Lo que no se tendr¨ªa que hacer
En opini¨®n del autor, el gasto p¨²blico deber¨ªa crecer menos del 8% anual -y dentro de ¨¦ste el gasto corriente menos del 5%-, la presi¨®n fiscal deber¨ªa congelarse, para reducir el d¨¦ficit hasta el 2% en 1997, que es la primera fecha tentativa para la Uni¨®n Econ¨®mica y Monetaria. Tambi¨¦n defiende una tasa de desempleo inferior al 15% y ganancias salariales de dos puntos por a?o.
En la pol¨ªtica econ¨®mica espa?ola, en el proceso social definidor de la acci¨®n p¨²blica sobre nuestra econom¨ªa, cabe acotar tanto lo que no se deber¨ªa hacer ahora, como deslindar lo que habr¨ªa que hacer. Pienso que hay un debate abierto positivo, en parte desde estas mismas columnas, sobre el delicado momento de la conducci¨®n econ¨®mica con vistas a Europa.Sirvan estas modestas advertencias que siguen como ensayo de contribuci¨®n.
1. En contra de lo que empieza a saberse de los Presupuestos Generales del Estado para 1993, el gasto p¨²blico total no debiera crecer en m¨¢s de un 8%, tasa previsible del producto nominal. Quedamos en que la presi¨®n fiscal, con vistas a Maastricht, debiera congelarse. El d¨¦ficit habr¨ªa de corregirse por la contenci¨®n del gasto, con pausa de presi¨®n tributaria.
2. No son buenas ahora las inercias presupuestarias. El consumo p¨²blico ha de revisarse de ra¨ªz (radicalmente). Preserv¨¢ndose la inversi¨®n p¨²blica y su din¨¢mica, hay que obtener econom¨ªas en los gastos corrientes que no debieran crecer m¨¢s de un, pongamos, 5%. Esto afecta tambi¨¦n a las autonom¨ªas.
3. No habr¨ªan de excluirse de este proceso de poda las transferencias sociales que el Gobierno del PSOE ha hecho crecer muy intensamente desde 1984, y que es bueno revisar de tanto en tanto, y ahora toca, en sus reg¨ªmenes generales y en sus aplicaciones espec¨ªficas o concretas (fraude).
4. En cuanto a la correcci¨®n del d¨¦ficit p¨²blico; no hay por qu¨¦ radicalizar las normas de Maastricht: bajarlo del 4,5%-5% del PIB -tendencia actual- al, 2% en 1997 parece plausible y viable (medio punto anual). Para m¨ª, salvo el retoque armonizador del IVA, habr¨ªa de excluirse cualquier otra tentaci¨®n de alza de tarifas tributarias.
5. En la secuencia de replanteamientos como la presente -Narc¨ªs Serra, dixit- no hay que tomar como datos fijos elementos que son, en realidad, variables instrumentales con vistas a observar todo el campo de acci¨®n. Dos ejemplos pueden servir para ilustrar este terreno: el tipo de cambio, que habr¨ªa que conducir hacia abajo, manifiestamente -exportaciones, importaciones y turismo-, y las cuotas empresariales de la Seguridad Social, que alg¨²n d¨ªa habr¨¢ que plantearse como de nivel excesivo. Rep¨¢rese en que, en el primer aspecto, asumimos un valor inferior de la peseta que es a todas luces obvio, y en el segundo, corregir¨ªamos un excesivo impuesto sobre el empleo (el aumento del IVA en 1993 podr¨ªa destinarse a incrementar la contribuci¨®n estatal al sistema de Seguridad Social).
6. No parece ser hora tampoco de plantearse tratamientos sectoriales espec¨ªficos, verticales. Cuando se habla de mejorar el trato a la industria no entiendo nada. Ah¨ª lo ¨²nico que cabe, dentro del mercado integrado, son las acciones horizontales del tipo fomento tecnol¨®gico, formaci¨®n profesional, suministros b¨¢sicos y energ¨¦ticos, fiscalidad en pro de ahorro e inversi¨®n o abaratamiento de los seguros sociales arriba indicados. En otros t¨¦rminos, toca ahora la pol¨ªtica econ¨®mica indirecta, y hemos de rehuir los controles e intervenciones directas, acerca de las que quedan a¨²n muchas tareas de desregulaci¨®n.
7. No habr¨ªa que descuidar, en cambio, las ¨®pticas regionales, desde las autonom¨ªas, previstas en este sentido por la Constituci¨®n, para hacer diagn¨®sticos y tratamientos de los problemas territoriales (por ejemplo, especialmente, para la cornisa cant¨¢brica -sus cuatro piezas-, Extremadura, Arag¨®n y Valencia).
8. Por otra parte, conviene entender que mientras no vuelva a tomar pulso la inversi¨®n -industrial, terciaria y de construcci¨®n-, el consumo, como componente central de la demanda agregada, ha de ser bienvenido y no denostado, desde una cierta cultura hip¨®crita.
9. Mientras tanto, no deber¨ªamos perder los nortes de alcanzar un 75%-78% de utilizaci¨®n de la capacidad productiva, no pasar del 15% de paro (problemas de su estimaci¨®n aparte) y una din¨¢mica salarial de dos puntos de ganancia anual real.
10. Nuestra sociedad est¨¢ lo bastante madura ya como para que las propuestas que se hagan sean evaluadas en su coste y financiaci¨®n. ?Cu¨¢nto cuesta?, ?qui¨¦n va a pagar?, son preguntas asumidas en la calle, en la opini¨®n general. De ah¨ª que no tengan que escamotearse en el proceso de elaboraci¨®n de la pol¨ªtica econ¨®mica.
11. En este mismo sentido, va le la pena que cuando aludamos a cambios estructurales, perfilemos cu¨¢les, su timing, su coste y su financiaci¨®n. Que hemos de actuar sobre nuestras condiciones de oferta, por ejemplo, es obvio, pero c¨®mo.
Ideas e intereses
No es oportuno que extienda la relaci¨®n de restricciones a nuestra acci¨®n p¨²blica sobre la econom¨ªa. Desde luego, los agentes sociales habr¨ªan de impregnarse de un entendimiento de los intereses generales, habr¨ªan de asumir un cierto modelo de funcionamiento plausible y viable de la econom¨ªa, dentro del sistema, lo que parecen haber entendido mejor las plataformas empresariales que las sindicales; para ¨¦stas, la pregunta relevante es, a mi entender: ?pero, realmente, ad¨®nde nos llevan ustedes con sus propuestas?
Vuelvo a concitar el debate de ideas e intereses. Las ideas son del todo necesarias en esta secuencia tan delicada, cuando se acumulan demasiados problemas sobre demasiado poco tiempo (agenda del gobernante, por ejemplo).
es catedr¨¢tico de Pol¨ªtica Econ¨®mica de la Universidad de Barcelona.
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