El desamor
En los ¨²ltimos tiempos es muy frecuente la ruptura de parejas que cre¨ªamos s¨®lidamente unidas. Los psic¨®logos llaman a este desamor una grave epidemia ps¨ªquica que se extiende progresivamente en la sociedad contempor¨¢nea. Movido por la curiosidad me atrev¨ª a preguntar a algunos protagonistas la causa de tan singular fen¨®meno, y las respuestas han sido muy semejantes: hast¨ªo de una relaci¨®n que genera indiferencia, cansancio de la monoton¨ªa cotidiana, h¨¢bitos corrompidos, apat¨ªa sexual llevan al deterioro de los v¨ªnculos amorosos que un¨ªan a dos seres. "Romp¨ª unas ataduras que me oprim¨ªan, y ahora respiro libremente", me dec¨ªa un amigo, con profundo regocijo.?Cu¨¢l es la causa de tantas s¨²bitas e inesperadas separaciones amorosas? Sin duda, la incapacidad de mantener el amor vivo y tenso hace que pronto amanece para los amantes las Sombras de un atardecer afectivo, la agon¨ªa sentimental. El agotamiento del amor puede causarlo el estado de aislamiento a que obliga una sociedad atomizada, egoc¨¦ntrica. Sin embargo, la soledad Contribuye eficazmente al desarrollo y ahondamiento de los sentimientos y de los afectos. Tambi¨¦n puede ser motivo la dedicaci¨®n intensa a la actividad profesional, con olvido completo de la propia realidad subjetiva, porque un trabajo competitivo, ¨¢spero, ambicioso, acent¨²a el combate entre los individuos, originando lo que Hegel denomina "animales intelectuales", es decir, los especialistas, los profesores, los artistas que se entregan a su tarea como un valor absoluto. Esta alienaci¨®n objetiva, seg¨²n los soci¨®logos americanos, es el origen de la p¨¦rdida de sensibilidad er¨®tica que observan en el ejecutivo meditabundo que renuncia a su vida subjetiva. Es el mismo mal que denunci¨® Max Scheler en los alemanes: un excesivo amor al trabajo mec¨¢nico y despiadado sin finalidad trascendente ahoga en el hombre sus otras m¨²ltiples posibilidades. As¨ª, parad¨®jicamente, el desamor nace del amor mismo. En otras palabras, de la potencialidad amorosa surge ese agotamiento prematuro de los amores, ya que a la conciencia de s¨ª s¨®lo se llega por otro ser singular, pero diferente extra?o, ajeno. Entonces brota esa sed de amor que acongojaba a los rom¨¢nticos alemanes, su proyecci¨®n continua, o sea, una tensi¨®n infinita hacia el Otro: "Sie soll nie ruhen" (O. Walzel). El amor no puede descansar nunca en s¨ª mismo. Por esta raz¨®n, el que busca desesperadamente el amor goza de una potencialidad amorosa segura, firme y no se agota f¨¢cil o inmediatamente. Este fuego ¨ªntimo, que Hegel denominaba, "Lust", es el deseo que origina los deseos del amor, sin satisfacerse nunca porque aspira a encontrar el Absoluto, objetivo de todo sentimiento amoroso. De aqu¨ª proviene la posibilidad del Yo, empe?ado en realizarse a trav¨¦s del amor, de no fatigarse, de renovar el amor sin agotar jam¨¢s su esencia incorruptible; o, si por dificultades extr¨ªnsecas llega al hartazgo, vivir nuevos amores. Es la ley del coraz¨®n, que se cumple en la insatisfacci¨®n permanente, en la supresi¨®n de la singularidad propia para alcanzar el sentimiento amoroso absoluto. Esta inquietud din¨¢mica, real y afectiva del amor nos salva del desamor, de esas. bruscas e irracionales rupturas amorosas que nacen del vac¨ªo interior, de la pobreza de contenidos ¨ªntimos, de la ausencia de una presencia consciente de la realidad de la persona amada.-
El desamor nace tambi¨¦n de la armon¨ªa, es decir, de esa unidad en la que "s¨®lo hay Uno que se pertenece a s¨ª mismo" (G¨¹nderrode), de la calma estable de los amantes, de la quietud gozosa ¨ªntima, como los interiores de un cuadro de Van der Mieris o Vermeer de Delft. Esta ilusi¨®n de totalidad amorosa crea un tedio sopor¨ªfero al experimentar igualdad de sentires. Naturalmente que se puede evitar la ruptura si el amante que domina el todo de la relaci¨®n amorosa renuncia a imponer su voluntad inm¨®vil, y se restablece el ansia de amor originario, que renueva los deseos del deseo en el amor inerte y estancado. La estabilidad amorosa, bien sea armonioso-tediosa o caprichoso-novedosa, provoca conflictos entre los amantes. Por ello es dif¨ªcil un entendimiento cabal. Siempre surgen disputas, agrias discusiones, ri?as dram¨¢ticas, diferencias entre el Yo y el Otro que analiza l¨²cidamente Augusto Strindberg en Acreedores, y Sartre llega a exclamar, en Huis Clos: "El infierno son los Otros", para una conciencia cerrada en s¨ª misma.
