Los n¨¢ufragos del imperio sovi¨¦tico
30 millones de rusos luchan por encontrar un sitio en el nuevo orden
El destino de las minor¨ªas rusohablantes en las rep¨²blicas perif¨¦ricas de la ex Uni¨®n Sovi¨¦tica ha pasado casi inadvertido en la cumbre entre los presidentes de Rusia y Estados Unidos, Bor¨ªs Yeltsin y George Bush, pese a ser una grave amenaza para el futuro de los Estados postsovi¨¦ticos, como ponen en evidencia los sucesos de Moldavia y Georgia.
Treinta millones de personas, entre rusos ¨¦tnicos y rusohablantes, afrontan hoy una dif¨ªcil integraci¨®n en las rep¨²blicas vecinas de Rusia. Durante d¨¦cadas, han sido la minor¨ªa imperial, los funcionarios, t¨¦cnicos, obreros y militares, mediante los cuales el Estado sovi¨¦tico aseguraba su unidad y su dominio sobre los territorios independizados en 1991.Hoy, estas minor¨ªas son extranjeros y, en muchos casos, est¨¢n en un callej¨®n sin salida, privados tanto de la posibilidad de integrarse en su nueva patria, que les etiqueta como "ocupantes", como de empezar una nueva vida en la Federaci¨®n Rusa, que los recibe como indeseables fugitivos. Los rusohablantes constituyen el 40% de la poblaci¨®n en Kazajst¨¢n y Letonia, y el 30% en Estonia. La rep¨²blica del Transdni¨¦ster, el noreste de Estonia y Osetia del Sur son s¨®lo algunos puntos candentes en una enorme lista de potenciales conflictos. La situaci¨®n no ha hecho m¨¢s que agravarse en todos ellos.
Occidente no percibe el problema como una cuesti¨®n global, sino como una suma de conflictos inter¨¦tnicos entre Rusia y sus vecinos. Al tratar de contribuir a la estabilidad en estos pa¨ªses, los dirigentes occidentales se concentran hoy en la transici¨®n a la econom¨ªa de mercado y el desarme, y omiten el problema de las minor¨ªas que se han quedado sin pa¨ªs sin estar preparadas para ello. El porcentaje de rusohablantes que conoc¨ªan el idioma de las rep¨²blicas donde resid¨ªan oscilaba entre el 1% en Kazajst¨¢n y el 38% en Lituania en 1989, seg¨²n el etn¨®logo Emil Pain, de la Asociaci¨®n de Pol¨ªtica Internacional de Mosc¨².
En la capital rusa hay mucha gente nost¨¢lgica por la p¨¦rdida de otras rep¨²blicas, especialmente Ucrania, dec¨ªa el kremlin¨®logo Dimitri Simes, coincidiendo con la llegada de Yeltsin a Washington. Seg¨²n Simes, no sentir nostalgia ser¨ªa "antinatural", teniendo en cuenta que Ucrania, Bielorrusia, el norte de Kazajst¨¢n y Crimea "eran partes integrales de Rusia".
El grado de integraci¨®n de los rusohablantes var¨ªa de una rep¨²blica a otra. A juzgar por el n¨²mero de matrimonios mixtos y de emigraci¨®n, el m¨ªnimo nivel se da, seg¨²n Pain, en las rep¨²blicas musulmanas, y especialmente en Tayikist¨¢n y Azerbaiy¨¢n, y el m¨¢ximo, en las rep¨²blicas eslavo-ortodoxas, como Ucrania y Bielorrusia.
Falta de valor
La insatisfacci¨®n de las minor¨ªa, rusohablantes conecta hoy con los altos mandos del Ministerio de Defensa de Rusia y con los sectores patri¨®ticos de este pa¨ªs, que abarcan tanto a antiguos comunistas militantes como a pol¨ªticos distinguidos en la democratizaci¨®n del pa¨ªs. "En Rusia nadie tiene hoy el valor de decirles a los rusos de otras rep¨²blicas que viven en Estados extranjeros y que se las arreglen por su cuenta en ellos", afirm¨® recientemente en Washington la diputada del Parlamento ruso Larisa Misushtina.
Bor¨ªs Yeltsin no puede ignorar hoy las presiones de los patriotas rusos. El escritor Alexandr Solzhenitsin, uno de los s¨ªmbolos vivos de este patriotismo, transmiti¨® la semana pasada al presidente su preocupaci¨®n por los rusos que viven fuera de Rusia, y Yeltsin le asegur¨® que los defender¨¢. La direcci¨®n rusa hace equilibrios para simultanear esta responsabilidad y la contenci¨®n en los medios a utilizar. Yeltsin, que tanto ayud¨® a Lituania con su firme apoyo tras la tr¨¢gica intervenci¨®n militar de enero de 1991 en Vilnia, no controla todos los engranajes que pueden ponerle en la v¨ªa seguida por Slobodan Milosevic en Serbia.
La integraci¨®n de los rusohablantes en las rep¨²blicas del B¨¢ltico se ve mermada por las selectivas leyes de ciudadan¨ªa y el predominio de los valores ¨¦tnicos. "En todo el B¨¢ltico, los intereses de las nacionalidades titulares se consideran prioritarios sobre los derechos humanos", dec¨ªa Sergu¨¦i Sirotkin, miembro del Comit¨¦ de Derechos Humanos del Parlamento de Rusia, en un simposio en Washington. Sirotkin aseguraba que "¨¦ste es un s¨ªntoma que caracteriza a cualquier ideolog¨ªa totalitaria".
"El paso de la minor¨ªa imperial a la minor¨ªa normal es muy doloroso y se ve agravado por el aumento del nacionalismo y el cambio de funci¨®n que ¨¦ste ha experimentado", dec¨ªa Emil Pain. Mientras existi¨® el imperio, se?alaba este etn¨®logo, el nacionalismo era un mecanismo de defensa. Al hundirse el imperio, se ha convertido en un instrumento contra quienes lo representaban.
La conexi¨®n entre las minor¨ªas rusas y los pol¨ªticos rusos, como el vicepresidente Alexandr Rutskoi, dificulta la transici¨®n de la minor¨ªa imperial a la minor¨ªa normal. Para transformarse en minor¨ªas normales, los rusohablantes deben cortar amarras con Mosc¨². Esto ser¨ªa m¨¢s f¨¢cil si las instituciones internacionales se responsabilizaran del respeto a los derechos humanos en los nuevos Estados de la Comunidad de Estados Independientes. Esta transferencia de responsabilidades permitir¨ªa a Mosc¨² dedicarse a sus asuntos internos y aislar¨ªa a los sectores imperiales irredentistas. A lo mejor, podr¨ªa prevenir una proliferaci¨®n de conflictos de imprevisibles consecuencias para la humanidad.
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