El ex campe¨®n de Europa de los pesos pesados se arroj¨® desde un d¨¦cimo piso Urtain acaba con su vida acuciado por las deudas y marcado por el alcohol
El ex boxeador Jos¨¦ Manuel Ibar Azpiazu, Urtain, de 49 a?os, acab¨® ayer con su vida arroj¨¢ndose desde la terraza de su domicilio, un d¨¦cimo piso de la madrile?a urbanizaci¨®n Ciudad de los Periodlistas. Eran las diez de la ma?ana cuando el ex campe¨®n de Europa de los pesos pesados y uno de los m¨¢s destacados p¨²giles de los a?os 71) tom¨® esa tr¨¢gica determinaci¨®n. Urtain se hab¨ªa refugiado en el alcohol acuciado por problemas econ¨®micos y afectado por el abandono de su compa?era, Marisa, que hace dos semanas se march¨® de su casa con sus dos hijos: Vanessa, de 14 a?os, y Jos¨¦ Manuel, de 12.
Un vecino declar¨® ser la ¨²ltima persona que vio vivo a Urtain. Eran casi las diez de la ma?ana cuando se encontraron, la hora a la que el ex boxeador regresaba a su casa, a diario, despu¨¦s de salir a pasear alrededor de las siete y media. Urtain conservaba, a pesar del tiempo transcurrido desde su retirada, muchas de sus costumbres como deportista. Madrugaba mucho y dorm¨ªa vanas siestas a lo largo del d¨ªa, pero m¨¢s por la, grandes dosis de alcohol que consum¨ªa que por su actividad.
Hace un a?o comenz¨® el fin de Urtain. Entonces perdi¨® su ¨²ltimo empleo conocido. Y es que era m¨¢s un empleado que un propietario del restaurante Urtain, Comida Vasca. Cecilio y Mar¨ªa Rodr¨ªguez, los due?os, hab¨ªan ido a verle hac¨ªa dos. Necesitaban un reclamo publicitario.
Mar¨ªa le conoc¨ªa de tiempo atr¨¢s, cuando ella trabajaba en el hotel Cuzco y Urtain se hospedaba en ¨¦l. Eran los momentos de gloria de Urtain, campe¨®n de Europa y famoso all¨¢ donde iba. Cuando Mar¨ªa se reencontr¨® con ¨¦l, las cosas eran distintas. Urtain ten¨ªa graves problemas econ¨®micos, aunque se resist¨ªa a reconocerlo, y viv¨ªa con Marisa, una joven madrile?a.
La oferta de Cecilio y Mar¨ªa le lleg¨® como ca¨ªda del cielo. Urtain no puso un duro en la aventura Su nombre fue la aportaci¨®n al negocio, en el que tambi¨¦n entr¨® Marisa. El boxeador iba cada d¨ªa al restaurante, donde recib¨ªa a los clientes, firmaba aut¨®grafos y hablaba sin parar de los viejos tiempos. Mientras tanto, su compa?era ayudaba en la cocina.
La situaci¨®n, para ellos id¨ªlica, dur¨® poco. Urtain no logr¨® apartarse m¨¢s que unas semanas de sus g¨¹isquitos y pronto los clientes se hartaron de soportar el declive de un campe¨®n que cada d¨ªa llegaba sonado al trabajo. Cecilio y Mar¨ªa optaron por proponerle la disoluci¨®n de la sociedad. Marisa fue quien recibi¨® el dinero pactado porque ella era legalmente la copropietaria, ya que Jos¨¦ Manuel no estaba separado m¨¢s que de hecho de su primera mujer, Mar¨ªa Jes¨²s, con la que ten¨ªa tres hijos.
Urtain y Marisa pagaron sus deudas, pero pronto comenzaron a fabricar otras. Ultimamente, Jos¨¦ Manuel le ped¨ªa dinero a todo el mundo. A viejos amigos de la profesi¨®n, a vecinos o a cualquier desconocido con el que trababa una leve relaci¨®n a causa de su fama de anta?o. El alcohol se convirti¨® en su ¨²nica ocupaci¨®n y la bodega Roxi?a en su segundo hogar. All¨ª se le pod¨ªa encontrar a cualquier hora. Su casa le ahogaba. La convivencia con Marisa era dif¨ªcil. Ella le quer¨ªa pero vivir con ¨¦l era cada vez m¨¢s insoportable y los ni?os empezaban a darse cuenta de la situaci¨®n.
Urtain era un fantasma del pasado, la imagen de un boxeador noqueado por el fracaso, alguien que se dej¨® arrastrar por el ¨¦xito y la fama. Por si fuera poco, ten¨ªa problemas de salud. "Algo malo debe de tener", comentaban los vecinos, que ve¨ªan c¨®mo, poco a poco, su imagen corpulenta de chicarr¨®n del Norte se iba empeque?eciendo.
Hace 15 d¨ªas Marisa tom¨® la dr¨¢stica decisi¨®n que ven¨ªa anunciando. Hizo las maletas, cogi¨® a Vanessa y Jos¨¦ Manuel y se fue de casa. "Le quiero, pero no puedo vivir con ¨¦l", le confes¨® a una amiga. Oficialmente, estaban en Galicia, de vacaciones, pero lo cierto es que busc¨® refugio junto a un familiar en Madrid. A nadie le extra?¨® su postura. En el barrio todos conoc¨ªan sus circunstancias.
Ayer, Urtain regres¨® deprimido. Ven¨ªa de su habitual paseo.
Durante dos horas debi¨® de pensar que era mejor arrojar la toalla a morir noqueado en ese largo combate que le estaba tocando vivir. "Hasta luego", le dijo entre dientes al vecino que se encontr¨® en la escalera. Entr¨® en su piso vac¨ªo, del que le iban a echar por falta de pago; abri¨® la ventana de la terraza y salt¨®. La pelea hab¨ªa terminado.
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