La ONU y Serbia
JAM?S LA ONU hab¨ªa tomado ante un problema europeo medidas de tanto alcance como las aprobadas el s¨¢bado por el Consejo de Seguridad. Se interrumpen los intercambios comerciales con Serbia y Montenegro, con la excepci¨®n de los env¨ªos humanitarios, que deber¨¢n incrementarse al m¨¢ximo para socorrer a unas poblaciones sometidas a sufrimientos inauditos. Se cortan las relaciones a¨¦reas, y los haberes serbios en el extranjero quedan bloqueados. Al mismo tiempo se niega a la nueva Yugoslavia, constituida por Serbia, y Montenegro, cualquier reconocimiento internacional y se la excluye de las competiciones deportivas internacionales. Todo ello deja, por a?adidura, abierta la, posibilidad del recurso a la fuerza contra el r¨¦gimen de Slobodan Milosevic, como ya se hizo en 1991 contra Irak.Despu¨¦s de los miles de muertos, del mill¨®n y medio de personas expulsadas de sus hogares, de tantas ciudades destruidas, la ONU se ve¨ªa compelida a actuar. ?Es acertado enfocar las sanciones contra Serbia, con el objetivo de obligarle a cambiar de curso en su agresi¨®n contra las vecinas rep¨²blicas un d¨ªa yugoslavas? Sin olvidar que la responsabilidad es compartida por todos los fanatismos desatados en la zona, incluido el de los nacionalistas croatas, no cabe duda de que el Gobierno serbio es el principal culpable de lo que sucede. La condici¨®n para poner fin a los combates es que Belgrado renuncie a su loca pretensi¨®n de conquista para crear la gran Serbia.
Milosevic dice que ¨¦l no es responsable de los actos de los irregulares serbios en Croacia y Bosnia-Herzegovina. Argumento falaz. La verdad es que la utilizaci¨®n de esos irregulares, que siembran el odio y derraman la sangre all¨ª donde conviv¨ªan las nacionalidades que compon¨ªan el conjunto yugoslavo, ha agudizado la crueldad de la guerra. Nadie puede creer que la llamada rep¨²blica serbia de Bosnia-Herzegovina pudiera existir contra la voluntad de Belgrado. Lo que s¨ª empieza a manifestarse -y es un factor que refuerza la oportunidad de las sanciones de la ONU- es cierta contradicci¨®n entre extremistas serbios, deseosos de exterminar a croatas y musulmanes, y la t¨¢ctica de Milosevic, que, una vez ocupados los dos tercios de Bosnia, puede desear un cese de los combates para consolidar sus conquistas.
Pero los irregulares no deciden; la ¨²ltima palabra es de Milosevic, y ¨¦l dispone del poder real. Por eso las sanciones deben enfilarse contra el Gobierno de Belgrado, para obligarle a renunciar a su pol¨ªtica agresiva. En s¨ª, la creaci¨®n de una nueva Yugoslavia -con Serbia y Montenegro federados- puede ser aceptada por la comunidad internacional. Pero a condici¨®n de que respete las fronteras de sus vecinos. En este sentido, parecer¨ªa incluso razonable explorar la viabilidad de la ¨²ltima propuesta serbia: la convocatoria de una conferencia general de los pa¨ªses ex yugoslavos con el objeto de firmar pactos entre ellos que estabilizaran la situaci¨®n en la zona. El hecho de que esa propuesta se formulara en el ¨²ltimo momento para evitar la imposici¨®n de sanciones de la ONU no habr¨ªa de restarle validez, siempre y cuando se viera esa conferencia precedida del reconocimiento expl¨ªcito por Belgrado de la integridad territorial e independencia de sus vecinos, seguido de la retirada serbia de todas las ¨¢reas ocupadas.
Las sanciones de la ONU se producen tras una larga etapa de fracasos de la acci¨®n internacional, sobre todo de la Comunidad Europea (CE), para poner fin a los combates. Al proclamarse independientes Croacia y Eslovenia, la CE vacil¨® entre apoyar la vieja estructura yugoslava o reconocer los nuevos Estados. Cuando opt¨® por esta segunda v¨ªa bajo la presi¨®n alemana, ya se hab¨ªa desatado la guerra en la frontera serbo-croata. Milosevic la inici¨® invocando la vieja legalidad comunista, y la ha continuado en nombre del nacionalismo serbio, alegando la defensa de los derechos de las minor¨ªas serbias en las otras rep¨²blicas. La acci¨®n internacional contra esa din¨¢mica era ya inexcusable.
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