Vecinos de ayer, verdugos de hoy
Numerosos testimonios coinciden en la descripci¨®n de los campos de la muerte
"LLegaron con un tanque y nos reunieron a todos frente a mi casa. Apartaron a las mujeres y ni?os de los hombres y entre ¨¦stos sacaron al pobre Mustafa Kilic, mi vecino. Ten¨ªa 22 a?os. Le ataron las manos a la espalda, le descalzaron y le pisaron los dedos con las botas. Gritaba y gritaba y nosotros all¨ª, no pod¨ªamos hacer nada. Luego uno de ellos, que conozco de vista, tumb¨® a Mustafa y le cort¨® el cuello con un cuchillo de carnicero. Despu¨¦s nos llevaron a Trno Polje". Muharema Menkovic llora cuando evoca el maldito 15 de junio pasado cuando un grupo de guerrilleros serbios, muchos de ellos vecinos de siempre, los llev¨® a dos campos de internamiento.
A Muharema, que viv¨ªa en Kosarac, al norte de Bosnia, la trasladaron a Trno Polje. Los hombres de la casa -seis entre marido, hermanos y primosfueron deportados a la mina de Omarska. Trno Polje, Omarska, Mahnjaca, Prijedor, son algunos de los campos de internamiento en que las fuerzas serbias mantienen a muchos miles de musulmanes y croatas. Su existencia est¨¢ m¨¢s que confirmada. Decenas de personas, interrogadas por EL PA?S en Bosnia central, han descrito por separado y coincidentemente estos campos y las pr¨¢cticas habituales de las fuerzas serbias en el trato a los prisioneros, incluidos ancianos, mujeres y ni?os.[La existencia de estos campos ha sido confirmada tambi¨¦n por la Santa Sede. El secretario de Estado del Vaticano, cardenal Angelo Sodano, asegur¨® ayer en Castelgandolfo que tiene "noticias m¨¢s que seguras" sobre ellos a trav¨¦s del arzobispado de Zagreb, informa Efe. 'La ONU y Europa tienen el deber y el derecho de injerencia para desarmar a uno que quiere matar. Esto no es favorecer la guerra, sino impedirla", subray¨® el cardenal].
Los campos, -lager, dicen los bosnios, utilizando el t¨¦rmino alem¨¢n, tan macabramente internacional izado- no son campos de extermirtio: de numeros¨ªsimas declaraciones de v¨ªctimas se desprende que las fuerzas serbias no matan m¨¢s dentro de los campos que fuera de ellos. Seg¨²n los ¨²ltimos datos que se barajan podr¨ªa haber hasta 97, con unos 145.000 prisioneros.
[Ayer mismo, la presidencia de la "rep¨²blica serbia de Bosnia-Herzegovina" acept¨® la inspecci¨®n de estos campos por parte de las Naciones Unidas mediante una carta que hizo llegar al Consejo de Seguridad. En la misiva, piden igualmente que sean inspeccionados los campos que pueda haber en zonas croatas y musulmanas de la rep¨²blica, informa Efe. Hasta ayer, la Cruz Roja Internacional no hab¨ªa recibido la autorizaci¨®n de ninguna de las partes en conflicto para acceder a los campos].
Palizas frecuentes
"A la hora de comer, cuando nos sacaban a comer, nos obligaban a correr y muchos viejos se ca¨ªan. En la entrada de la cantina hab¨ªa siempre cinco o seis hombres con palos o pedazos de tuber¨ªa. Muchas veces se ca¨ªa alg¨²n viejo al entrar, y entonces le pegaban. Pero nunca vi m¨¢s de cuatro o cinco muertos que se amontonasen en la hierba. Eso s¨ª, siempre hab¨ªa alguno", dice en Zenica el joven Dzevad Had¨¢c, de 16 a?os, que sali¨® de Ornarska hace apenas 15 d¨ªas. Su padre sigue all¨ª.
