Rusia perpleja
En el aniversario del golpe de Estado frustrado que se sald¨® con la irresistible subida al poder de Bor¨ªs Yeltsin, Rusia est¨¢ todav¨ªa m¨¢s perpleja y desencantada que hace un a?o. La oposici¨®n de entonces, agrupada en Rusia Democr¨¢tica, pretend¨ªa que exist¨ªa un proyecto de reforma radical que Gorbachov no quer¨ªa realizar a causa de su apego al socialismo. Seg¨²n dicho proyecto, hab¨ªa que dar un salto por encima del abismo, transformar al pa¨ªs en una sociedad normal, capitalista y pr¨®spera. Yeltsin, una vez en el poder, confi¨® al joven economista Yegor Gaidar la tarea de pilotar ese gran salto. En enero pidi¨® "I¨¢grimas y sangre" a la poblaci¨®n, pero prometiendo que en el oto?o la situaci¨®n se habr¨ªa estabilizado y comenzar¨ªa la mejora. Pero el salto ha fracasado mucho antes de esa fecha y el pa¨ªs se encuentra en el abismo de la inflaci¨®n y de las muy amenazadoras crisis de energ¨ªa y de cereales. Obligado a tapar agujeros para evitar lo peor, Yeltsin no deja de llamar a la cabecera de la econom¨ªa enferma a ministros y grandes expertos del anterior r¨¦gimen. Ha confiado las carteras clave a hombres como Vasili Bartchuk, genio presupuestario del anterior Gobierno; a V¨ªktor Gerachtchenko, maestro del antiguo sistema bancario, totalmente sovi¨¦tico; al antiguo ministro del Gas Chedromydrin, promovido al rango de viceprimer ministro, y la lista no termina aqu¨ª. De pronto, ya no se trata de la convertibilidad del rublo, y las deudas de las grandes empresas o de los koljoses se han anulado. Gaidar sigue en su sitio para tranquilizar a Occidente, pero ya no queda gran cosa de su terapia de choque. Se habla de ella como de una locura, y el pragm¨¢tico Yeltsin ya no la defiende. Todo el mundo se afana en salvar los muebles, en impedir que los aviones y las m¨¢quinas agr¨ªcolas se paren por falta de combustible, que los campesinos escondan su trigo y, sobre todo, que el pueblo, tan duramente golpeado, se rebele. Por una vez, los dem¨®cratas no protestan por los nuevos nombramientos, no hablan de la "revancha de la vieja guardia", porque hasta ellos se dan cuenta de que sus sue?os se han convertido en una pesadilla.Efectivamente, la antigua URSS no es Polonia, donde la terapia de choque ha causado muchos estragos, pero no ha desintegrado el pa¨ªs. La URSS fue el pa¨ªs m¨¢s extenso del mundo; una sexta parte de su superficie terrestre, e incluso Rusia sola, sin las dem¨¢s rep¨²blicas, es un continente con seis husos horarios diferentes. Al querer agilizar por decreto una econom¨ªa de esa envergadura, desmembrada por un inmenso territorio, no se ha hecho m¨¢s que alimentar las fuerzas centr¨ªfugas y obligar a que cada uno se defienda por sus propios medios. F¨¢bricas gigantescas que se han visto de golpe privadas de subvenciones, e incluso de los rublos necesarios para pagar los salarios, han empezado a acu?ar su propia moneda. Los trabajadores de los sectores fuertes, con el minero y el petrolero a la cabeza, consegu¨ªan un aumento salarial del 1.000% en las mism¨ªsimas narices de la pol¨ªtica de austeridad de Gaidar. Guennadi B¨²rbulis, brazo derecho de Yeltsin y antiguo profesor del comunismo cient¨ªfico, fue a la televisi¨®n a explicar c¨®mo se ha vuelto anticomunista a la edad de 45 a?os y por qu¨¦ ha aceptado las reivindicaciones de los mineros que antes no aprobaba. Sus contorsiones dial¨¦cticas, bastante irrisorias para los intelectuales, convencieron a buen n¨²mero de obreros de que "esa gente dice cualquier cosa con tal de conservar su puesto, pero tiene mucho miedo de nosotros, de nuestra fuerza". El poder, en Rusia, no s¨®lo ha dejado de ser temido, sino tambi¨¦n de ser respetado.
