Ponce toma el relevo
, El a?o pasado fue C¨¦sar Rinc¨®n, este es Enrique Ponce.
Enrique Ponce ha tomado el relevo en las preferencias del p¨²blico de Madrid, se ha metido en sus corazoncitos sensibles y all¨ª permanecer¨¢ confortablemente hasta cuando quiera. El p¨²blico de, Madrid no tiene man¨ªas y, si las tiene, no rebasan los m¨¢rgenes de cuanto puedan dictar el sentido com¨²n y la decencia. El p¨²blico de Madrid, si es castizo, suele decir aquello de "Yo s¨®lo soy de quien lo hace" y como quien lo hizo en la temporada anterior fue C¨¦sar Rinc¨®n, se proclam¨® rinconista a tope. Este a?o quien lo ha hecho es Enrique Ponce y se proclama poncista para lo que gusten mandar. ?Pasa algo?
La finura, el gusto, la buena t¨¦cnica muletera y capotera son virtudes que posee Enrique Ponce en calidad y cantidad suficientes para dar y regalar, y las derram¨® en la corrida de Beneficencia, con tal derroche, que conmovi¨® a la masa de espectadores sin distinci¨®n de sexo ni estado civil, daba igual si se trataba de ne¨®fitos o aficionados veteranos, gentes de pago o funcionarios de ga?ote, los cuales ocupaban los tendidos mitad por mitad.
Flores / Manzanares, Rinc¨®n, Ponce
Cuatro toros de Samuel Flores (dos fueron rechazados en el reconocimiento) y 2? y 6? de Manuela Agustina L¨®pez Fl¨®res: los seis bien presentados (excepto lo, anovillado), cornalones, encastados; 2? y 5? con genio; resto, nobles. Jos¨¦ Mari Manzanares: media (silencio); estocada corta ladeada, dos descabellos y se acuesta el toro (pitos). C¨¦sar Rinc¨®n: estocada ca¨ªda perdiendo la muleta (algunas palmas); pinchazo hondo tendido ca¨ªdo, rueda de peones, descabello -aviso- y otros cuatro descabellos (algunos pitos). Enrique Ponce: bajonazo descarado (oreja); pinchazo hondo ladeado y rueda de peones (oreja); sali¨® a hombros por la puerta grande. Presenci¨® la corrida el Rey desde el palco real, acompa?ado por su madre, la Condesa de Barcelona, y el Presidente de la Comunidad de Madrid. Plaza de Las Ventas, 11 de junio. Corrida de Beneficencia. Lleno.
Cada vez que Enrique Ponce presentaba el capote y luego se tra¨ªa al toro embebido en el lance a la ver¨®nica, era evidente que aquella forma de torear nada ten¨ªa que ver con el insulso capoteo habitual en los primeros tercios: y cada vez que presentaba la muleta y embarcaba relajado la embestida para ligarla con el siguiente pase sin necesidad de correr ni brincar como asimismo es habitual en los ¨²ltimos tercios, era evidente que estaba recreando el toreo, el de toda la vida, el que desde Pepe-Hillo hasta hace casi nada provoc¨® entusiasmos, consolid¨® aficiones y ennobleci¨® este ins¨®lito ejercicio de jugarse la vida frente a un toro, elev¨¢ndolo a la categor¨ªa de arte.
Ahora bien, redondos, pases de pecho, ayudados, trincherillas y cuantas preciosidades conmovieron al p¨²blico vente?o, las hizo Enrique Ponce con la muleta armada en la derecha, nunca sucinta y suelta en la izquierda, para ejecutar el toreo al natural. Los naturales, ni tocarlos. Sigue sin verse el toreo al natural en Las Ventas y sigue Enrique Ponce sin ofrecer en Madrid una tanda de naturales medianamente reunidos y rematados. S¨®lo a los pases mil se ech¨® la muleta a la izquierda, y para entonces el toro ya le hab¨ªa pedido la muerte. O sea, que llegaba tarde.
Cuando hay un toro bueno en la arena, lo justo, lo equitativo y lo saludable es torearlo al natural, sin demoras ni contemplaciones. Si el toro es malo valen otras licencias, desde luego, y si es peor, s¨¢lvese quien pueda. Mas si es pastue?o -como los que le correspondieron a Ponce- ah¨ª est¨¢ la oportunidad para que el diestro ponga la plaza boca abajo lig¨¢ndole naturales, y despu¨¦s ya vendr¨¢n los derechazos y todo el toreo de, alivio, adorno o recurso, si tiene ese capricho. Pero como Enrique Ponce hizo todo lo contrario y en cada faena dio tres o cuatro pases con la izquierda sin arte ni ajuste (y, adem¨¢s, a su primer toro, lo mat¨® de bajonazo, por cierto), las orejas, el triunf¨®, la salida a hombros por la puerta grande, quedan en entredicho.
Toros pastue?os le correspondieron tambi¨¦n a Manzanares y fue un dispendio pues para lo que se, movi¨® por all¨ª, desordenado y azaroso, lo mismo habr¨ªa dado que le echaran moruchos. Toros nada pastue?os, en cambio, resultaron los de C¨¦sar Rinc¨®n. Toros importantes, de casta agresiva, a los que opuso gran pundonor, sin que por eso consiguiera dominarlos. Qu¨¦ habr¨ªa hecho Rinc¨®n con los nobles toros de sus compa?eros, es cuesti¨®n a dilucidar, pero el p¨²blico no iba a entrar en semejantes averiguaciones. Al p¨²blico le va lo obvio. De manera que sac¨® a C¨¦sar Rinc¨®n de su corazoncito, meti¨® a Enrique Ponce y se hizo poncista a tope para siempre jam¨¢s. Quiere decirse, hasta que llegue otro que caiga m¨¢s en gracia y tome el relevo.
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