La l¨ªnea de sombra
Del drama barroco al surrealismo, pasando por el spl¨¦en baudeleriano o la memoria involuntaria de Proust, traza Walter Benjam¨ªn el eje de una historia, recorrida por una penetrante l¨ªnea de sombra, en la que la tensi¨®n del tiempo de la experiencia moderna se expl¨ªcita en la fluctuaci¨®n de las formas de la cultura, registros fieles de una experiencia en cuyo imaginario, dice Benjamin, s¨®lo quedan las huellas de Dios paseando por el Para¨ªso.Es una mirada perdida, nadie sabe s¨ª de esteta fetichista o so?ador, la que recorre esta l¨ªnea de sombra que, desde una iconograf¨ªa imaginaria, atraviesa la experiencia moderna. Ante la mirada benjaminiana, la regi¨®n de la prometida transparencia se ve ahora ensombrecida por el gesto de quien, al internarnos en una suerte de laberinto, nos hace sentir un continuado temblar, una dificultad propia de lo moderno para darse un nombre. Y aventur¨¢ndose a recorrer esta dificultad elige como propias aquellas figuras que hacen m¨¢s expl¨ªcita su intensidad, como son esa pieza para tristes que es el Trauerspiel o drama barroco, la metr¨®poli baudeleriana o esa ¨²ltima instant¨¢nea de la inteligencia europea que es el surrealismo.
Es la aventura de quien piensa que un doble deseo domina la historia de la humanidad: hacer transparente el mundo y pr¨®xima la proustiana promesse de bonheur, esa forma de la felicidad que da motivos a la esperanza y a la acci¨®n, al tiempo que dignifica el mundo. Junto a esta seguridad, otra certeza: ni la transparencia del mundo es algo que acompa?a a la experiencia de la raz¨®n humana, ni la promesa de felicidad deja de ser el horizonte perdido en el que renace el mito. Experiencia y mito se constituyen as¨ª en el eje articulador de la nueva perspectiva cr¨ªtica que anima y orienta el proyecto benjaminiano.
Pensar el mito que habitamos, descubrir sus estrategias narrativas, la l¨®gica de sus formas de representaci¨®n, es el objeto de la cr¨ªtica. Contra toda tentaci¨®n de positivizar los lenguajes art¨ªsticos, las formas del arte aparecen ahora en su m¨¢s radical tensi¨®n: inscritas en aquella experiencia previa que las anima y que debe entenderse como la experiencia de un l¨ªmite, iluminado ahora desde la luz del mito. Desde El origen del drama barroco alem¨¢n hasta los ensayos sobre Proust, Kafka, Baudelaire o Karl Kraus, se desarrolla un detenid¨ªsimo, paciente, microsc¨®pico an¨¢lisis de aquellas formas de la cultura tras las que aletea una especie de historia natural del hombre moderno, cuya dimensi¨®n queda cifrada sea en la alegor¨ªa barroca, sea en la m¨¢gina fantasmagor¨ªa del interieur burgu¨¦s. No se trata de reconstruir una historia, atentos o interesados por poseer su verdad, sino que lo que la cr¨ªtica busca es mostrar aquellos procedimientos que rigen la construcci¨®n de las formas de la experiencia moderna, la historia de su acontecer, entendido, dice Benjamin, en su verse expuesto al tiempo en tanto momento de resoluci¨®n de su destino, destino una y otra vez suspendido.
La lejan¨ªa del Para¨ªso, la imposibilidad del hombre esencial del poder nombrar / conocer el mundo en su sentido m¨¢s fuerte, es decir, en el del nombrar esencial de Dios, centra esa l¨ªnea de fuga por la que discurre toda la concepci¨®n benjaminiana del lenguaje y sobre la que define el programa de su cr¨ªtica de la cultura. Esta se presenta como traves¨ªa, merodeo, Umweg, atento siempre a las huellas, rastros, Spure a los que se refiere en sus Tesis sobre filosof¨ªa de la historia. A la fluctuaci¨®n del sistema de la experiencia le acompa?a la tensi¨®n y variaci¨®n de las formas de la cultura y del arte. A la p¨¦rdida de transparencia del mundo le compa?a el emerger de aquellos procedimientos aleg¨®ricos que deciden la aparici¨®n del nuevo espacio dram¨¢tico que es el Trauerspiel. La felicidad que se le niega al hombre barroco se corresponde con la tristeza, la melancol¨ªa, del alma barroca, perdida en la selva de los nombres, incierta a la hora de decidir un camino, un m¨¦todo para la traves¨ªa del mundo.
Sin embargo, sea cual sea la intensidad con la que una cultura decide: y organiza su voluntad de forma, su Kunstwollen, la verdad se resiste a ser proyectada en el reino del conocimiento. Benjamin insiste una y otra vez en esta frontera del lenguaje. ?ste es s¨®lo cifra del mundo, figura. Tras ¨¦l, sigue abierto el fluir de la vida, ¨¦l orden de las cosas, el silencio o el grito del alma, rostro que, en el tiempo, deviene escritura. Y su sentido remitir¨¢ siempre a aquella conciencia del l¨ªmite, representada en la experiencia de la muerte. No es posible reconstruir el Nombre ni el Para¨ªso, y la tentativa de Proust por hacer revivir la autenticidad de la experiencia en el horizonte de un tiempo imaginario naufraga. S¨®lo desde la renuncia al Para¨ªso cobra fuerza esa nueva figura de la experiencia -la "nueva pobreza", dir¨¢ Benjamin- que permite a Proust romper el cerco m¨¢gico de los nombres, el tiempo lineal y homog¨¦neo que aqu¨¦llos representan. A este discurrir del tiempo, al derivar de la nueva forma de experiencia, le acompa?a la errancia del nombrar, del narrar, desde la provisionalidad rigurosa del tiempo que Benjamin reconoce en las figuras que recorren las p¨¢ginas de Kafka.
"Las alegor¨ªas son en el ¨¢mbito del pensamiento lo que las ruinas son en el ¨¢mbito de las cosas", comenta Benjamin. A la mirada extraviada que recorre el laberinto aleg¨®rico se muestran las huellas-rastro de una experiencia por la que ha pasado la vida, raz¨®n por la que despiertan en nosotros aquella piedad por la que amamos el tiempo pasado. Pero ning¨²n lugar ni tiempo pasado son ya habitables. Y la mera confirmaci¨®n de lo infinitamente igual es ya sabotaje de la idea misma, de felicidad. Queda as¨ª el tiempo de. esa nueva pobreza, cuyo rostro ilumina otra vez, desde el infinito juego de los nombres, el experimento de una finitud que no renuncia a la promesa de felicidad. Aunque, como dir¨¢ Benjamin, los sue?os no deben realizarse.
Francisco Jarauta es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa de la Universidad de Murcia.
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