El¨ªas Hobeika, de asesino a diputado
D¨¦cimo aniversario de la matanza de Chatila
La historia sorprende a veces por sus crueles iron¨ªas. El¨ªas Hobeika, un jefecillo de las milicias cristianas al que la comisi¨®n de investigaci¨®n israel¨ª atribuyo la matanza de Sabr¨¢ y Chatila, acaba de ser elegido en L¨ªbano diputado por la circunscripci¨®n de Baabda, que incluye los dos campamentos de refugiados donde hace a?os fueron asesinados varios miles de palestinos. Hobeika era ya ministro y, al igual que los dem¨¢s cabecillas cristianos autores de aquella matanza nunca ha sido juzgado o sancionado. Tampoco los israel¨ªes incriminados por la comisi¨®n pagaron un alto precio pol¨ªtico. S¨®lo el ministro de Defensa, Ariel Sharon, fue destituido en febrero de 1983.
Reinaba un gran silencio. El taxista se hab¨ªa negado a seguir adelante y camin¨¢bamos solos por una callejuela de Chatila bordeada por casuchas derruidas. De pronto, Ettore Mo, periodista del Corriere della Sera, se par¨® petrificado. En una plazoleta del campamento yac¨ªan decenas de cad¨¢veres. En su mayor¨ªa eran mujeres y ni?os, algunos reci¨¦n nacidos, y sus rostros ten¨ªan a¨²n la expresi¨®n de horror de los momentos que precedieron su muerte. Dos ni?os de unos seis a?os estaban abrazados. Un beb¨¦ estaba degollado.A Ettore se le humedec¨ªan los ojos. Est¨¢bamos un poco aturdidos por el olor pestilente que emanaba de los cad¨¢veres en r¨¢pida descomposici¨®n a causa del h¨²medo calor. Contamos hasta 63 cuerpos y regresamos apresuradamente hasta el taxi que esperaba cerca. Era media ma?ana del 18 de septiembre de 1982. Ignor¨¢bamos a¨²n que acab¨¢bamos de descubrir la mayor matanza de la historia de L¨ªbano.
La noticia tard¨® en trascender. Desde primera hora L¨ªbano estaba aislado del mundo. El tel¨¦fono y el t¨¦lex no funcionaban. S¨®lo se pod¨ªa hablar con el exterior desde el centro de prensa militar israel¨ª de Yarz¨¦, en las afueras de Beirut. Los periodistas hac¨ªan cola ante tres tel¨¦fonos de campa?a para dictar cr¨®nicas en las que se denunciaba a gritos, a causa de la mala calidad de la l¨ªnea, la pasividad del Ej¨¦rcito israel¨ª ante las atrocidades.
A las 15.00 la BBC abri¨® su bolet¨ªn informativo con la noticia que las agencias de prensa acababan de transmitir. Con la oreja pegada al transistor, los periodistas a¨²n a la espera de su turno se felicitaron. El mundo sab¨ªa y no iba a tardar en reaccionar. El presidente norteamericano Ronald Reagan se declar¨® "horrorizado" y el Consejo de Seguridad de la ONU conden¨® la matanza.
Los corresponsales de la cola telef¨®nica ignoraban, sin embargo, a¨²n la magnitud de la tragedia. Acompa?ados por un pu?ado de supervivientes que se atrevi¨® a regresar, recorrieron de nuevo al d¨ªa siguiente Sabr¨¢ y Chatila. Pero esta vez vieron tantos cientos de cad¨¢veres que nadie lleg¨® a contarlos. Yac¨ªan en las calles, en las casas y tambi¨¦n bajo el suelo, sepultados por excavadoras que al prensar la tierra hab¨ªan creado explanadas artificiales, en cuyos bordes emerg¨ªan brazos o pies de las v¨ªctimas enterradas por sus verdugos.
?Cu¨¢ntos muertos?
?Cu¨¢ntos muertos hubo? Entre la tarde del 16 y la madrugada del 18 algo menos de mil, respondi¨® la comisi¨®n de investigaci¨®n israel¨ª del juez Isaac Kalian; 460, seg¨²n las autoridades libanesas, y no menos de 5.000 asegur¨® la OLP. Amnon Kapeliouk, un conocido periodista israel¨ª que escribi¨® en 1983 un libro sobre la matanza, afirma que el n¨²mero oscila entre 3.000 y 3.500.Con la intenci¨®n de involucrar m¨¢s directamente a Israel, los supervivientes que hicieron de gu¨ªas acusaron a la milicia del difunto Saad Haddad, que controlaba por cuenta del Estado jud¨ªo una franja del sur de L¨ªbano lindante con Israel, de haber perpetrado la matanza. Los testimonios de militares hebreos recogidos por Kahan establecen, sin embargo, que fueron Fadi Frem, l¨ªder de las Fuerzas Libanesas (agrupaci¨®n de milicias cristianas), y Hobeika, que dirig¨ªa su servicio de inteligencia, los que organizaron la matanza junto con Dib Anastase, de la polic¨ªa militar cristiana.
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