"A m¨ª no me maltrataron" dice como disculp¨¢ndose. Pas¨® casi dos meses en la mirra de Omarska, que pasa por ser uno de los mayores campos, con cuatro centros de detenci¨®n. Todav¨ªa no ha salido de la sorpresa que le produjo saber que el jefe del campo era Zeljko Meakic, un serbio de Petrovgaj, muy cerca de su aldea, KevIjani, junto a Kosarac. Todos viv¨ªan all¨ª bien. Antes. "Tomaba caf¨¦ con nosotros".
Dzevad no conoce a Atif Ahmedcehajic, pese a que compartieron varias semanas el garaje de maquinaria de la mina de Omarska. Coinciden en su descripci¨®n de la nave, en que "dorm¨ªamos por turnos ya que est¨¢bamos muchos, muy juntos. Hab¨ªa que pedir ir al ba?o, pero no nos escuchaban. Mientras yo estuve all¨ª, no se llevaron nunca a un grupo entero.
Tampoco se o¨ªan muchos disparos. S¨®lo a veces, al mediod¨ªa y al anochecer. Dos veces nos llamaron para recoger a dos hombres que hab¨ªan muerto de los golpes. Otros murieron despu¨¦s de volver por su propio pie. Se echaban, sangraban mucho y les dol¨ªan los ri?ones, donde les hab¨ªan pegado mucho. Al d¨ªa siguiente estaban muertos".
Todos estos relatos de desventura tienen varios denominadores comunes. Nunca hab¨ªa habido ning¨²n problema en el pueblo. Und¨ªa aparecen varios vecinos armados con otros desconocidos. Re¨²nen a las familias frente a la casas. Algunas veces matan a alguien de inmediato, otras no. Separan a mujeres, ancianos y ni?os de los hombres y j¨®venes. Les quitan anillos y objetos de valor y en ocasiones torturan a un miembro de alguna familia de la que sospechan pueda tener dinero escondido. Los vecinos, con los que hace un a?o compart¨ªan fiestas ortodoxas y musulmanas, se quedan con todos los aperos de labranza. Despu¨¦s, en la regi¨®n de Prijedor y Kosarac, son deportados, hombres a Omarska, mujeres y ni?os a Tmo Polje.
Guerra de pillaje
La guerra de las fuerzas serbias y sus aliados parece ya ante todo una gran operaci¨®n de pillaje. "Un vecino m¨ªo, serbio, parec¨ªa avergonzado cuando se llevaba a su establo mi vaca, mi yegua y mi potro. Yo a¨²n estaba all¨ª aunque vigilado. Me dijo que los cog¨ªa para cuidarlos hasta que yo volviera", dice con una triste sonrisa Hakja Jakupovic. A sus 67 a?os, era feliz con su casita en Babici, un pueblo con s¨®lo tres casas musulmanas. "El 3 de junio llegaron seis vecinos armados. Nos dijeron que nos subi¨¦ramos en el remolque del tractor mis h¨ªjos, mi nieto, mi primo y yo. No nos pegaron. ?Por qu¨¦ iban a hacerlo si obedec¨ªamos?".
A Semira Majdanac, de 21 a?os, una guapa musulmana de ojos azules, la sorprendieron sola en casa. Le dieron unas cerillas y le obligaron a quemar su vivienda. Semira estuvo seis horas prendiendo fuego a todas las casas de los vecinos despu¨¦s de que ardiera la propia. "Me amenazaban con sacarme los ojos y cortarme el cuello. Quem¨¦ tres granjas y siete casas de fin de semana de amigos que viven en Prijedor". Muharema Filovic, de 54 a?os, vio en el campo de Trno Polje como "al menos 50 veces", serbios enmascarados entraban en la sala donde estaba ella y se llevaban "siempre a chicas jovenes. Muchas volv¨ªan con golpes. Las hab¨ªan violado. No pregunt¨¢bamos m¨¢s".
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