Traicionar con la fidelidad
Si el encuentro entre J. Barrie y un ni?o eterno llamado Steven Spielberg era algo decididamente esperable (aunque diera como resultado ese horror que es Hook), no lo es menos el de Gustave Flaubert con Claude Chabrol.Se dir¨ªa que, en la parte m¨¢s personal de su carrera, Chabrol no ha hecho otra cosa que ilustrar lo que antes el normando Flaubert. Es decir, la pesarosa, inc¨®moda, a menudo brutal pero siempre hip¨®crita vida de la Francia de provincias, esa que est¨¢ tan lejos de los fastos parisienses. Pero recu¨¦rdese, igualmente, que el tema del adulterio y de las pasiones desatadas recorre ventralmente la filmograf¨ªa del moralista, ir¨®nico Chabrol, a mentido tan dr¨¢sticamente distanciado de unos personajes a los que observa, juzga y condena. Pero lo que Chabrol alumbra no es una pel¨ªcula, sino dos. La primera, que narra primorosa, elegantemente el comienzo de la relaci¨®n entre el pazguato Charles Bovary y Emma, es un prodigio de saber cinematogr¨¢fico La secuencia del baile, por ejemplo, es un prolijo muestrario de las sensaciones de Emma, de su exitada turbaci¨®n, transmitida por una c¨¢mara no ya atenta, sino ¨ªntima protagonista de la escena. Breve: en la l¨ªnea del mejor Chabrol.
Madame Bovary
Director: Claude Chabrol. Grui¨®n: C. Chabrol, seg¨²n la obra hom¨®nima de Gustave Flaubert. Fotograf¨ªa: Jean Rabier. M¨²sica: Matthieu Chabrol. Producci¨®n: Marin Karmitz para MK2, CED Prod. y FR3 Film Production, Francia, 1991.Int¨¦rpretes: Isabelle Huppert, Jean-Fran?ois Balmer, Christophe Malavoy. Estreno en Madrid: Renoir (Cuatro Caminos).
La segunda pel¨ªcula arranca cuando, ya instalados los Bovary en Yonville, Chabrol se queda solo con su personaje omnipresente. Y aqu¨ª la pel¨ªcula sencillamente se resquebraja. Isabelle Huppert, una de las actrices m¨¢s vocacionalmente dram¨¢ticas del firmamento galo, parece a sus anchas con un personaje al cual intenta dar un aire actual que el realizador le consiente. Sin embargo, es el suyo un trabajo desconcertante, con dram¨¢ticos altibajos. A veces, como en la secuencia en el jard¨ªn cuando est¨¢ especulando sobre lo que le inspira Le¨®n Dupuis, se dir¨ªa casi una caricatura. Otras, como en la secuencia final del suicidio atroz de Emma, parece recuperar la inspiraci¨®n. Pero su aton¨ªa general en la segunda mitad, la falta de garra en unas secuencias amorosas que Chabrol, ins¨®litamente p¨²dico, filma sin efusi¨®n, terminan por lastrar gravemente el filme.
As¨ª, Madame Bovary se que da a medio camino. Funciona como mera ilustraci¨®n de ¨¦poca; naufraga como visi¨®n personal de un referente literario que, con otros nombres y ambientes, Chabrol hab¨ªa filmado antes, y mejor.
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