El hombre de los gritos
Contra las recientes informaciones tranquilizadoras, Pepe Caballero Bonald me lo dijo en su casa d¨ªas atr¨¢s:-Est¨¢ muy malito.
Una vez m¨¢s todos hemos sido objeto de las irrespetuosas enga?ifas con que se procura reducir a la mitad los muertos de una guerra o de tr¨¢fico, s¨®lo que esta vez, con lo de Camar¨®n y su salud, todav¨ªa, se entiende peor esa red de obscenas mentiras, con tal intensidad tramadas que ni una situaci¨®n tan delicada de salud lleg¨® a suger¨ªrsenos a los amigos despu¨¦s de su vuelta de EE UU, donde sin duda le sentenciar¨ªan a sus m¨¢s allegados un regreso pel¨®n de esperanzas; me imagino c¨®mo andar¨¢n en este momento Casi y Paco de Luc¨ªa, as¨ª como una Paca Aguirre, un F¨¦lix Grande e incluso alguna colega no precisamente allegada al mundo flamenco y que incluso me reconviene estarlo -con dulzura, eso s¨ª- por creer, con raz¨®n, que entre los ortodoxos y fornidos cabrones de la presunta seriedad literaria y de las relaciones p¨²blicas no es baza ¨²til la de ser uno tal como es.
Pues con ella, con Carmi?a, y con Paca y F¨¦lix, en la Venta de Vargas de San Fernando y en agosto del 69, logr¨¦ vivir una de las m¨¢s hermosas noches flamencas que vivir pueda cualquier nacido de madre; protagonistas, Manolo Caracol y un Camar¨®n tan chaval que, si malamente no recuerdo, casi lleg¨® el monstruo caracolero a sent¨¢rselo en sus piernas. Camar¨®n predijo aquella noche sus dimensiones cantaoras, inabarcables, ya que el duende, am¨¦n de ser verdad, es inabarcable, y Caracol predijo su cercana muerte en un fandango conmovedoramente aullado a voz mermada. Nos acercamos a la Venta de Vargas desde el C¨¢diz antiguo, donde el homenaje a Peric¨®n y despu¨¦s de un precedente festival flamenco dejamos una l¨¢pida conmemorativa en su casa natal de la calle de la Bendici¨®n de Dios, cerca de esa Alameda rom¨¢ntica y de ese Baluarte de Candelaria por los que C¨¢diz se asoma, todav¨ªa con m¨¢s ganas, a las Indias.
Cuando, hace poquillo, me llam¨® Ortiz Nuevo desde Sevilla para intervenir en la Bienal Flamenca, y en septiembre pr¨®ximo, en un homenaje a Camar¨®n de la Isla, le mand¨¦ enseguida un texto, El hombre de los gritos, que igual servir¨¢ para ese homenaje, ahora m¨¢s indicado y justo de lo mucho que ya lo era.
Camar¨®n, alimento gustoso de viejos y de j¨®venes porque fue, tan cabal, la grapa reluciente que cos¨ªa el ayer, el hoy y el ma?ana flamencos, jam¨¢s perturb¨®, sino que aument¨® con sus renovaciones el viejo pozo de sus herencias jondas, gitanas y gaditanas. En este sentido y en muchos ahora s¨ª que se le va algo gordo a Andaluc¨ªa, ahora s¨ª que la Isla se queda sola, m¨¢s que cuando se le fue aquella Lola de los Machado.
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