?Especuladores!
Espa?a tiene una deuda con los especuladores internacionales que, arriesgando su dinero, han puesto de manifiesto algunos de los problemas de fondo de la econom¨ªa espa?ola y han forzado al Gobierno a reconocer que las acusaciones de sobrevaloraci¨®n de la peseta, que se le diig¨ªan desde todos los ¨¢ngulos, estaban bien fundadas.Una palabra sobre los especuladores: se ganan la vida detectando diferencias entre los precios oficiales de las cosas y sus precios reales. Cuando se equivocan, pierden. Cuando aciertan, pueden ganar, como en este caso, el 5% en 24 horas.
En esta ocasi¨®n era sencillo. A principio de 1992 el objetivo de d¨¦ficit p¨²blico era el 2,5% del PIB; parece que el a?o va a terminar, con suspensi¨®n de pagos p¨²blicos larvada incluida, en el 6%. Con la econom¨ªa parada el d¨¦ficit de balanza por cuenta corriente va a pasar del 2,5% en 1991 a m¨¢s del 5% en 1992. Lo que es peor, cuanto m¨¢s desciende la actividad m¨¢s aumenta el d¨¦ficit por cuenta corriente de la Balanza de Pagos. Cuando estos datos, sumados a los acumulados de a?os anteriores, comenzaron a ponderarse por los inversores internacionales, en el contexto del Tratado de Maastricht, que contempla la integraci¨®n de nuestra econom¨ªa con la de Alemania y Francia, la "especulaci¨®n" contra la peseta era cuesti¨®n de tiempo.
Tampoco, hasta hace bien poco, se hab¨ªan descontado estos datos internamente; a la par¨¢lisis colectiva han colaborado ilustres economistas, que negaban que la devaluaci¨®n fuera necesaria; unos, porque dudaban de la capacidad del Gobierno para tomarlas medidas complementarias imprescindibles en toda devaluaci¨®n; otros, porque manten¨ªan que si se tocaba la moneda los inversores extranjeros se iban a dar cuenta de nuestras dificultades y quiz¨¢ dejar¨ªan de comprar papel espa?ol, y entonces, ?qui¨¦n, y a qu¨¦ precio, iba a financiar los d¨¦ficit nacionales? En algo coincid¨ªan ambas posturas, en el convencimiento de que el Gobierno no ten¨ªa conciencia de la gravedad del problema del crecimiento del gasto y del d¨¦ficit p¨²blico, y si la ten¨ªa, carec¨ªa de fuerza pol¨ªtica para afrontarlo y corregirlo.
Ambos grupos han ignorado, entretanto, otro dato. El mantenimiento de una pol¨ªtica econ¨®mica, centrada en un tipo de cambio fijo, v¨ªa tipos de inter¨¦s, despreciando el comportamiento del sector p¨²blico, ha inducido, desde hace dos a?os, una contracci¨®n del sistema productivo nacional, al tiempo que favorec¨ªa y fomentaba las importaciones.
La primera devaluaci¨®n ya ha tenido lugar. Ha sido insuficiente. Consid¨¦rese solamente que pretendemos mantener nuestra paridad con el marco alem¨¢n y que los datos a finales de 1992 ser¨¢n en Alemania un d¨¦ficit del sector p¨²blico del 5%, frente al 6% o 5% de Espa?a; un d¨¦ficit por cuenta corriente del 55/6 o 6% en Espa?a y de cero en Alemania; una inflaci¨®n del 5,5% en Espa?a y del 3% en Alemania. Lo m¨¢s terrible: Alemania tiene esos datos porque est¨¢ absorbiendo un pa¨ªs de 20 millones de habitantes. Y un dato m¨¢s para terminar: de 1987 a 1992, despu¨¦s de la devaluaci¨®n, el tipo de cambio de la peseta con el marco es hoy el mismo de 1987, pero la diferencia acumulada en ese periodo entre las inflaciones de Espa?a y Alemania es de 22 puntos. Nos seguimos permitiendo el lujo de ser un 22% m¨¢s caros que Alemania. Despu¨¦s de la devaluaci¨®n.
La reacci¨®n del Gobierno a las presiones sobre la peseta se ha producido en dos fases; en la primera, el Banco de Espa?a, con inteligencia y rapidez, decide no mantener el tipo de cambio. La segunda fase, en la que nos encontramos, deja entrever un futuro negro para el pa¨ªs.
Los responsables econ¨®micos han hecho sus n¨²meros y han decidido que, a pesar de la devaluaci¨®n, no pasa nada. Se mantienen los tipos de inter¨¦s, se mantiene el proyecto de presupuesto. La devaluaci¨®n ha sido cosa de los especuladores y de los consejeros del Bundesbank, que son unos estrechos.
