La tonta del bote
Sali¨® la tonta del bote. No constituy¨® ninguna novedad porque, en cuesti¨®n de toros, la tonta del bote sale cada tarde por esas ferias. Lo singular fue, sin embargo, que la tonta del bote saliera seis veces. Como no es posible que resucitara cada tonta del bote despu¨¦s de que hubiera doblado por efecto de la estocada, deb¨ªa tratarse de la tonta del bote cl¨®nica.A los toreros que se,encontraron con esas tontas del bote les dio por ponerse finos. En ocasiones se pon¨ªan fin¨ªsimos, aunque tambi¨¦n es verdad que perd¨ªan la medida de la finura y acababan poni¨¦ndose finolis. Todo lo cual acaso sea matizar demasiado pues al p¨²blico le daba lo mismo, y as¨ª hicieran los toreros finezas o vulgaridades con las tontas del bote, prorrump¨ªa en largas y estruendosas ovaciones.
Rodr¨ªguez / Manzanares, Ortega, Ponce
Toros de Dionisio Rodr¨ªguez, escasos de presencia -aunque varios cornalones-, inv¨¢lidos, aborregados. Jos¨¦ Mari Manzanares: pinchazo hondo ca¨ªdo tirando la muleta y descabello (ovaci¨®n y salida al tercio); pinchazo, estocada corta tendida trasera y rueda insistente de peones (silencio). Ortega Cano: pinchazo, estocada y rueda de peones (oreja); estocada ca¨ªda (vuelta). Enrique Ponce: pinchazo, bajonazo y rueda de peones; rebas¨® en dos minutos el tiempo reglamentario sin que hubiera aviso (oreja); pinchazo y estocada (vuelta). Plaza de Vista Alegre, 17 de agosto. Tercera corrida de feria. Tres cuartos de entrada.
Al p¨²blico de toros bilba¨ªno lo que en realidad le gusta es aplaudir. Luego a la feria la llaman del toro -la fama lo dice tambi¨¦n: "Para toros, Bilbao"- y es evidente que se produce aqu¨ª una disociaci¨®n de criterios, dispares puntos de vista, versiones contradictorias. Ahora bien, tras una profunda reflexi¨®n, y teniendo en cuenta tanto la cantidad de ovaciones que el p¨²blico de Bilbao es capaz de generar a lo largo de una corrida, como el n¨²mero de tontas del bote que pueden llegar a salir en s¨®lo una tarde por el chiquero del coso bilbaino, lo correcto es dejar sentadas estas dos premisas: premisa a) Al p¨²blico de Bilbao, eso de aplaudir, le priva; premisa b) Para ver toros, Bilbao, no; mejor una plaza de carros.
Las tontas del bote, en cuanto irrump¨ªan en la parda arena, se derrumbaban de la impresi¨®n. Podr¨ªa ser de su propia debilidad -cong¨¦nita o provocada por artera mano- pero ¨¦se es un secreto de Estado que nadie se atreve a desentra?ar. Los taurinos aseguran que las ca¨ªdas de los toros son un misterio. Puede la t¨¦cnica enviar gente a la luna, puede la ciencia determinar de qu¨¦ muri¨® hace un mill¨®n de a?os el hombre a quien pertenec¨ªan los cuatro huesos aparecidos en el fondo de una cueva, y en cambio ni ciencia ni t¨¦cnica son capaces de averiguar por qu¨¦ se caen los toros de lidia.
?ste es otro misterio, no cabe duda. De manera que las ca¨ªdas de los toros de lidia comportan dos misterios. Un tercer misterio es saber por qu¨¦ cuando aparece en el redondel el toro que es la tonta del bote, y carece de trap¨ªo, y no tiene fuerza para decir ni rn¨², los toreros se ponen finos, de acuerdo, pero no lo torean.
El fino torero de Cartagena (vale variar a San Sebasti¨¢n de los Reyes, donde mora), Ortega Cano, se tom¨® buen n¨²mero de precauciones para comprobar la nobleza absoluta de sus dos toros y, obtenidas las oportunas garant¨ªas, se puso a pegarles pases con almibarada compostura. Hubo algunos de buen corte, mas el empalagoso diestro no se cruzaba con los toritos tontitos, eso no, nunca jam¨¢s.
El fino torero de Chiva (vale decir de los campos jiennenses, donde se recri¨®), Enrique Ponce, exornaba sus pases con primorosa est¨¦tica, mejor aquellos que di¨® con la derecha que con la izquierda, pero. renunciaba a ligarlos y correteaba por la arena al estilo gorrioncillo, una carrerita para ac¨¢, otra para all¨¢; el caso era evitar a toda costa la cercan¨ªa del toro en cuanto volv¨ªa de la suerte, pues ni las tontas del bote son de fiar en estas inquietantes circunstancias.
El fino torero alicantino (de Alicante, cabal), Jos¨¦ Mar¨ªa Manzanares, se tomaba unas ventajas que llegaron a ser escandalosas, siempre lejos de la frontal de los torillos, encorvado, el pico puesto descaradamente en el pit¨®n contrarlo, venga el zapatillazo, y en cuanto hab¨ªa pasado la cara del toro, entonces s¨ª, adoptaba los aires de don Juan Belmonte en tarde maestrante de inspiraci¨®n trianera.
Y el p¨²blico romp¨ªa a aplaudir, y los toros se mor¨ªan de puro tontos, y hubo dos orejas, y si se echan cuentas, faltaron 10 para las 12 totales, lo cual constituye, en el fondo, un absoluto fracaso. Mal asunto, echar cuentas: a veces las matem¨¢ticas dan estos disgustos.
Babelia
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