M¨¢s all¨¢ de Manuel Machado
PEDRO LA?N ENTRALGOReflexiona el autor del art¨ªculo, en un primera parte, sobre la compleja cuesti¨®n en el ¨¢mbito de lo psicol¨®gico -que separa las experiencias propias de las influencias externas, las que se producen en el contexto de 'los otros'.
A vueltas con un delicado problema psicol¨®gico, la apropiaci¨®n personal de lo que la vida nos depara, m¨¢s de una vez he glosado la confidencia entre est¨¦tica y moral con que Manuel Machado da gallarda conclusi¨®n al poema Yo, poeta decadente. Advierte con l¨²cida agudeza la oposici¨®n existente entre su vida y su vocaci¨®n,. y escribe: "Porque ya / una cosa es la poes¨ªa / y otra cosa lo que est¨¢ / grabado en el alma m¨ªa".Pero en este momento se siente obligado a retraerse sobre s¨ª mismo, descubre en un instante la sutil cuesti¨®n que llevan en su seno las palabras que acaba de emplear, y a?ade: "Grabado, lugar com¨²n, / Alma, palabra gastada. / M¨ªa... No sabemos nada, / Todo es conforme y seg¨²n".
Con lo cual, entre bromas y veras, el poeta enuncia el problema psicol¨®gico a que acabo de referirme. Porque, ?es cierto que "no sabemos nada" acerca de si es o no es de uno lo que con tanta frecuencia uno considera suyo? ?Puede en consecuencia afirmarse que no pasa de ser "conforme y seg¨²n" todo lo que como "nuestro" hay en nuestra intimidad? Mir¨¢ndome a m¨ª mismo, ?hay en m¨ª algo que l¨ªcitamente puedo llamar "m¨ªo"?
Una conmovedora sole¨¢ que yo o¨ª cantar cierta noche de San Silvestre y luego ense?¨¦ a Jos¨¦ Menese, contradice del modo m¨¢s rotundo ese tajante aserto manolomachadiano. Dec¨ªa as¨ª: "Tengo las manos vac¨ªas / de tanto dar sin tener; / pero las manos son m¨ªas".
La vertiente numantina y estoica de la arrogancia espa?ola -la de aquel pobrete que ante la oferta de un duro por su voto, respond¨ªa: "Se?or: en mi hambre mando yo"- refulge en ese reducto de dignidad moral que parece conceder la posesi¨®n de las manos propias. Mis manos son m¨ªas, aunque yo no tenga donde caerme muerto.
Pero ?es cierto que sean real y verdaderamente m¨ªas estas que yo llamo "mis manos" La verdad es que yo me encontr¨¦ con ellas al pasar de la infancia a la adolescencia; y que desde entonces, como cumpliendo la regla del "todo es conforme y seg¨²n" a veces las siento como m¨ªas, cuando me deparan alg¨²n beneficio, y a veces, cuando ante mis ojos son dos objetos rugosos y amarillentos, como ajenas a m¨ª tengo que verlas. Bien miradas, mis manos son y no son m¨ªas. Pocos o muchos, ?ser¨¢n m¨ªos mis talentos? Tampoco, porque no los he fabricado yo. ?Es m¨ªo lo que s¨¦, cuando casi todo mi saber lo he aprendido de otros a me lo ha ido ense?ando el curso de mi vida? Y, aunque ¨¦sta, mi vida, sea yo capaz de aniquilarla con el suicidio o de ofrecerla con el sacrificio, ?puedo en verdad afirmar que sea ¨²ltimamente m¨ªa? ?Acaso, ante ella, no me veo obligado a decir que "me nacieran" como Clar¨ªn ante el hecho de haber venido al mundo en Zamora? A primera vista, la reflexi¨®n parece confirmar ese rotundo "todo es conforme y seg¨²n" de don Manuel Machado.
Juego sencillo
Pero s¨®lo a primera vista. Va a demostr¨¢rnoslo el sencillo juego de poner entre interrogantes el segundo t¨¦rmino de cada uno de los asertos contenidos en la ¨²ltima estrofa del poema, y a continuaci¨®n el ejercicio de responder con alguna seriedad a las preguntas resultantes.
Grabado. ?Lugar com¨²n? En algunos casos, desde luego; por ejemplo, cuando con expresi¨®n t¨®pica uno dice: "Hasta mi muerte llevar¨¦ grabada la imagen de aquel suceso". Pero ?es lugar com¨²n ese t¨¦rmino cuando un continuador de Arist¨®teles trata de actualizar la idea aristot¨¦lica del conocimiento -¨¦ste, resultado de grabarse en el alma la impresi¨®n de la cosa conocida-, o cuando un neurofisi¨®logo da raz¨®n cient¨ªfica de la constituci¨®n del recuerdo en el cerebro? El poeta F¨¦lix Grande oye la Sinfon¨ªa inacabada de Schubert, y escribe: "Escucho en esa m¨²sica / la miseria del mundo, / los siglos que sonr¨ªen / como desde el hospicio"; con lo cual nos demuestra que toda palabra puede ser y puede no ser lugar com¨²n. Desde Homero, tal es uno de los nervios centrales del quehacer po¨¦tico.
