La ¨²nica salida posible
Aqu¨ª y ahora, constituye un estado de opini¨®n que el CDS se encuentra en la encrucijada de estos tres caminos: continuismo, relanzamiento y disoluci¨®n. Continuismo, entendiendo por tal que las cosas sigan como est¨¢n, es una opci¨®n descartada por la totalidad de las gentes que forman esta organizaci¨®n. Relanzamiento, es decir, b¨²squeda de nuestra propia identidad y fortalecimiento de los rasgos individualizadores del partido, es prop¨®sito que a casi todos interesa. Disoluci¨®n, o sea, opci¨®n liquidadora por carencia de energ¨ªa y p¨¦rdida de ubicaci¨®n en la sociedad pol¨ªtica es, por ¨²ltimo, el tercero de los caminos que se ofrecen. De antemano digo que ¨¦sta es para m¨ª la no soluci¨®n, la confesi¨®n expl¨ªcita de la incapacidad para encontrar una opci¨®n de futuro.Relanzamiento es para m¨ª la clave. Es evidente que s¨®lo se relanza aquello en lo que se cree. Relanzar implica, por tanto, continuar con nuevos br¨ªos. Dir¨¦ que la continuidad, entendida ahora como voluntad de permanencia, es imprescindible a una organizaci¨®n que quiere seguir, aunque para ello necesite renovarse. La estabilidad del CDS es entonces la primera condici¨®n para plantearse los cambios y adaptaciones a las necesidades del momento que impone el relanzamiento. Ello deriva de dos hechos para m¨ª incuestionables: la continuidad ideol¨®gica b¨¢sica apreciable en el, partido y el firme compromiso, incluso personal, de la inmensa mayor¨ªa de. dirigentes y militantes de proseguir en este esfuerzo.
El CDS es un partido todav¨ªa joven, nacido en 1982, que conserva vigoroso su impulso fundacional: volver a suscitar la ilusi¨®n del pueblo espa?ol ante el futuro que le aguarda. Como toda organizaci¨®n democr¨¢tica, ha pasado por momentos mejores y peores, pero si algo le distingue decisivamente de otros intentos reformistas es su resistencia a ceder, su convicci¨®n en la necesidad del centrismo pol¨ªtico organizado y su decisi¨®n de servir a los ciudadanos por encima de cualquier otra consideraci¨®n.
?C¨®mo explicar si no la superaci¨®n de trances tan dificiles como la dimisi¨®n de su presidente fundador, Adolfo Su¨¢rez, y m¨¢s recientemente,la del anterior secretario general? ?Qui¨¦n no recuerda en qu¨¦ situaci¨®n se encontraba el partido en v¨ªspera de su congreso extraordinario, de septiembre del a?o pasado?, y, sin embargo, nadie baraj¨® seriamente la hip¨®tesis de la disoluci¨®n. Con sensibilidades distintas, con percepciones a veces encontradas, todos coincidimos en la necesidad de seguir, cambiando m¨¦todos y personas, pero manteniendo lo esencial de la idea nutricia: que un partido de centro, ideol¨®gicamente liberal y de esp¨ªritu progresista es necesario y adem¨¢s posible en la Espa?a de hoy.
Continuidad
Admito que las cosas han cambiado desde entonces. Para algunos han empeorado, yo no lo creom¨¢s bien pienso que una cierta incapacidad por nuestra parte ha impedido vencer las barreras de comunicaci¨®n con la sociedad. Por lo dem¨¢s, el panorama pol¨ªtico espa?ol, que aconsejaba hace nueve meses mantener el partido centrista, no permite hoy pensar que ¨¦ste sea superfluo. Las mismas razones que llevaron a las gentes del CDS a apostar entonces por la permanencia abonan hoy la continuidad.
La pol¨ªtica espa?ola discurre por los cauces de la crispaci¨®n en la cumbre y la apat¨ªa en las bases. La incapacidad del mundo oficial por hallar soluciones a los grandes temas del momento, el cada vez m¨¢s corporativista comportamiento de las fuerzas pol¨ªticas, ¨²nicamente preocupadas por dirimir sus controversias, y la aparici¨®n de nuevos y m¨¢s graves casos de corrupci¨®n, est¨¢ ocasionando el alejamiento de la gente de la pol¨ªtica, el descr¨¦dito de los partidos y de sus dirigentes y la abstenci¨®n como colof¨®n en el que finalmente se traducen las actitudes de tibieza y desinter¨¦s.