El af¨¢n por conseguir la ayuda occidental ha complicado todav¨ªa m¨¢s la reforma, contribuyendo a su fracaso. Yeltsin ha firmado a la ligera con los norteamericanos un acuerdo de desarme que acabar¨¢ privando a Rusia de lo mejor de su fuerza de ataque, sin que EE UU se vea obligado a una reducci¨®n equivalente. Y es que necesita cr¨¦ditos, esos que siempre se prometen, pero que no llegan m¨¢s que con cuentagotas. ?Cu¨¢ntas veces habr¨¢ anunciado a la prensa occidental en grandes titulares que estaba en marcha un Plan Marshall para Rusia, por el que recibir¨ªa 24.000 millones de d¨®lares, de los cuales 6.000 millones estar¨ªan destinados a estabilizar el rublo? Contando con este fondo, el Banco Nacional de Rusia lanz¨® al mercado m¨¢s de 100 millones de d¨®lares para proteger la cotizaci¨®n fija de su moneda. Pero estos billetes verdes fueron r¨¢pidamente acaparados por los especuladores, que comprendieron enseguida que esta operaci¨®n carec¨ªa de futuro y que el rublo continuar¨¢ devalu¨¢ndose. No invierten su bot¨ªn en Rusia, sino en los para¨ªsos fiscales de las Bahamas. Todo esto ha salido a la luz p¨²blica gracias a la prensa, que est¨¢ a favor de la reforma, pero que para sobrevivir necesita denunciar los esc¨¢ndalos que impresionan. a la gente. Y gracias a esto acaba de saberse que en ese pa¨ªs, en lugar de fabricar moneda falsa, basta con hacerse con formularios de orden de pago y rellenarlos de una manera cre¨ªble (citando tal o cual empresa) para ingresar en los bancos miles de millones de rublos. En ese pa¨ªs se hacen siempre gran n¨²mero de operaciones al contado como para facilitar el fraude. Incluso para abastecerse de combustible en los aeropuertos de tr¨¢nsito, los aviones deben pagar en met¨¢lico, y los pasajeros esperan horas mientras se cuenta el dinero. Es insoportable, peor que en el pasado, y la gente rumorea que todo el mal se deriva de que "Yeltsin acata ¨®rdenes de EE UU", o Gaidar quiere complacer al FMI y vender un d¨ªa nuestras f¨¢bricas en rebajas".
Es cierto que los consejeros del FMI no comprenden nada de la econom¨ªa de tipo sovi¨¦tico y que sus f¨®rmulas presupuestarias dif¨ªcilmente resultan aplicables. Pero no fueron ellos los que aconsejaron a Gaidar que redujera la emisi¨®n del rublo, y as¨ª provocar la escasez de liquidez y los retrasos en el pago de los salarios. Este absurdo es el fruto de la incuria y de la inexperiencia de los j¨®venes lobos del primer periodo de la reforma, que son sustituidos ahora para limitar el da?o. Pero Bor¨ªs Nemtson, l¨ªder de la regi¨®n de Nijni-Novgorod, ha presentado una denuncia ante el Tribunal Constitucional exigiendo al Gobierno da?os y perjuicios por los retrasos en el pago de los salarios.
En la ¨²ltima reuni¨®n del Consejo Presidencial, compuesto principalmente por intelectuales, Yeltsin plante¨® una cuesti¨®n inesperada: "?Ad¨®nde se dirige Rusia?". Ni siquiera ¨¦l, presidente que habla y promete con gran seguridad, parece saber ya cu¨¢l es el camino a seguir. Las respuestas no fueron tranquilizadoras. Del caos de este a?o no surge una sola Rusia, sino varias. En Jabarovsk, en Siberia oriental, se han puesto en contacto con los norteamericanos de Alaska y se ha establecido un v¨ªnculo a¨¦reo directo con ellos; en Sajalin, el muy ambicioso gobernador Fadorov construye su Rep¨²blica Rusa de Extremo Oriente y tiene pensado incluso incorporarla a la ONU; en los Urales, la mayor¨ªa de las cosas se hacen sin consultar a Mosc¨²; en el Volga, Nemtsov e lavIinski hacen lo que quieren, y la lista no se acaba ah¨ª. Algunos sostienen que no hay nada de malo en que nazcan todas estas Rusias y que alg¨²n d¨ªa puedan confederarse. Pero ¨¦sta no es la respuesta que esperaba Yeltsin; no quiere que su poder se reduzca a Moscovia. El mundo exterior tambi¨¦n prefiere tratar con un gran pa¨ªs en lugar de con muchos peque?os e imprevisibles. Pero ?c¨®mo invertir la tendencia? El m¨¦todo de esperar y ver qu¨¦ pasa, tapando aqu¨ª y all¨¢ los agujeros, no augura grandes resultados. Los discursos, tan frecuentes en Mosc¨², acerca del Estado fuerte carecen de sentido, porque nadie desea -ni es posible- el retroceso hacia una dictadura y una centralizaci¨®n del poder. Los m¨¦todos econ¨®micos, el restablecimiento de una verdadera moneda y una pol¨ªtica crediticia cre¨ªble son los que permitir¨ªan probablemente reparar los estragos causados por la terapia de choque. No ser¨¢ f¨¢cil, pero en Mosc¨² ya se habla abiertamente de esta racionalizaci¨®n econ¨®mica. Yeltsin, a juzgar por lo que dicen sus colaboradores, no desconf¨ªa ya de quienes defienden una mayor integraci¨®n y un nuevo tipo de planificaci¨®n de la econom¨ªa. Hasta hace nada los consideraba sospechosos de conservadurismo, pero, tras el desafortunado salto al abismo de la reforma radical, es con ellos con quien cuenta para levantarse, si esto es posible.
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