Un punto de vista global
Considera el articulista que una de las decisiones importantes que deber¨ªa adoptar la cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno comunitarios que se celebra hoy en Birmingham, ser¨ªa la de encargar a un grupo de pol¨ªticos de alto nivel la redacci¨®n de la lista de las competencias de las que deber¨ªa responsabilizarse la Comunidad y de las que deber¨ªan seguir siendo dominio de los Estados miembros.
En el nuevo escenario pol¨ªtico creado por el rechazo de Dinamarca al Tratado de Maastricht y el ajustado s¨ª del refer¨¦ndum franc¨¦s, dos cuestiones se en cuentran en el centro del debate sobre el futuro de la Uni¨®n Europea: ?debe edificarse una Europa de dos velocidades, en la que los pa¨ªses que desean seguir avanzando dejen al resto detr¨¢s? ?Puede el principio de subsidia riedad satisfacer a quienes temen que el poder se concentre excesivamente en manos de los bur¨®cratas de Bruselas?En gran parte, la discusi¨®n sobre la Europa de las dos velocidades constituye un falso debate. Desde la ampliaci¨®n inicial de la Comunidad, hay algunos pa¨ªses que siempre han quedado detr¨¢s. Gran Breta?a no se uni¨® al Sistema Monetario Europeo hasta 1990, aunque ¨¦ste se constituy¨® en 1979, e Italia se ha beneficiado de un mayor margen de fluctuaci¨®n de su moneda.
En el Tratado de Maastricht se establece expl¨ªcitamente que, en la fase inicial, s¨®lo los pa¨ªses que cumplan ciertas condiciones presupuestarias y monetarias participar¨¢n en la Uni¨®n Europea, y se fija una cl¨¢usula excepcional permanente para Gran Breta?a. Si se examina el asunto m¨¢s detenidamente, se observar¨¢ que las protestas en contra de la Europa de dos velocidades proceden de los Gobiernos menos comprometidos con la Uni¨®n Europea, y est¨¢n orquestadas por sus representantes en las instituciones europeas, que temen ser postergados.
?Debe detenerse el avance de la Uni¨®n Europea porque ciertos Estados miembros prefieren la situaci¨®n actual? Dicho de otro modo: ?debe detenerse el convoy europeo porque frene el vag¨®n de cola? La respuesta a este interrogante es pol¨ªtica.
La uni¨®n de Europa es una creaci¨®n continua, que dista mucho de estar completa. Tan pronto como el proceso se detenga, o se ralentice en exceso, aparecen fuerzas divisorias que amenazan con desmantelar la unidad. No puede permitirse que la uni¨®n de Europa se estanque; debe avanzar continuamente. Este es el deseo de la mayor¨ªa de los Estados miembros en la actualidad, a los que ahora se ha sumado Espa?a. Esta mayor¨ªa representa aproximadamente el 80% de la poblaci¨®n y casi el 85% del PIB de la CE.
Actitud ante los dudosos
?Qu¨¦ actitud, pues, hay que adoptar frente a los Estados miembros que dudan sobre el progreso de esa uni¨®n? Si pol¨ªticamente est¨¢n a favor de la uni¨®n pero est¨¢n insuficientemente preparados para beneficiarse de ella -como ocurre en el caso de la uni¨®n monetaria-, deben seguir siendo una parte integral del sistema, y beneficiarse de las medidas transitorias para facilitar su adaptaci¨®n.
Por otro lado, si son hostiles al progreso de la uni¨®n, no deben tener el poder de bloquearla. En lugar de ello, han de tener la posibilidad de quedarse fuera mientras deciden si unirse o no al convoy. El problema no es el de la Europa de dos velocidades, sino el de una Europa de dos voluntades. En algunos pa¨ªses europeos, entre los que se cuenta Francia, la opini¨®n p¨²blica est¨¢ preocupada por la ampliaci¨®n de los poderes de las instituciones europeas de Bruselas. Siente que esa ampliaci¨®n podr¨ªa recortar sus derechos tradicionales y alejar las decisiones de centros de poder a los que es m¨¢s f¨¢cil exigir responsabilidades.
