El contador de cuentos
Al narrador brit¨¢nico Roberto Louls Stevenson le gustaba que los ind¨ªgenas de Samoa lo llamaran Tusitala, "el contador de cuentos". Al parecer, deslumbraba a su auditorio analfabeto narr¨¢ndole historias, que a menudo no pasaban de la condici¨®n oral. No todos los grandes cuentistas han sido, adem¨¢s, "contadores de cuentos", pero en el R¨ªo de la Plata hay por lo menos dos nombres que podr¨ªan ostentar con honor el membrete de Tusitala. Me refiero al uruguayo Francisco Esp¨ªnola (1901-1973) y al argentino Daniel Moyano, nacido en 1930 y recientemente fallecido en Madrid. Ambos pod¨ªan narrar una y otra vez la misma historia, con infinitas variantes, y mantener siempre fascinados a sus oyentes. No siempre esos relatos pasaban al lenguaje escrito, tal vez porque algunos de ellos, desprovistos del estupendo apoyo oral del narrador, perd¨ªan parte de su eficacia. Moyano, sin embargo, cuando llegaba a publicar lo que hab¨ªa narrado de viva voz, sab¨ªa mantener la capacidad seductora de la historia.Nacido en Buenos Aires, pero afincado desde muy joven primero en C¨®rdoba y luego en La Rioja, Moyano se consider¨® siempre. un escritor de provincia, y all¨ª, hasta que la dictadura lo arranc¨® de cuajo, desenvolvi¨® su vida de m¨²sico y su vocaci¨®n de escritor. Al igual que otros provincianos, como Antonio di Benedetto (Mendoza, 1922) y H¨¦ctor Tiz¨®n (Jujuy, 1929), que tambi¨¦n vivieron un largo exilio en Espa?a, Moyano trajo consigo, adem¨¢s de sus historias, publicadas y a publicar, un estilo de vida modesto, sencillo y de una honestidad cong¨¦nita, algo que en estos tiempos de cultura especulativa puede resultar embarazoso y hasta inaguantable. Tanto en su pa¨ªs como en su exilio, jam¨¢s gast¨® energ¨ªas para encaramarse a pedestales o introducirse en esas pi?as literarias que filtran y deciden.
Quiz¨¢ debido a ese rasgo peculiar, la Espa?a cultural, salvo escasas excepciones, lo ignor¨® ol¨ªmpicamente (fueron necesarios cinco a?os de exilio para que una editorial espa?ola publicara uno de sus libros, la novela El vuelo del tigre), perdi¨¦ndose as¨ª la ocasi¨®n de nutrirse con uno de los m¨¢s notables y originales cultores de una lengua que es de todos.
Para sobrevivir (lleg¨® a Espa?a con su esposa y dos hijos), ejerci¨® de fontanero (un oficio que ya hab¨ªa desempe?ado en La Rioja), construy¨® maquetas para una trasnacional (que acab¨® despidi¨¦ndolo, porque en su primer regreso a Argentina se demor¨® una semana m¨¢s de lo previsto) y, casi obsesivamente, busc¨® tiempo y espacios para ir escribiendo su Libro de nav¨ªos y borrascas, tal vez la mejor novela (y la m¨¢s imaginativa) suscitada por la represi¨®n y el exilio. Tambi¨¦n intent¨®, sin ¨¦xito, apelar a su condici¨®n de m¨²sico. En La Rioja argentina hab¨ªa sido profesor de viol¨ªn y concertista de viola en un cuarteto. La M¨²sica era un atributo familiar. Su abuelo tocaba el acorde¨®n; su padre, la mandolina; su hijo, la guitarra. S¨®lo en los ¨²ltimos tiempos consigui¨® un trabajo que armonizaba con su vocaci¨®n cardinal: la Universidad de Oviedo lo llam¨® para que dictara cursos de narrativa, y estaba tan contento con ese gesto como si le hubieran regalado un Stradivarius.
Ahora, con motivo de su muerte, todas las p¨¢ginas culturales se acordaron de resaltar sus valores, y hasta se ha anunciado la inminente publicaci¨®n de dos libros (una novela breve y un volumen de cuentos), concluidos en los ¨²ltimos meses. Y, por supuesto, se ha destacado que su novela El oscuro obtuvo en 1968 el Premio Primera Plana Suramericana (con un jurado que integraban nada menos que Garc¨ªa M¨¢rquez, Leopoldo Merechal y Roa Bastos) y en 1985 gan¨® el Premio Juan Rulfo con el cuento El halc¨®n verde y la flauta maravillosa. De todos modos, es bien sabido que la muerte de un escritor es un fino detalle que la industria editorial siempre agradece.
Aunque Roa Bastos, en el pr¨®logo de La lombriz (1964), segundo libro de cuentos, se?alara la influencia de Pavese y de Kafka (observable esta ¨²ltima en relatos como Tiermusik y La alegr¨ªa del cazador), buena parte de la cr¨ªtica no vacil¨® en colocarle la etiqueta de "realista" y hasta la de "regionalista provinciano". En todo caso habr¨ªa que aclarar que el suyo es un realismo muy peculiar. "Realismo profundo", lo calific¨® Roa Bastos. La realidad de sus cuentos est¨¢ casi siempre poblada de ni?os y adolescentes. Una realidad, como destacara hace m¨¢s de veinte a?os Ricardo Rey Beckford, en la que "abundan los misterios y los personajes omnipotentes, las maravillas y las desdichas, s¨²bitas e inexplicables". O sea, que la realidad, antes de llegar al texto escrito, es filtrada por el imaginario infantil o la vislumbre adolescente.
