Tres producciones espa?olas arrancan ovaciones
Tres producciones espa?olas, de Patricio Guzm¨¢n, Carlos Saura y Mare Rocha, se pasaron fuera del concurso y cada una a su manera arrancaron vivos aplausos de la gente -poca- que acudi¨® a verlas. Son tres obras muy distintas y ricas, tres formas de hacer cine que poco tienen que ver entre s¨ª, pero que se complementan y que, si los buenos augurios sobre el filme de Bigas Luna a concurso -Jam¨®n, jam¨®n, que se exhibir¨¢ el viernes- se confirma, pueden crear una excelente imagen de lo que nuestros cineastas hacen y, sobre todo, pueden hacer en medio del p¨¢ramo que hoy es la cinematograf¨ªa espa?ola, amenazada de extinci¨®n por la terca resistencia del Gobierno a asumir como propias sus graves dificultades.
Patricio Guzm¨¢n es un cineasta chileno muy pr¨®ximo al cine espa?ol. Dedicado fundamental mente al cine de lucha durante la dictadura de Pinochet, Guzm¨¢n insiste ahora, con producci¨®n de TVE, en la misma l¨ªnea instruida en su magnifica La batalla de Chile, s¨®lo que con mayor ambici¨®n, pues ensancha su averiguaci¨®n a todo el continente americano, desde los a?os genocidas de la con quista y la colonizaci¨®n, hasta ahora mismo, donde la pulsi¨®n genocida persiste, y agudizada, con otras armas pol¨ªticas y militares. Desde Hern¨¢n Cort¨¦s a la Teolog¨ªa de la Liberaci¨®n, los hilos b¨¢sicos de esta inabarcable tragedia hist¨®rica est¨¢n en La cruz del sur. Un inteligente, libre y hermoso trabajo de cine de combate.Sevillanas es un precioso mediometraje de Carlos Saura. Dura aproximadamente una hora, pero podr¨ªa duplicar su duraci¨®n y sostenerse en una gran batalla con igualfacilidad con que lo hizo ayer en la Sala Perla del Lido veneciano. Sobria, elegante y emotiva exposici¨®n de las variantes de esta forma de baile y de cante -en realidad expresi¨®n de una forma de vida- que son las sevillanas. Sevillanas de ayer, sevillanas de hoy, sevillanas, rocieras, b¨ªblicas, corraleras, cl¨¢sicas, flamencas: una serie de configuraciones de la alegr¨ªa que, vistas por Saura, contagian al espectador y, con esa alta elaboraci¨®n que requiere la sencillez en el cine, lo emocionan.
Pero lo m¨¢s interesante de esta aportaci¨®n extraoficial del cine espa?ol se lo debemos a un joven, casi un muchacho, catal¨¢n llamado Marc Rocha. Tiene 21 a?os y todav¨ªa est¨¢ en mantillas en el complicado oficio cinematogr¨¢fico. No importa. Hay aprendices de cine a los que uno siente la tentaci¨®n de pedirles que se dediquen a otra cosa y que no dilapiden su juventud en un empe?o in¨²til. A Marc Rocha hay que pedirle lo contrario: que la dilapide, porque lleva el cine dentro de la sangre y es capaz de extraer zumo cinematogr¨¢fico de una piedra. Su mediometraje. El cielo sube es torpe, balbuciente, inacabado, deshilachado, imperfecto. Pero es un experimento apasionante, que deja ver dentro la mirada de un cineasta originalisimo y con una tremenda capacidad de s¨ªntesis. El milagro de un muchacho aprendiz de cine que no se ya por las ramas, sino que apunta con su c¨¢mara a la m¨¦dula de las cosas.
La obrita est¨¢ a su vez basada en la lectura de otra obrita, pura literatura y ¨¦sta s¨ª perfecta, insuperable: un trozo de escritura genial de Eugenio d'Ors titulado Oceanografia del tedio. O¨ªrlo dicho por Luis Porcar es literalmente glorioso. Pues bien, la c¨¢mara de Rocha dialoga de t¨² a t¨² con la portentosa palabra de D'Ors y no hay quiebra entre una y otra.
Mientras tanto, el concurso cay¨® ayer, como el d¨ªa anterior, en una zona plana, ni buena ni mala. Comenz¨® la cosa con Ver¨®nica y yo, una pel¨ªcula independiente estadounidense, muy bien interpretada y con direcci¨®n solvente de Don Scardino. Es una obra com¨²n, correcta, emotiva, con posible buen resultado comercial. Pero esto no basta para merecer estar aqu¨ª. Carece de ese punto de riesgo que uno pide a todo lo que contempla en la Mostra.
Y riesgo tiene la segunda pel¨ªcula: Acl¨¢, dirigida por el italiano Aurelio Grimaldo, que se zambulle en una violent¨ªsima historia en la que representa la absoluta miseria de los mineros de sulfuro, en la Italia meridional de mediados de siglo. Est¨¦tica del miserabilismo, pero con un toque de cart¨®n piedra que la hace poco cre¨ªble.
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