La c¨²pula sindical italiana, incapaz de controlar la ira contra el Gobierno durante la huelga general
La actitud de los sindicatos italianos frente a la pol¨ªtica de austeridad impuesta por el Gobierno del socialista Giuliano Amato sigue siendo motivo de protesta para sectores de sus afiliados, que la consideran tibia. As¨ª lo indican los incidentes registrados ayer, sobre todo en Mil¨¢n, durante las manifestaciones que acompa?aron la huelga general de cuatro horas convocada por las tres grandes centrales italianas. La magnitud de la contestaci¨®n est¨¢ poniendo a prueba la capacidad sindical para controlar la reacci¨®n ante unas duras medidas de convergencia europea, en las que el Gobierno se juega su propia subsistencia.
"Unos sindicatos que, en la situaci¨®n actual, convocan s¨®lo media huelga, no representan a la base y se deslegitiman", dec¨ªa un manifestante en Mil¨¢n, para explicar el lanzamiento sobre la tribuna de oradores de casta?as, petardos, bolas de acero y piedras. "Sin un sindicato representativo, capaz de dar a la protesta un cauce razonable y mesurado, las condiciones democr¨¢ticas de la vida se volver¨ªan m¨¢s dif¨ªciles y precarias", razonaba en Palermo Ottaviano del Turco, socialista, secretario adjunto de la CGIL, el mayor sindicato de Italia, tradicionalmente comunista.El enfrentamiento entre esas dos posiciones marc¨® el desarrollo de una huelga, ya inicialmente blanda, que, por su seguimiento, no lleg¨® a alterar la vida de las grandes ciudades de Italia. S¨®lo el paro del transporte y la ausencia de peri¨®dicos dieron un car¨¢cter real a la protesta.
Hay sin embargo un rechazo generalizado a los recortes en sanidad y empleo p¨²blicos propuestos por el Gobierno para reducir el d¨¦ficit mediante un plan que, por primera vez en la historia reciente del pa¨ªs, mira m¨¢s al control del gasto que al siempre improbable aumento de los ingresos. Tan generalizado que los sindicatos entraron en liza contra unas medidas que, en un principio, les parecieron realistas frente a la urgencia de la situaci¨®n italiana.
El pasado mes de julio, las tres grandes centrales demostraron su voluntad de colaboraci¨®n con el Gobierno de Amato -nacido con enormes dificultades de una mayor¨ªa exigua-, al firmar unos acuerdos de contenci¨®n salarial. Bruno Trentin, secretario de la CGIL, dimiti¨® para expresar que, a¨²n habi¨¦ndolos firmado al considerarlos necesarios, los acuerdos no le gustaban.
Reincorporado a su cargo, Trentin ha sido luego el principal impulsor de la escalada de la protesta hasta la media huelga general realizada ayer.
El pasado fin de semana, el Gobierno puso, adem¨¢s, en juego el voto de confianza, para acelerar la aprobaci¨®n parlamentaria de un primer paquete de medidas econ¨®micas, que as¨ª pasaron casi inalteradas por la C¨¢mara de Diputados. Esto rest¨® autoridad a los sindicatos y dio nuevas argumentos a los partidarios de exacerbar las protestas.
"El Gobierno nos joroba con la complicidad del sindicato", se le¨ªa ayer en una de las pancartas de la manifestaci¨®n de Mil¨¢n, en la que los incontrolados lograron herir levemente, en la boca y un brazo, a Sergio d'Antoni, l¨ªder de la CISL, el sindicato de mayor¨ªa cristiana.
En el terreno pol¨ªtico, la lucha contra el plan de austeridad del Gobierno la capitaliza el Partido Democr¨¢tico de la Izquierda (PDS), ex comunista. Este tiene, en cambio, el apoyo de las grandes empresas. Ayer, Cesare Romiti, consejero de Fiat, afirm¨® que el plan del Gobierno le costar¨¢ a su grupo unos 630.000 millones de liras (unos 50.000 millones de pesetas), pese a lo cual lo considera el ¨²nico medio para que la Italia del norte y la del sur sigan formando una naci¨®n unida.
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