Una hip¨®tesis y una conjetura acerca de Espa?a
La desaparici¨®n del muro de Berl¨ªn y el desmoronamiento de la URSS han replanteado en Europa el problema de los nacionalismos, afirma el autor. E imagina que se someten a refer¨¦ndum, desde el Bidasoa hasta Las Palmas, las dos siguientes interrogaciones: "?Es usted espa?ol? ?Se siente usted espa?ol?".
Un Fino soci¨®logo de la Alemania de Weimar vio la Europa del siglo XIX como "un polite¨ªsmo de naciones". No erraba con tal hip¨¦rbole. En quiebra el cosmopolitismo de la raz¨®n, tan vigoroso entre los ilustrados dieciochescos, creciente la secularizaci¨®n de aquella sociedad, la nunca extinguida necesidad an¨ªmica de dar sentido ¨²ltimo a la vida condujo a la estimaci¨®n cuasirreligiosa de una serie de ideales: la. justicia social, la libertad pol¨ªtica, el servicio a la patria, la religi¨®n de la ciencia, el arte por el arte, acaso alguno m¨¢s. Sin esa estimaci¨®n no podr¨ªan explicarse adecuadamente los movimientos obreros marxista y, anarquista y, en el estrato burgu¨¦s de los pa¨ªses europeos, la pasi¨®n nacionalista subyacente al nefasto "Dios con nosotros".La contienda de 1914 a 1918, certeramente llamada entonces Guerra Europea, mostr¨® con sangre y ruina no poco de lo que ese "polite¨ªsmo de naciones" pod¨ªa dar de s¨ª, si entre los dioses del Olimpo europeo imperaba la discordia. La conducta b¨¦lica de las socialdernocracias m¨¢s vigorosas de Occidente -la alemana, la francesa, la austriaca, la italiana- demostr¨® hasta qu¨¦ punto segu¨ªa siendo sacral la realidad de la naci¨®n, tal como los europeos la viv¨ªan. Y aunque en la constituci¨®n de los nuevos Estados a que dio lugar el Tratado de Versalles -Checoslovaquia, Yugoslavia- perdurase latente la mentalidad nacionalista, la creaci¨®n de instituciones supranacionales y paraestatales -Sociedad de Naciones, Organizaci¨®n Mundial de la Salud, etc¨¦tera- despert¨® en las mejores almas la ilusi¨®n de haber abolido, en aras de un cosmopolitismo nuevo, el polite¨ªsmo nacional de la Europa decimon¨®nica. Ni siquiera el inmenso desastre de la II Guerra Mundial trajo consigo una reviviscencia del viejo nacionalismo, y as¨ª parec¨ªan demostrarlo la invenci¨®n de la ONU, el hecho pol¨ªtico de las dos superpotencias y la considerable influencia de ¨¦stas sobre los pa¨ªses europeos que una y otra flanqueaban.
As¨ª las cosas, dos sucesos imprevistos, la desaparici¨®n del muro de Berl¨ªn y el desmoronamiento de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, han replanteado en Europa el problema de los nacionalismos. Pa¨ªses centroeuropeos antes sometidos a una soberan¨ªa limitada han recuperado su plena soberan¨ªa. Yugoslavia, el segundo artificio pol¨ªtico de los Balcanes -el Imperio Austro-H¨²ngaro fue el primero- ha saltado en pedazos que ferozmente combaten entre s¨ª. Con ferocidad no menor pelean unos contra otros varios fragmentos de la desmantelada Uni¨®n Sovi¨¦tica, tan s¨®lida, al parecer, hasta hace no m¨¢s de dos a?os. Una y otra vez se: ha hablado -desde las ¨²ltimas elecciones generales del Reino Unido, ya no tanto- del auge del nacionalismo escoc¨¦s... Bajo el fuerte pero complicado esfuerzo unificador de la CE, ?se estar¨¢ gestando una reordenaci¨®n territorial de Europa, basada en esta proliferaci¨®n de los nacionalismos regionales? Quien viva lo ver¨¢.
