Plaza mayor

Al presidente del Gobierno no le parece bien -seg¨²n dijo- que se someta a refer¨¦ndum el cambio de nombre de la plaza mayor de Chinch¨®n. Se debi¨® tratar de un lapsus (lo que se someti¨® a consulta en Chinch¨®n fue el color en que deb¨ªa pintarse la plaza), pero no cabe duda de que estas cuestiones le parecen al presidente irrelevantes.Pocas cosas habr¨¢ de tanta trascendencia, sin embargo, como el cambio de nombre o de color de una calle o de una plaza. Calles y plazas les sirven a determinados jerarcas para intentar que se perpet¨²e su memoria hasta la consumaci¨®n de los siglos. Y pues est¨¢n convencidos de que han nacido para ser fundidos en bronce, ordenan asimismo que les erijan estatuas.

Hubo en este pa¨ªs quien ejerci¨® el poder absoluto y puso su nombre a calles, plazas, pueblos enteros. Naturalmente, en cuanto muri¨®, se cambiaron esos nombres, que carec¨ªan de arraigo, al no haber tenido jam¨¢s la conformidad de los ciudadanos. En Valencia, hace a?os, a la avenida del Puerto la denominaron avenida del Doncel Luis Felipe Garc¨ªa Sanchiz, pero los valencianos siguieron llam¨¢ndola avenida del Puerto, seg¨²n les dictaba el sentido com¨²n. Ocurri¨® en Madrid con la Gran V¨ªa, que siempre fue Gran V¨ªa, aunque la rotularan avenida de Jos¨¦ Antonio.

Manejar a su libre albedr¨ªo los pueblos y las instituciones constituye la gran pasi¨®n de muchos que ejercen el poder. Esta tropel¨ªa, habitual en los reg¨ªmenes totalitarios, es impensable en democracia, donde la jerarqu¨ªa no puede tomar decisiones que afecten seriamente a la colectividad sin someterlas a refer¨¦ndum.

"Nunca se dio el caso de preguntar a la gente si quer¨ªa ser consultada y que respondiera no", a?adi¨® el presidente. Y es verdad. El presidente conoce bien cu¨¢les son los derechos de los ciudadanos.