Por otra parte, lo cotidiano suele aparecer con un matiz aleg¨®rico. Lo concreto se mezcla con lo abstracto, y los personajes, m¨¢s que seres de carne y hueso, podr¨ªan ser ideas, estados de ¨¢nimo, nostalgias. ("Yo no percibo palabras ya, sino actitudes", dice un personaje de El oscuro, y Sara Bonnardel, en su excelente estudio cr¨ªtico, se?ala que "los referentes extraliterarios est¨¢n siempre disimulados por la alegor¨ªa"). De ah¨ª que la creaci¨®n de una atm¨®sfera narrativa sea tan importante en esos relatos, y a la hora de descubrir influencias, m¨¢s que en Kafka o Pavese, tan reiteradamente mencionados por la cr¨ªtica, haga pensar en los ¨¢mbitos de Chejov, en el poder fabulador de su co¨¦taneo y tambi¨¦n provinciano Haroldo Conti (Chacabuco, 1925), en ciertos matices cortazarianos (entre otras cosas, la Sandra de Libro de nav¨ªos y borrascas es tan "uruguayita" como la Maga de Rayuela) o aun en Garc¨ªa M¨¢rquez (la ascensi¨®n de Nabu, el torturador, en El vuelo del tigre, podr¨ªa ser la ant¨ªtesis de la subida al cielo de Remedios la Bella).
La memoria es elemento fundamental en esta narrativa. "Los recuerdos mismos son una forma de permanencia, vida detenida, no sepultada, que est¨¢ siempre al alcance de la mano, que es siempre una nueva posibilidad de vivir", dice uno de sus personajes. Y Sara Bonnardel, al referirse al cuento Al otro lado de la calle, en el tiempo, anota que "introducir la imaginaci¨®n en la memoria implica modificar la historia vivida".
Hasta 1983, y sin perjuicio de reconocer el buen nivel de sus cuatro primeras novelas (Una luz muy lejana, 1966; El oscuro, 1968; El trino del diablo, 1974; El vuelo del tigre, 1981), Moyano hab¨ªa sido fundamentalmente un cuentista. Algunos de sus relatos, como Los mil d¨ªas, El rescate, La lombriz, La espera y el estuche del cocodrilo (as¨ª como los m¨¢s recientes El halc¨®n verde y la flauta maravillosa y Nostalgia de la historia) son de una calidad s¨®lo comparable a la de algunos maestros de la narraci¨®n breve (Quiroga, Rulfo). No obstante, en 1983, cuando ya hab¨ªa consumido siete a?os de exilio, publica Libro de nav¨ªos y borrascas, y seis a?os m¨¢s tarde, Tres golpes de timbal, dos novelas verdaderamente ejemplares que muestran un singular dominio del instrumental narrativo. Una y otra configuran mundos cerrados y cosmogon¨ªas abiertas. Con su carga de setecientos exiliados, el barco Crist¨®foro Colombo, confinado entre dos inmensidades (oc¨¦ano y firmamento), cumple su derrotero desde la opresi¨®n hasta el exilio; en la otra novela, y a diferencia del barco, Minas Altas no es un refugio circulante, sino un resguardo fijo, inm¨®vil, protegido, hasta donde la historia lo permita, por la monta?a inalcanzable y el infinito.
En ambas novelas (atravesadas, como casi toda la obra de Moyano, por una suerte de fra-
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Viene de la p¨¢gina anteriorseo musical) hay una afanosa, casi angustiosa b¨²squeda de indentidad, pero tambi¨¦n una n¨ªtida defensa de lo aut¨¦ntico, de lo inocente. Refiri¨¦ndose a Libro..., Felipe Navarro dice que "el barco es como un cosmos, tierra fundadora, principio y fin, pero con sus l¨ªmites, como una escritura". El propio Moyano acot¨® que, "efectivamente, ¨¦sa es una estructura de la naturaleza, inmodificable". Y tambi¨¦n que esa novela "es un exilio de voces, de exilios contados por otros". Tanto en Libro ... como en Tres golpes hay un trabajo artesanal con la palabra. El lenguaje innova, define, planea, descubre y se descubre. Hasta en la inaccesible Minas Altas, la poes¨ªa invade el nomencl¨¢tor: F¨¢bulo, C¨¦fira, Emeb¨¦, Jotazeta. Con una perseverancia casi vallejiana, Moyano crea un registro propio de palabras, a la medida de su clarividencia, de su clara evidencia. Inventa un habla que no es jerga ni dialecto, sino una extra?a lozan¨ªa del idioma.
Pocos d¨ªas despu¨¦s de su muerte, Televisi¨®n Espa?ola puso nuevamente en pantalla un programa que hab¨ªa emitido en 1984 y que testimoniaba la experiencia de Daniel, su obligado trasplante, las dificultades de su inserci¨®n, su tes¨®n para construirse un espacio, su regreso a Argentina y su vuelta (ya definitiva) a Espa?a no como exiliado forzoso, sino voluntario. Vi¨¦ndolo asumir con tanto desenfado (¨¦l, que era un t¨ªmido incurable), sin los lloriqueos propios (y prestados) del exilio, el aislamiento y las fatigas, las desventajas de la dignidad, parec¨ªa incre¨ªble que, en un abrir y cerrar (y ya no abrir) de ojos, ese ser entra?able se hubiera convertido en s¨®lo recuerdo, en irremediable punto de referencia de toda una memoria colectiva.
es escritor uruguayo.
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