Europa, en vilo
EUROPA TIENE hoy el coraz¨®n en vilo y se mantendr¨¢ en vela hasta que se conozcan los resultados oficiales del refer¨¦ndum franc¨¦s. No es cierta la previsi¨®n apocal¨ªptica de que un voto de rechazo equivaliese al fin del proyecto comunitario. Tampoco lo es que ¨¦ste pudiese seguir adelante como si nada hubiera sucedido. M¨¢s bien se asistir¨ªa a una fase de par¨¢lisis institucional, inestabilidad econ¨®mica general y caos pol¨ªtico. Las turbulencias monetarias de esta ¨²ltima semana, descontando un posible voto negativo, prefiguran el retroceso que esa par¨¢lisis de la CE conllevar¨ªa. Nada m¨¢s expresivo que esta crisis en el Sistema Monetario Europeo (SME), hecho ins¨®lito desde 1979, para ilustrarlo. Es falso que la recesi¨®n econ¨®mica internacional explique todos los problemas monetarios registrados: la crisis ha afectado a la peseta, pero no al flor¨ªn; a la libra, pero no al marco; luego hay factores nacionales espec¨ªficos y responsabilidades de las distintas pol¨ªticas econ¨®micas. Pero resulta indudable que estos problemas se hubieran manejado mejor sin la incertidumbre provocada por un escenario caracterizado por el posible no de los franceses.La pieza maestra del Tratado de Maastricht es la Uni¨®n Econ¨®mica y Monetaria (UEM): una moneda com¨²n y una autoridad monetaria com¨²n, porque es lo que corresponde a un mercado ¨²nico, y es ¨¦ste el que exige la convergencia de las situaciones econ¨®micas de los Doce. Pues bien, si se proyectaba la UEM era porque, tras el Acta ¨²nica, que dibuja un mercado sin fronteras, el propio SME resultaba insuficiente para garantizar la fluidez econ¨®mica y la solidez monetaria. No avanzar hacia la moneda ¨²nica significa una vuelta a lo ya existente. Y como auguran las recientes turbulencias, ser¨ªa un retorno a un mecanismo insuficiente, sobrepasado, definitivamente inestable.
La manida cr¨ªtica a la construcci¨®n comunitaria sintetizada en que se construye la Europa de los mercaderes se revela estos d¨ªas, m¨¢s que nunca, como un monumento a la inconsistencia. Paleomarxistas y ultraconservadores -en Francia, pero tambi¨¦n en Espa?a- olvidan con ella que toda gran construcci¨®n pol¨ªtica duradera se ha realizado hist¨®ricamente sobre un mercado econ¨®mico. La b¨²squeda del mercader perdido en la Europa del Est¨¦ ilustra la ausencia de alternativas a este tipo de desarrollo. Y si ello fuera insuficiente, ?acaso la devaluaci¨®n de fa peseta o de la lira no demuestran adem¨¢s que la inestabilidad monetaria afecta no s¨®lo a las ¨¦lites econ¨®micas, sino a los bolsillos de todos los ciudadanos?
Claro est¨¢ que Maastricht no es s¨®lo la moneda ¨²nica. Junto a ese pilar b¨¢sico, ofrece avances en pol¨ªtica exterior, en el dise?o de una ciudadan¨ªa europea, en un reequilibrio tendente a una mayor cohesi¨®n social y territorial, en el protagonismo democr¨¢tico del Parlamento Europeo, todo ello a revisar en 1996. La negaci¨®n del tratado nunca provocar¨ªa un proyecto mejor y m¨¢s ambicioso en estos terrenos en los que el texto avanza cautamente. Cualquier otro horizonte, en el momento actual, ser¨ªa menos integrador, menos europeo. Y menos peligroso para la competencia pol¨ªtico-econ¨®mica que suponen EE UU y Jap¨®n.
Un no franc¨¦s no supondr¨ªa la anulaci¨®n del acervo comunitario. Pero provocar¨ªa la confusi¨®n en su despliegue, multiplicar¨ªa las tensiones monetarias, generar¨ªa mayor incertidumbre geopol¨ªtica en un continente ya asolado por la descomposici¨®n de los Estados y la guerra, significar¨ªa la ruptura del eje francoalem¨¢n fundador de la Comunidad, y abrir¨ªa paso a la exacerbaci¨®n de las tensiones nacionalistas en el propio seno de los Doce. La negaci¨®n de Maastricht es ahora mismo la negaci¨®n de Europa, aunque esto les pese a quienes argumentan su negativa desde el evidente d¨¦ficit democr¨¢tico de la CE, desde las obvias insuficiencias del tratado, desde la escasa ambici¨®n social o de pol¨ªtica exterior de la que est¨¢ aquejado. Ello es as¨ª porque r¨ªo hay alternativa mejor capaz de suscitar un consenso m¨ªnimo y s¨®lido de todos los socios implicados. Europa es s¨®lo la Europa posible, no la Europa de las distintas enso?aciones irrealizables.
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