'Morituri'
La prensa diaria nos tiene ya acostumbrados a ofrecer estad¨ªsticas sobre muertes por accidentes de circulaci¨®n, por infartos y, ¨²ltimamente, por el sida. A partir de ahora habr¨¢ que a?adir un nuevo dato: ejecuciones en EE UU.Tras la muerte reciente de R. K. Coleman en la silla el¨¦ctrica, otros 2.578 morituri (los que van a morir) esperan ese momento, para los pr¨®ximos d¨ªas, meses o tal vez a?os. Al parecer, la opini¨®n p¨²blica est¨¢ m¨¢s interesada en el ritual que rodea la ejecuci¨®n de un reo en la silla el¨¦ctrica, en la c¨¢mara de gas o frente a la inyecci¨®n letal que lo que suceda con los millares de muertos ocasionados diariamente por las guerras en el mundo.
Filmaciones, libros y reportajes alimentan esta especie de fiebre necr¨®fila en medio de una sociedad donde la pretendida eficacia de la pena de muerte como castigo ejemplar se desvanece constantemente en el mismo pa¨ªs donde se aplica por los brotes de violencia racial o la matanza colectiva de un maniaco sexual o de un psic¨®pata irrefrenable.
Abolicionistas de la pena m¨¢xima, como san Agust¨ªn, Volta¨ªre, Filangieri, Ellero y otros, condenaron esta pr¨¢ctica como un acto imp¨ªo e inhumano y defendieron la tesis de que s¨®lo el Creador puede disponer de la vida de los hombres.
Afirmaban que la ejecuci¨®n es irreparable, pues, acreditado con posterioridad el error judicial, no admite rectificaci¨®n. Por ¨²ltimo, estaban convencidos de que no resulta pragm¨¢tico como correctivo o como procedimiento intimidatorio.
El componente sustantivo de la doctrina favorable a la pena capital en situaciones excepcionales, defendida por santo Tom¨¢s de Aquino y fray Francisco de Vitoria junto a otros te¨®logos y soci¨®logos, estriba en la necesidad que tiene el Estado de su propia defensa y de la de terceros, teor¨ªa que hoy es rechazada por la mayor¨ªa de, los pa¨ªses.
Un conocido detractor de la pena de muerte, el padre Sarmiento, dec¨ªa: "Por malvado que sea un hombre, ser¨¢ m¨¢s ¨²til para la sociedad vivo que muerto".-
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