Alma. ?Palabra gastada? Acaso ocasionalmente lo estuviera all¨¢ por 1909, cuando Manuel Machado escribi¨® "Yo, poeta decadente", y la ret¨®rica modernista tanto hab¨ªa abusado de tan noble y hermoso vocablo. Pero entendido ¨¦ste como la denominaci¨®n de cuanto en la vida humana es sentimental o afectivo, ?llegar¨¢ a desgastarse? No lo creo. Siempre habr¨¢ un escritor que, como Antonio Machado, afirme: "El alma del poeta se orienta hacia el misterio"; nunca perder¨¢ vigencia y belleza el ensayo Vitalidad, alma, esp¨ªritu, uno de los m¨¢s sugestivos de su autor, Ortega, y en todo momento cobrar¨¢ sentido original, por mucho que haya sido repetida, la expresi¨®n "?Alma m¨ªa!" de la madre ante el dolor del hijo. Pero acaso "alma" puede llegar a ser palabra gastada si se la entiende en un sentido en el que no pod¨ªa pensar aquel "poeta decadente"; esto es, como nombre t¨¦cnico de un principio sustantivo de la realidad del hombre, y en consecuencia la visi¨®n de ¨¦ste como la uni¨®n de un alma espiritual informante y el cuerpo material por ella informado
M¨ªa... ?No sabemos nada? De nuevo hay que ir m¨¢s all¨¢ de Manuel Machado. Algo sabemos, en efecto, acerca de lo que en nuestra intimidad puede ser real y verdaderamente "nuestro". En corto y por derecho: es en mi intimidad real y verdaderamente "m¨ªo" cuanto en mi vida resulta de una actividad en cuya estructura se articulan -o se funden- mi libertad, mi vocaci¨®n, mi idea de m¨ª mismo, mi imaginaci¨®n y mi trabajo. Valga mucho o poco ese resultado, mucho en los genios, muy poco en los hombres de andar por casa, y sea un ¨¦xito o un fracaso para el sujeto que lo consigue, de ¨¦ste y s¨®lo de ¨¦ste ser¨¢. Mis manos son efectivamente m¨ªas cuando libremente las empleo para hacer algo -apresar, escribir, acariciar, golpear, gobernar un volante- en lo que participan esos cinco momentos de mi actividad. Grande o chica, mi inteligencia es personalmente m¨ªa cuando libremente la empleo para ejecutar a un tiempo mi vocaci¨®n gen¨¦rica, la leal aceptaci¨®n de la condici¨®n humana, y mi vocaci¨®n personal, hacer aquello a que ¨ªntimamente me siento llamado. Mis hijos ser¨¢n en verdad mis hijos -la paternidad de la sangre no basta para ello; bien lo demuestra, cuando se produce, la acci¨®n de desheredarlos- s¨®lo cuando libremente haya asumido en mi vida el hecho de que ellos sean y el de que sean efectivamente como son. As¨ª con todo. Castellanizado por m¨ª, dice un conocido d¨ªstico de Goethe: "Lo que en herencia ha recibido el hombre, / con su trabajo debe hacerlo suyo".
Posesi¨®n personal
Y no s¨®lo con su trabajo. Tambi¨¦n con su libertad, con su vocaci¨®n, con su imaginaci¨®n, con su idea de s¨ª mismo; en definitiva, con su alma. Acaso no estuviera de m¨¢s que los notarios hicieran saber todo esto a los herederos, cuando les dan a conocer el contenido de un testamento que les favorece.
Interrogaci¨®n final: ?todo es conforme y seg¨²n, cuando de lo que se trata es de la posesi¨®n personal -no de la simple posesi¨®n jur¨ªdica- de un bien exterior, una actividad o una vivencia? De ning¨²n modo. Frente a la tajante y bien conocida contraposici¨®n marceliana entre el "tener" y el "ser", siempre he cre¨ªdo que una persona puede "ser" lo que "tiene", cuando como "suyo", en este radical sentido de la "suidad" que acabo de exponer, llega a vivirlo en su intimidad. Si todo para nosotros fuese "conforme y seg¨²n", ser¨ªa insoportable nuestra vida, la deshar¨ªan la incertidumbre y la indecisi¨®n.
Incertidumbre frente a la posesi¨®n ¨ªntima de los bienes que por s¨ª mismos o por el uso que de ellos se hace no ayudan a la perfecci¨®n de su titular; certidumbre ¨ªntima, en cambio, respecto a la posesi¨®n personal de cuanto a nuestra vida aporta el ejercicio conjunto de la libertad, la vocaci¨®n, la idea de s¨ª mismo, la imaginaci¨®n y el trabajo. Conclusi¨®n que muchos considerar¨¢n poco oportuna, cuando la avidez de lo inmediato -lucro inmediato, placer inmediato, fama y mando inmediatos- tan arrolladoramente predomina en la sociedad. Pero desde Nietzsche sabemos que tambi¨¦n la "consideraci¨®n extempor¨¢nea" puede ser objeto del quehacer intelectual.
es miembro de la Real Academia Espa?ola.
Babelia
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