Realidad presente
Pero preocup¨¢ndome, en tanto que europeo y ciudadano del mundo, c¨®mo no, la suerte de Croacia, Bosnia, Armenia y Georgia, lo que como espa?ol me inquieta es la realidad presente y la posible realidad futura. de este pa¨ªs que muchos seguirnos llamando Espa?a y algunos no. ?Qu¨¦ est¨¢ siendo, qu¨¦ va a ser de nuestra Espa?a, en el fondo la misma a que como hijo increpaba Maragall en su lengua nativa -"Escolta, Espanya, la veu d'un fill"- y la misma, pese a tantas cosas, que movi¨® a Ortega a distinguir entre "la Espa?a oficial" y "la Espa?a vital"? Por encima de su indudable diversidad, ?llegar¨¢ un d¨ªa a ser lo que el mismo Ortega quiso y no logr¨® que fuera, "un sugestivo proyecto de vida en com¨²n"? No lo s¨¦, y en consecuencia no puedo decirlo, ni siquiera aventurarlo. S¨®lo una cosa puedo hacer: enunciar, por lo que valga, c¨®mo yo, uno entre los muchos preocupados por el destino de este pa¨ªs, veo las posibilidades y los riesgos del avance hacia la concreci¨®n del sugestivo proyecto que hace tres cuartos de siglo anhelaba aquel l¨²cido y ambicioso espa?ol.
Partamos de una hip¨®tesis y una conjetura. Imaginemos que se someten a refer¨¦ndum, desde el Bidasoa hasta Las Palmas, las dos siguientes interrogaciones: "?Es usted espa?ol? ?Se siente usted espa?ol?". El resultado de la encuesta s¨®lo conjetural puede ser. Mi conjetura debe ser ordenada en dos asertos: 1. Las respuestas seguir¨ªan una de las cuatro siguientes l¨ªneas. Unos dir¨ªan: "Soy espa?ol y me siento espa?ol; y puesto que a la patria hay que quererla como a la madre, todo lo espa?ol es para m¨ª lo mejor".
Otros matizar¨ªan su respuesta: "Soy espa?ol y me siento espa?ol; pero s¨®lo puedo serlo y sentirlo distinguiendo en lo espa?ol lo que me gusta y lo que no me gusta". Tercera respuesta, tambi¨¦n matizadora: "Soy espa?ol porque as¨ª lo dicen mi partida de nacimiento y mi pasaporte; pero sentirme espa?ol, la verdad, no mucho". Y la cuarta, tan carente de matices como la primera: "Ni soy espa?ol, aunque mi partida de nacimiento lo diga, ni me siento espa?ol". 2. Naturalmente, no puedo prever la proporci¨®n de cada una de esas cuatro l¨ªneas de la respuesta. S¨®lo puedo decir que la cuant¨ªa de las orientadas seg¨²n la primera y las dos ¨²ltimas ser¨ªa muy superior a la que yo deseo. Con esta veros¨ªmil hip¨®tesis como punto de partida expondr¨¦ lealmente mi posici¨®n personal ante el para mi grave, inquietante problema -?para cu¨¢ntos espa?oles ser¨¢ grave e inquietante?- de conquistar, sobre nuestra mal zurcida piel de toro, un proyecto de vida en com¨²n aceptablemente sugestivo. Con un canto en los dientes me dar¨ªa yo si su capacidad de sugesti¨®n no fuese ¨®ptima, no pasase de ser aceptable. Con otras palabras: si los titulares de las tres primeras l¨ªneas de la respuesta a mi imaginado refer¨¦ndum lo encontraran "plausible", como con su fon¨¦tica ampurdanesa dir¨ªa el tan cauto e inteligente zorro Josep Pla. Examinar¨¦ met¨®dicamente -qu¨¦ le vamos a hacer; hombre de m¨¦todo soy, tanto por mi natural como por mi oficio- los presupuestos m¨ªnimos para la viabilidad de tal proyecto y la posible pauta para su llegada a buen fin.
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