le han causado much¨ªsimas molestias ps¨ªquicas. En casa no se habla del atentado, explica su padre, "pero flota en el ambiente". "En unos minutos", asegura, "me rompieron toda la familia". Cierra sus palabras diciendo que los autores de? atentado tuvieron el castigo que merec¨ªan.
En el edificio n¨²mero 29 del paseo de la Generalitat de la ciudad de Vic, sede de la casa cuartel, viv¨ªan 14 familias de guardias civiles, 13 hombres, 14 mujeres y 22 ni?os. Ahora, al cabo de un a?o, s¨®lo tres de aquellos agentes permanecen en la ciudad. Unos han sido trasladados, otros pidieron cambio de destino y un guardia y su esposa murieron en el atentado.
Pero la explosi¨®n afect¨® tambi¨¦n a otras viviendas colindantes con el cuartel. Frente al cuartel, por el lado de la calle de Andreu Fabr¨¦, un bloque de pisos habitado por 17 familias result¨® seriamente da?ado, y hace solamente unos pocos d¨ªas han comenzado las obras de rehabilitaci¨®n, que est¨¢ previsto que se terminen a principios de 1993. Mientras tanto, los vecinos se lamentan de que habr¨¢n estado casi dos a?os viviendo de prestado y de que adem¨¢s tendr¨¢n que pagar el 10% del coste de la rehabilitaci¨®n, calculado en m¨¢s de 70 millones de pesetas.
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