Convenciones
El abanico de lady Windermere tiene cien a?os (1893), y esta nueva versi¨®n quiere suponer un homenaje. La autora, Ana Diosdado, introduce. en escena al propio Wilde; lo representa el actor brit¨¢nico James Duggan, especialista en el papel. Yo no hab¨ªa imaginado nunca a Wilde como una loca, sino como un dandy refinado, decadente, de un esteticismo burl¨®n; pero quiz¨¢ el actor y el director tengan raz¨®n. Habla en espa?ol como lo hac¨ªa Stan Laurel, en las pel¨ªculas que, con Oliver Hardy, doblaban ellos mismos.Es una convenci¨®n curiosa y risue?a; extra?a cuando todos los dem¨¢s personajes -lores, ladies- hablan en un castellano correcto -dentro, cada actor, de lo que puede o sabe- y comprendo que el director haya tenido que renunciar al ¨¦xito c¨®mico de que todos hablaran con el acento ingl¨¦s.
El abanico de lady Windermere
.. o la importancia de llamarse WildeDe Ana Diosdado sobre la obra de Oscar Wilde. Int¨¦rpretes: James Duggan, ?ngel S¨¢nchez, Jorge Seoane, Carmen Conesa, Sergio de Frutos, Ram¨®n Pons, Ruth And¨ªa, Margot Cottens, Juan Gea, Maruchi Fresno, Rosa D¨ªaz, Elena Calvo, Francisco Olmo, Pepa Ferrer, Roberto Segura, Vicente Ayala, Emilio Alonso, Amparo Rivelles, ?ngel S¨¢nchez, Mercedes Ferrer. Figurines: Javier Art¨ª?ano. Escenograf¨ªa: ?lvaro Valencia. Direcci¨®n: Juan Carlos P¨¦rez de la Fuente. Madrid, Teatro Alc¨¢zar, 29 de septiembre
Es el teatro: tan extra?o en sus convenciones: como la de ver entrar a todos los personajes por el techo, o suponer que en la gran casa se ten¨ªan los salones de recepci¨®n en el s¨®tano. Pero hay que aceptar el tributo a la grandiosidad del escen¨®grafo, ?lvaro Valencia, con su hermosa escalera, que, eso s¨ª, retrasa la acci¨®n; y con una calculada obra de ingenier¨ªa; y al ingenio del figurinista hay que concederle que las damas casadas acudieran a un baile vestidas de blanco: les sienta tan bien. Convenciones, convenciones.
En cambio, Ana Diosdado no s¨®lo no ahorra Wilde, sino que lo aumenta, como hace con el t¨ªtulo: con citas de otros escritos del irland¨¦s, con alusiones a los t¨ªtulos de otras comedias. Un potpourr¨ª, donde ser conserva la esencia del melodrama-"?... y era su madre!"-, . y la gracia c¨ªnica de las frases; y una cr¨ªtica de la sociedad que, al final, se veng¨® de ¨¦l.
As¨ª y todo, lo m¨¢s wildeano de la noche fue Amparo Rivelles. Quiz¨¢ porque ha hecho mucho este teatro, y, sobre todo, ha hecho aquel de Benavente que estaba m¨¢s influido por Wilde, y, por encima de todo, porque es una excelente actriz. Y est¨¢ guap¨ªsima.
Curiosas formas
Los dem¨¢s no consiguen salir del mal efecto que hace siempre una compa?¨ªa espa?ola cuando trata de imitar la alta sociedad del Londres eduardiano, enredados en sus fraques o sus trajes de cola, o en los de los dem¨¢s, y buscando curiosas formas de hablar para decir impertinencias elegantes.No les ayuda una direcci¨®n que les mueve con torpeza, generalmente en un sal¨®n desierto y con la frialdad del m¨¢rmol fingido. Eso s¨ª, subiendo y bajando la escalera. Duele ver terminar as¨ª a un esteta a los cien a?os de su coronaci¨®n. Claro que lo que le sucedi¨® en la vida real fue peor.
Hubo gritos de entusiasmo al final, dirigidos, sobre todo, al actor brit¨¢nico; descontando, claro, las ovaciones para Amparo Rivelles.
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