El proyecto d e presupuesto que se prepara, tal y como ha sido filtrado a la prensa, prev¨¦ un crecimiento de los gastos del 8%, tres puntos m¨¢s que la inflaci¨®n esperada, y superior al crecimiento previsible de la actividad. Por otra parte, resulta dificil creer, a la vista de la experiencia de los ¨²ltimos presupuestos, que el Gobierno sea capaz de cumplir ese objetivo. Las referencias a los ingresos han desaparecido, pero habr¨¢ que suponer que no se desea tener un d¨¦ficit mayor del de 1992. ?C¨®mo se supone que van a crecer los ingresos y qu¨¦ ingresos?
El Gobierno dice creer que la tormenta ha pasado. Lo cual es l¨®gico dados sus plantemientos. Ya nos ha comunicado lo que no va a cambiar: los gastos sociales. Luego, los nuevos impuestos y la restricci¨®n del gasto se aplicar¨¢n a las actividades productivas y a las inversiones. Y aqu¨ª se encontrar¨¢ con la realidad, porque no ser¨¢ capaz de recaudar m¨¢s en las actuales circunstancias. Fin de un modo de gobernar.
Con esos planteamientos nos adentramos en el modelo italiano. ?No han sido capaces los italianos de mantener su pa¨ªs con d¨¦ficit anuales del 10% del PIB desde hace decenios? Al fin y al cabo, nuestro ritmo desde 1982 es de s¨®lo el 5% acumulativo. Da la impresi¨®n de que muchos pol¨ªticos espa?oles o no se lo han planteado o piensan que el modelo italiano no es tan malo; a fin de cuentas, lo ¨²nico que les ha pasado es que han tenido que devaluar, abandonar el Sistema Monetario Europeo y ser puestos como ejemplo de lo que no debe hacerse. Si ¨¦se fuera el ¨²nico precio a pagar yo tambi¨¦n estar¨ªa de acuerdo con los italianizantes; cualquier pol¨ªtica mejor que la de importar deflaci¨®n de los dos ¨²ltimos a?os. Desgraciadamente para nosotros, el milagro del mantenimiento del modelo italiano durante tantos alos ha ocurrido porque sus cuentas con el exterior est¨¢n bastante equilibradas; objetivamente, la situaci¨®n de Italia es mejor que la espa?ola. Su d¨¦ficit de balanza por cuenta corriente se mueve entre el 1% el 2%. Su balanza comercial, aunque desequilibrada, es un ejemplo frente a la espa?ola. Italia tiene unas s¨®lidas industria y agricultura. Su c¨¢ncer es la Administraci¨®n. Pero sus ciudadanos han conseguido que la incontinencia de sus pol¨ªticos no afecte dram¨¢ticamente al sistema productivo.
Espa?a tiene, por contra, un enorme problema de balanza comercial y por cuenta corriente, que precipita la crisis antes que en Italia cara a d¨¦ficit p¨²blicos persistentes. Los responsables pol¨ªticos de la econom¨ªa han despreciado el problema, racionalizando que quiz¨¢ los inversores extranjeros no se dar¨ªan cuenta o que para cuando eso ocurriera, milagrosamente, se habr¨ªa implantado en Espa?a una industria de alta tecnolog¨ªa que resolver¨ªa todos los problemas. Porque durante estos a?os los extranjeros han confiado en nosotros, pensando que quiz¨¢ el Gobierno ten¨ªa raz¨®n y que cosas como d¨¦ficit incontrolados no ocurr¨ªan aqu¨ª; Espa?a era un pa¨ªs'serio, en el que se pod¨ªa confiar. Hasta que los especuladores les han obligado a enterarse un poco m¨¢s de lo que estaba pasando.
Tan convencido estaba el Gobierno de que pod¨ªa prescindir de la industria menos competitiva, al tipo de cambio de los ¨²ltimos a?os, que era frecuente o¨ªr al ministro de Industria animando a los empresarios espa?oles a invertir fuera de Espa?a, en el contexto de un supuesto plan de internacionalizaci¨®n de la econom¨ªa. ?Cu¨¢les son los sectores industriales que el Gobierno considera que hay que conservar porque somos competitivos? Y dentro de la agricultura, ?d¨®nde somos competitivos? ?Y qu¨¦ hacemos con el turismo de baja calidad? ?Cerramos tambi¨¦n?
?Qu¨¦ vamos a conservar de los ¨²ltimos a?os de pol¨ªtica econ¨®mica? Unas reservas exteriores desproporcionadas, pero que se han mostrado insuficientes para defender la moneda, cuando los datos interiores han sido malos; desconcierto entre los empresarios de la agricultura, los servicios y la industria; una industria m¨¢s peque?a de lo que necesita el pa¨ªs; un sector exterior tan debilitado que probablemente nos impedir¨¢ crecer en el futuro por encima de tasas muy modestas y un sector p¨²blico desbocado que: amedrenta a los pol¨ªticos.
La integraci¨®n en la Europa de Francia y Alemania exige una pol¨ªtica econ¨®mica seria, un sistema productivo equilibrado, un sector exterior competitivo. En definitiva, atenci¨®n a los problemas reales del pa¨ªs, no piruetas financieras que se desploman cuando los especuladores se dan cuenta del enga?o.
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