Abstenci¨®n como actitud de protesta, pero tambi¨¦n de resignaci¨®n de muchos ciudadanos, que de no mediar pronto remedio puede conducimos a la postraci¨®n del principio de soberan¨ªa popular. En tales circunstancias, c¨®mo dudar de un partido centrista. Un partido no comprometido en ning¨²n caso de corrupci¨®n, en ninguna componenda para conservar poder o privilegios, volcado en superar sus problemas internos, que no son graves, pero son ruidosos por el inmoderado af¨¢n de protagonismo de unos pocos y, sobre todo, dedicado a servir a los ciudadanos, presentando Propuestas altemativas y serias, es decir, viables y no puramente demag¨®gicas, a todos los temas importantes de la vida espa?ola.
Para m¨ª est¨¢ claro que ni PSOE ni PP, que presumen de practicar una pol¨ªtica de centro, act¨²an en clave de centro. ?C¨®mo explicar de otra manera su absoluta incapacidad para entenderse? Si el centro ha sido algo hist¨®ricamente en Espa?a, ha sido aproximaci¨®n, encuentro, distensi¨®n, di¨¢logo civilizado y, a la postre, consenso sobre las grandes cuestiones que ata?en a lo esencial del Estado y de la vida de los espa?oles. Mientras la praxis de socialistas y conservadores discurra por derroteros bien distintos: prepotencia, intolerancia y agresividad mutua, el centro como entidad pol¨ªtica independiente tender¨¢ a reforzarse.
As¨ª las cosas, no se trata de seguir porque s¨ª, como acto voluntarista privado de racionalidad. Ni la cultura pol¨ªtica del pa¨ªs, ni la de sus formaciones y hombres permitir¨ªa sostener posiciones cerriles, numantinas o fundamentalistas, han sido llamadas con raz¨®n, basadas en el deseo ciego de mantener algo de por s¨ª desvanecido o fracasado de anticipo. No es eso, sino la persuasi¨®n, fundada en el an¨¢lisis de la realidad, porque la pol¨ªtica es un arte de realidades, de que es necesaria la opci¨®n centrista y de que adem¨¢s de necesaria es factible, habida cuenta de c¨®mo est¨¢n las cosas entre las fuerzas pol¨ªticas mayoritarias. Una vez m¨¢s, se hace verdadero el aserto que afirma que no es de centro el que quiere, sino el que puede.
Los cambios formidables producidos en el este europeo tampoco pueden pasarnos inadvertidos. Las ideolog¨ªas que se consideraron providenciales han sucumbido. La socialdemocracia est¨¢ en crisis, tratando de reajustarse a las nuevas condiciones que imponen el final del ideario socialista-ut¨®pico y la zozobra del Estado de bienestar, seg¨²n lo hemos conocido hasta ahora. La derecha cl¨¢sica es incapaz de articular soluciones ilusionantes, apegada a valores tradicionales, y en medio de todo esto, el centrismo liberal y reformista se afianza como la respuesta id¨®nea a las necesidades del momento. Por eso sostengo que la causa principal de nuestro declinar no es externa, porque externamente est¨¢n dadas las condiciones para que florezca el centrismo.
Opci¨®n necesaria
Si a lo anterior se anade el expl¨ªcito compromiso de la inmensa mayor¨ªa de los dirigentes y militantes del CDS por seguir adelante y trabajar para vencer las dificultades del presente y ofrecer a los espa?oles una respuesta comprometida y seria a sus problemas, no me cabe la menor duda de lo que como responsable del partido tengo que hacer. Por naturaleza, reh¨²yo cualquier forma de providencialismo, no me considero un iluminado ni un ungido por arcanos designios para salvar a nadie. Por eso creo que en esta encrucijada de nuestro partido es obligado seguir el camino que acuerda su due?o y destinatario, las mujeres y hombres del CDS, aunque lo que decidan pueda no coincidir con lo que piensan algunos de sus dirigentes o de sus diputados.
Pues bien, lo que la mayor¨ªa de las gentes centristas quiere, como se vio en el congreso extraordinario, en la asamblea nacional del pasado mes de abril, en la que se decidi¨® mi nombramiento, y en el actuar con decisi¨®n, dentro de la normalidad de sus ¨®rganos directivos, es continuar. Mi responsabilidad ser¨¢ cumplir este expl¨ªcito mandato, proponiendo desde luego cuantas medidas correctoras aconsejen las circunstancias y procurando integrar cada d¨ªa m¨¢s al partido en la sociedad.
El futuro tendr¨¢ la ¨²ltima palabra. Entre tanto hagamos lo posible por construir un ma?ana en el que quepan todas las voces.
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