Indur¨¢in super¨® con ¨¦xito el Terminillo
La escuadra azurra comienza a rendir tributo al l¨ªder. La cuenta atr¨¢s puede que se haya interrumpido definitivamente. La ascensi¨®n al Terminillo no alter¨® el mapa del Giro en lo que respecta al liderato pero dej¨® como herencia un parte de bajas que afect¨® a tres de los favoritos, los italianos Chioccioli y Lelli adem¨¢s del venezolano Sierra. Ninguno de ellos vestir¨¢ la maglia rosa. La sorpresa estuvo en el incontinente Chiapucci, que perdi¨® cerca de medio minuto y apenas pudo ser fiel a s¨ª mismo. La mejor noticia para el ciclismo espa?ol es que Indur¨¢in mantiene la maglia sin aparente desgaste.
El estilo del l¨ªder espa?ol provoca un singular espejismo: Indur¨¢in pasea majestuoso mientras a su alrededor los rivales pedalean con dificultad. Esa diferencia est¨¦tica es ya de por s¨ª concluyente. Uno parece que no sube en tanto los dem¨¢s parece que est¨¢n subiendo, de ah¨ª su sufrimiento. Pero el que parece que no sube, sube m¨¢s que los dem¨¢s. Y no sufre; simplemente circula a una velocidad media que nadie es capaz de resistir. El estilo de Indur¨¢in es nuevo a ojos del aficionado espa?ol, habituado a ciertos valores de la raza que desconoce el navarro. La conducta de Indur¨¢in rememora la de un gran campe¨®n que se muestra impasible ante el bullicio que trata de trastornarle y dosifica tanto sus decisiones que las transforma en sentencias inapelables. La larga traves¨ªa del Terminillo se convirti¨® en un compromiso m¨¢s para Indur¨¢in y en una decepci¨®n para sus competidores. El italiano Conti fue el que mejor intent¨® el asalto a la maglia rosa. Sus primeras palabras en la meta resumieron sus personal conclusi¨®n de la jornada, de la que posiblemente no se aparten los dem¨¢s: "Indur¨¢in es demasiado fuerte en la monta?a e imposible en la contrarreloj".Sus rivales no despreciaron la oportunidad a sabiendas de que los d¨¦biles porcentajes de este puerto largo pero bien asfaltado no necesariamente iban a convertirse en un obst¨¢culo para el l¨ªder. Tanto el Gatorade como el Carrera tomaron la iniciativa de la jornada y elevaron la velocidad media del pelot¨®n hasta el punto de que los ciclistas llegaron a la base del ¨²ltimo puerto con media hora de adelanto sobre el horario previsto. Ese esfuerzo extra debi¨® ser indigesto para todos excepto Indur¨¢in, insensible a semejantes alteraciones.
La ascensi¨®n despleg¨® dos historias paralelas. Una retrat¨® el trayecto de Indur¨¢in, escoltado durante los primeros kil¨®rnetros por su compa?ero Philipot y convertido en n¨²cleo de la Jornada en el tramo final. La otra, las dificultades de los restantes favoritos para hacerse con un turno de palabra en la escalada. Las dos historias ten¨ªan un nexo, el puerto del Terminillo. Algunos advert¨ªan que era m¨¢s largo que duro, m¨¢s pesado que dif¨ªcil. Pero era el mismo Terminillo para todos y unos lo necesitaban m¨¢s que otro. Si a Indur¨¢in se lo hubieran quitado del mapa, no habr¨ªa elevado una protesta en toda regla.
La actuaci¨®n de Indur¨¢in termin¨® soslayando a otros posibles protagonistas. Chioccioli fue el primero en desaparecer de la escena, incapacitado para seguir el ritmo del pelot¨®n principal. Por delante iba en solitario el sovi¨¦tico Ugrumov y en medio un trio cuyo m¨¢s destacado componente era Conti, el tercero de la general. Las diferencias no se apartaron nunca del minuto, pero Chioccioli convirti¨® los ¨²ltimos kil¨®metros en una larga despedida al Giro. Daba la impresi¨®n de que Giovanetti, Hamspten, Lelli, Sierra y Chiapucci esperaban su momento, fuera por adivinar qui¨¦n podr¨ªa ser el compa?ero adecuado de viaje, fuera por aguardar que Indur¨¢in mostrara alguna flaqueza.
La insensibilidad del l¨ªder acab¨® con la paciencia de algunos y la fortaleza de otros. Sintom¨¢tico fue que Chiapucci rehusara una n¨ªmina intervenci¨®n; su car¨¢cter nervioso cuadraba muy mal con su marcha aparentemente educada respetando incluso la jerarqu¨ªa del l¨ªder y otorg¨¢ndole la cabeza del grupo. Las ¨²nicas decisiones dignas de menci¨®n correspondieron a Giovanetti, que intent¨® un par de embestidas abortadas instant¨¢neamente por el espa?ol. Todas estas actividades apenas afectaron a Indur¨¢in pero dejaron un balance de v¨ªctimas. A Chioccioli se le sum¨® Lelli, m¨¢s tarde el venezolano Sierra, finalmente Chiapucci.
Los ¨²ltimos kil¨®metros despejaron el panorama. Giovanetti, Hamspten y el colombiano Herrera terminaron por considerar que lo m¨¢s beneficioso para su suerte era acompa?ar a Indur¨¢in hasta la meta. El l¨ªder no pareci¨® molestarse por ello, como pareci¨® no molestarle nada de lo que sucedi¨® ayer. Sin embargo, en su af¨¢n por cumplir su trabajo con pulcritud, no olvid¨® dejar adelante a Conti, que aspiraba a llevarse la etapa y descontar algunos segundos sobre la maglia rosa.
Indur¨¢in aceler¨® el ritmo hasta tomar contacto con el italiano. Unos metros antes de la meta, hab¨ªan quedado disueltos todos cuantos ataques propagaron sus rivales. El colombiano Herrera aprovech¨® el alto al fuego para lanzarse por la victoria de etapa. Indur¨¢in respet¨® generoso sus deseos. Y es que estamos ante un l¨ªder que no genera animadversi¨®n sino respeto, una consideraci¨®n que tiene mayor solidez ante sus colegas.
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