M¨¢s all¨¢ de Maastricht
En la democracia, la mayor¨ªa, tanto si es d¨¦bil como si es fuerte, decide. En Francia, el Tratado de Maastricht, ratificado por un refer¨¦ndum, tendr¨¢ en lo sucesivo "una autoridad superior a la de las leyes", seg¨²n el art¨ªculo 55 de la Constituci¨®n. ?Por qu¨¦ insistir con masoquismo en un peque?o s¨ª, cuando el no de Dinamarca fue a¨²n m¨¢s peque?o (50,7% frente al 51 %), cuando Val¨¦ry Giscard d'Estaing fue elegido presidente en 1974 con tan s¨®lo el 50,66%, y cuando Kennedy fue llevado a la Casa Blanca en 1960 gracias al 50,02% de los votos expresados? Estas mayor¨ªas min¨²sculas no impidieron gobernar en¨¦rgicamente a uno ni a otro.No es el d¨¦bil resultado del refer¨¦ndum franc¨¦s lo que lleva al Reino Unido a retrasar la ratificaci¨®n, sino la crisis monetaria desencadenada varios d¨ªas antes. Esta crisis coloca a la Comunidad ante una elecci¨®n decisiva. El. derrumbamiento del Sistema Monetario Europeo demuestra que no se puede mantener la convergencia de las monedas nacionales cuando ¨¦stas se apoyan en pr¨¢cticas econ¨®micas muy distintas. Pero tambi¨¦n demuestra que no se puede someter la pol¨ªtica monetaria ¨²nicamente a las decisiones de los banqueros, sobre todo cu¨¢ndo ¨¦stos pertenecen a una sola naci¨®n. La debilidad de la peseta y de la lira no depende ¨²nicamente de las actitudes de Espa?a e Italia, sino tambi¨¦n de las decisiones del Bundesbank. Su obstinaci¨®n en mantener altos tipos de inter¨¦s no s¨®lo est¨¢ ligada la financiaci¨®n de la reunificaci¨®n sino tambi¨¦n a los excesos de la ideolog¨ªa monetarista. La lucha contra la inflaci¨®n ha permitido el desarrollo econ¨®mico de Alemania a partir de los a?os ochenta. Pero en la actualidad, el integrismo monetario, fomenta la recesi¨®n. Salvando las distancias, la Europa de 1992 nos recuerda a los Estados Unidos de 1932, cuando el ultraliberalismo del presidente Hoover llev¨® a la gran depresi¨®n. Con una diferencia de 60 a?os y en una situaci¨®n menos terrible, necesitamos un new deal. Las democracias conocen la pol¨ªtica coyuntural desde los tiempos de Roosevelt y Keynes. Los bancos no pueden aplicarla por s¨ª solos. Maastricht, muy, insuficiente en este punto, debe ser perfeccionado urgentemente.
Esto no podr¨¢ realizarse mediante un tratado complementario establecido por una nueva conferencia intergubernamental. El proceso ser¨ªa demasiado largo y no se obtendr¨ªa la unanimidad requerida. Habr¨¢ que llegar a acuerdos menos formales y m¨¢s limitados. Lo queramos o no, la Comunidad s¨®lo se desarrollar¨¢ si existe una diversidad en las obligaciones y poderes de sus miembros. El desarrollo de una pol¨ªtica exterior y de seguridad com¨²n s¨®lo ser¨¢ posible si est¨¢ esencialmente en manos de un directorio compuesto por las cinco grandes potencias y sigue pautas previamente definidas: el peso econ¨®mico y militar es fundamental en este campo.
El Tratado de Maastricht ya ha previsto una Comunidad de dos velocidades para la creaci¨®n de la moneda ¨²nica. Algunos piensan que la ¨²nica forma de salir de la crisis actual ser¨ªa acelerar el proceso: Alemania y Francia, junto con dos o tres pa¨ªses peque?os, podr¨ªan formar la base r¨¢pidamente. El banco central europeo tendr¨ªa as¨ª una composici¨®n pluralista, lo cual impedir¨ªa que se beneficiara una sola naci¨®n. Sus dos elementos principales podr¨ªan al mismo tiempo crear los mecanismos de una pol¨ªtica econ¨®mica y monetaria que asociara los dem¨¢s Estados de la Comunidad a aquellos que asumen la carga del ecu.
Pero ser¨ªa inconcebible que las otras tres grandes potencias no estuvieran completamente integradas en esta empresa, si as¨ª lo desean. Aunque el Reino Unido prefiera quedarse fuera, incluso si tomara el tren en marcha despu¨¦s de haberse asegurado de que no va a descarrilar, dif¨ªcilmente podr¨ªamos organizar un sistema tan inclinado hacia el Norte. Espa?a se le unir¨ªa bastante r¨¢pido. Pero Italia no tendr¨ªa medios para hacerlo, aunque aplicara con valor y perseverancia la pol¨ªtica que el Gobierno de Amato acaba de poner en marcha. El mecanismo de un directorio de los Cinco podr¨ªa ayudar a resolver este problema. De todos modos, una doble velocidad en el interior de la Comunidad implica el desarrollo de una estrecha solidaridad entre los Estados que pueden ir m¨¢s r¨¢pido y los- que tienen que hacer. grandes esfuerzos para alcanzar la velocidad superior.
Si se quiere que los ciudadanos entiendan y sigan esta aceleraci¨®n de la uni¨®n europea, en lugar de limitarla a los procesos diplom¨¢ticos y eurocr¨¢ticos, es imprescindible que los parlamentos nacionales y el Parlamento Europeo intervengan en su desarrollo. En este aspecto, el Tratado de Maastricht abre una nueva puerta que los interesados no han tenido en cuenta hasta . ahora. Una declaraci¨®n adjunta les invita a reunirse en una "Conferencia de los Parlamentos (o Asientos)", como se hizo en Roma en 1990. En ¨¦sta se deber¨ªa "someter a consulta las grandes orientaciones de la uni¨®n europea", y los presidentes del consejo y de la comisi¨®n elaborar¨ªan un informe sobre el estado de la uni¨®n en todas las sesiones. Nada ser¨ªa mejor para poner fin al penoso aislamiento de las dos representaciones de la Comunidad que una reuni¨®n de los cerca de 175 parlamentos nacionales y otros tantos diputados europeos, en la que se discutieran temas elegidos y preparados por sus comisiones sin entrometerse en los poderes de las respectivas asambleas.
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