Major se juega el futuro brit¨¢nico en su visita a Par¨ªs
John Major se juega esta semana su futuro personal y el de su pa¨ªs. El primer ministro brit¨¢nico se reunir¨¢ en los pr¨®ximos d¨ªas con el presidente franc¨¦s, Fran?ois Mitterrand, para buscar una salida al atolladero en que se encuentra el Reino Unido desde que la libra abandon¨®, entre ¨¢speras recriminaciones, el Sistema Monetario Europeo (SME). Major ha sido hasta ahora incapaz de frenar la galopante divisi¨®n que la Comunidad, eterno dilema brit¨¢nico, ha reabierto en su partido y su Gobierno. Euroesc¨¦pticos y europe¨ªstas le urgen a que se defina, igual que sus socios comunitarios. Si no consigue retomar inmediatamente el control sobre la situaci¨®n, el Partido Conservador pensar¨¢ en buscar otro l¨ªder capaz de hacerlo.
Major camina sobre el filo de la navaja desde que el naufragio monetario del mi¨¦rcoles negro, hace 11 d¨ªas, acab¨® con los principios b¨¢sicos de su pol¨ªtica europea. Desorientado hasta extremos alarmantes, el primer ministro ha permitido que su canciller del Exchequer (ministro de Hacienda), Norman Lamond, se quedara en su puesto pese al hundimiento de la libra. Major no quiso destituirle porque Lamont se hab¨ªa limitado, en realidad, a seguir al pie de la letra la estrategia dise?ada por Downing Street. Pero el canciller se ha erigido ahora en sorprendente abanderado de los euroesc¨¦pticos, y ha apostado por un rumbo econ¨®mico (flotaci¨®n de la divisa, descenso de los tipos de inter¨¦s) que aleja al Reino Unido de la Comunidad.Con Lamont al frente, otros tres ministros (Michael Portillo, Peter Lilley y Michael Howard) se han envalentonado y pregonan a los cuatro vientos su desd¨¦n hacia la unidad europea. "Afortunadamente, ya no somos prisioneros del Bundesbank", dijo ayer Michael Howard.
El desorden del Gobierno brit¨¢nico causa consternaci¨®n general. Major, cuya debilidad se ve resaltada por su condici¨®n de presidente semestral del Consejo de Europa, balbucea vaguedades mientras sus ministros se tiran los trastos a la cabeza. Tristan Garel-Jones, subsecretario para Asuntos Europeos en el Foreigri Office, afirm¨® ayer que las ideas de los euroesc¨¦pticos eran "perversas, grotescas y absurdas".
Horas antes, los parlamentarios del Comit¨¦ 1922, un grupo de presi¨®n conservador que suele representar las ideas dominantes entre los diputados tories, hab¨ªan vitoreado a Lamont cuando ¨¦ste les prometi¨® que la libra no volver¨ªa al SME.
Major confiaba en que un naufragio general del SME extendiera la humillaci¨®n y el desconcierto brit¨¢nicos al resto de la CE. Pero el franco est¨¢ resistiendo y desde Alemania se ha dejado claro que el mecanismo, igual que Maastricht, se mantendr¨¢ sin los concretos cambios que reclamaba Londres. Helmut Kohl intent¨® facilitar las cosas a Major insinuando que la Comunidad no esperar¨ªa a los rezagados: el l¨ªder brit¨¢nico pod¨ªa plantear a sus huestes la disyuntiva de volver ya al regazo comunitario, o quedar fuera para siempre. Y Major fall¨® de nuevo. Su discurso del jueves ante la C¨¢mara de los Comunes consisti¨® en un vago "s¨ª, pero no", cruelmente ridiculizado por el nuevo jefe de la oposici¨®n, el laborista John Smith.
La situaci¨®n empieza a parecerse peligrosamente a la de hace dos oto?os. Margaret Thatcher, aparentemente indestructible y reci¨¦n aclamada por el congreso tory, fue incapaz de hacer frente con realismo al dilema europeo. Y su partido la engull¨®. John Major, formidable vencedor en las elecciones generales de hace s¨®lo seis meses, est¨¢ en este momento contra las cuerdas. Necesita retomar las riendas en su entrevista con Mitterrand y en el congreso conservador, dentro de diez d¨ªas. Europa no puede esperar, y el Partido Conservador no tolera l¨ªderes d¨¦biles. Lamont, por el lado euroesc¨¦ptico, y el ministro del Interior, Keneth Clare, por el bando europe¨ªsta, empiezan a perfilarse como aspirantes al 10 de Downing Street.
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