El desamor que se padece actualmente es ajeno a estas tragedias de las individualidades poderosas y hostiles, o de los conflictos cordiales, proviene de la indiferencia rec¨ªproca en una convivencia ordenada, de una existencia que se repite d¨ªa a d¨ªa hasta agobiar con su pesa dumbre. El desencanto progresivo tiene su origen en esta verdad: nos amamos a trav¨¦s del Otro, que es mero reflejo del Yo que somos. Todo el cansancio que crea el desamor procede de que no entregamos efectiva mente nuestro ser, y si lo hace mos es para buscar s¨®lo nuestra realidad. Este egotismo b¨¢sico y fundamental est¨¢ impl¨ªcito en el sentimiento rom¨¢ntico del amor. Muy significativo es el caso de Mariano Jos¨¦ de Larra, quien se suicida por amor ante un espejo, singular paradoja analizada magistralmente por Jos¨¦ Bergam¨ªn en uno de sus ensayos: ama a una mujer, pero a trav¨¦s de su imagen de amante irrealizado. Para cumplir su ideal de amor debe, pues, re nunciar a su Yo en una sincera y aut¨¦ntica ofrenda. Y se mata con l¨²cida conciencia mir¨¢ndose en el espejo, porque como todo buen rom¨¢ntico el Yo ¨²nico se ama siempre a s¨ª mismo.
?El desamor, nace al no ser capaces de crear amor en el ser que amamos? ?sta es la inc¨®gnita, ya que el hartazgo definitivo del sentimiento no es siempre al un¨ªsono. Hay un ser que experimenta primero el apagamiento lento y continuo del amor, hasta su consunci¨®n. La reciprocidad, la interconexi¨®n afectiva es esencia tambi¨¦n del amor, que no existe realmente de una simple mirada, ni de la congoja de un rechazo. ?Acaso podemos amar sin ser correspondidos? S¨ª, hay mujeres sublimes que no quieren ser amadas, o el personaje de una obra de Rilke que se estremece de pavor ante la sola posibilidad de sentirse amado, porque estos extra?os seres no quieren ser nunca objeto pasivo del sentimiento de Otro. "So Kannst du Liebe nur gegen Liebe austauschen" (Marx). T¨² solamente puedes intercambiar amor con amor. As¨ª, cuando sentimos el des¨¢nimo del Otro, debemos con nuestro amor reavivar el suyo o despertarlo de nuevo, y evitar de esta forma el deterioro de la relaci¨®n. "Wenn dein Lieben als Lieben nicht die Gegenliebe produziert", cuando tu Amor como Amor no produce Amor es porque se carece de la potencia interior necesaria para mantener encendido el sentimiento amoroso de la pareja. ?Existe un culpable del desamor? No, la incapacidad para lograr un amor rec¨ªproco proviene de que la expresi¨®n de nuestro sentimiento es demasiado posesiva y dominante, o que no podemos entregarnos realmente.
Es evidente que la pasi¨®n amengua con la posesi¨®n camal continuada, y priva al amor de su violencia ardorosa. Sin embargo, cuando el amor es humano y aut¨¦ntico crea v¨ªnculos poderosos, una invisible unidad entre los amantes que es muy dificil de romper. El amor que vivimos nunca es completo, y buscamos su totalidad real en una fusi¨®n de nuestras individualidades. En consecuencia, el amor es resultado de la obra en com¨²n, solidaria de sus protagonistas, y exige una reciprocidad creciente del sentimiento, sin abandonarse nunca a la tranquilidad de la convivencia ordenada. Ligaz¨®n titul¨® Ram¨®n del Valle-Incl¨¢n uno de sus dramas m¨¢s violentos, pero que expresa la realidad de esos poderosos sentimientos que une a los seres m¨¢s dispares, v¨ªnculo sagrado y primitivo que crea la pasi¨®n oscura, divinizada. Sin duda, el amor angustia hasta la desesperaci¨®n, y para no caer en un sentimiento ag¨®nico se buscan nuevas experiencias amorosas que ensanchan el horizonte al ofrecer la tentadora alegr¨ªa dionisiaca de vivir satisfechos, en estado de goce permanente. Este peregrinaje aparentemente est¨¦ril, del sentimiento m¨¢s grave y trascendente, tiene un objetivo utilitario: huir de la tremenda congoja de ser y existir. "Amor, cuando yo pienso en el mal que me das terrible y fuerte, voy corriendo a la muerte". Como Don, Quijote, tambi¨¦n el poeta Leopardi sinti¨® "la tr¨¢gica unidad de amor y muerte", porque ambos realizan la entrega total del Yo, lo m¨¢s m¨ªo de m¨ª mismo.
En nuestros d¨ªas el desamor que atormenta a los j¨®venes revela una p¨¦rdida del sentimiento unitario de la vida, es decir, que no pueden sostener unas relaciones humanas verdaderas. El estado de soledad, la desvinculaci¨®n f¨¢cil de todo, obliga a duros esfuerzos cuando se quiere mantener una relaci¨®n amorosa duradera y fecunda. Por ello, muchos prefieren disfrutar s¨®lo instantes resplandecientes del amor, y dejarlo agonizar poco a poco con delicada suavidad. El problema del amor radica en que no podemos influir unos a otros, debido a que todav¨ªa no hemos llegado a ser hombres y mujeres reales, capaces de estimular las decisiones y actos ajenos. La socialidad del Yo y la correspondencia de sentimientos es la base de una reflexi¨®n salvadora del amor. Sin poder descubrir las afinidades qu¨¦ vinculan a todos los seres humanos, seguiremos padeciendo el desamor, esas experiencias frustradas y dram¨¢ticas. Solamente la conciencia del Nosotros, del colectivo humano afectivo, puede salvarnos de la desesperaci¨®n y de las sucesivas e irracionales rupturas amorosas que nos devuelven a una soledad pat¨¦tica.
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