Esta preocupaci¨®n se expresa en preguntas que se plantean reiteradamente: "?en nombre de qui¨¦n est¨¢n negociando esta cuesti¨®n?" o "?Qui¨¦n est¨¢ decidiendo eso?"
Esta frustraci¨®n del p¨²blico se alimenta de dos poderosas corrientes culturales. Una desea reforzar y no debilitar la identidad de las diversas naciones europeas, en tanto que la otra expresa el deseo de una democracia en la que las decisiones se tomen tan cerca como sea posible de los ciudadanos afectados.
El principio de subsidiariedad proporciona una respuesta inicial a esta frustraci¨®n. De acuerdo con este principio, que la enc¨ªclica Quadragessimo Anno del papa P¨ªo XI volvi¨® a poner de moda, s¨®lo se recurrir¨¢ a un nivel de poder superior si las cuestiones no pueden resolverse satisfactoriamente en un nivel inferior. Utilizando esta definici¨®n, la CE actuar¨¢ ¨²nicamente en ¨¢reas en las que la acci¨®n de los Estados miembros sea inadecuada para alcanzar sus metas.
Conseguimos incluir este principio en el Art¨ªculo 3 del Tratado de Maastricht. Fue un logro inicial, pero este principio debe desarrollarse mediante una protecci¨®n jur¨ªdica adecuada para garantizar que sea respetado. Para citar como ejemplo la constituci¨®n de un espacio econ¨®mico ¨²nico, s¨®lo deben tener lugar las regulaciones e intervenciones comunitarias cuando la acci¨®n de los Estados miembros sea inadecuada o ineficaz.
Sin embargo, este principio no se enfrenta al problema de la distribuci¨®n vertical de la autoridad en los responsables de la educaci¨®n, la sanidad, la cultura o los derechos humanos. ?Qui¨¦n tendr¨¢ la autoridad: la CE o los Estados miembros?
Existe una respuesta te¨®rica: la Comunidad ejercitar¨¢ s¨®lo aquellas competencias que le otorguen los Tratados, es decir, los Tratados de Roma y el Acta ¨²nica. Por esta raz¨®n, puede esperarse que la CE tenga competencias ¨²nicamente en materia de aranceles y comercio y en lo referente al funcionamiento del gran mercado europeo.
Sea como sea, todos sabemos que las instituciones europeas, y especialmente el Parlamento Europeo, han tratado de intervenir en muchas otras ¨¢reas, como la educaci¨®n, la sanidad, la cultura y el medio ambiente. Por esta raz¨®n, los L?nder alemanes han pedido que se les devuelva y garantice su autoridad en materia de educaci¨®n, sanidad y cultura. Esta es tambi¨¦n la raz¨®n por la que los votantes franceses se mostraban preocupados por las afirmaciones de que las instituciones comunitarias pretend¨ªan intervenir en las ¨¢reas de protecci¨®n social y pensiones de jubilaci¨®n.
Listas de competencias
El problema al que nos enfrentamos aqu¨ª es la inercia de las competencias comunitarias, que pueden extenderse de modo cuasi clandestino a "poderes no establecidos por los Tratados" utilizando un art¨ªculo redactado en t¨¦rminos vagos, el art¨ªculo 235 del Tratado de Roma. ?Ese art¨ªculo se ha utilizado m¨¢s de 400 veces desde el principio de la Comunidad, y 100 veces desde que se aprob¨® el Acta ¨²nica!
Por tanto, la preocupaci¨®n de la opini¨®n p¨²blica es comprensible. ?Hasta d¨®nde llegar¨¢n las cosas por inercia? La mejor respuesta es la de abordar de forma franca la definici¨®n de las materias que deben negociarse en el nivel de la Comunidad y las que deben mantenerse como competencia de los Estados miembros y sus regiones.
Ha llegado el momento de redactar esa lista. Esta tarea se ha sometido a intenso debate siempre que se ha establecido un Gobierno federalista, como ocurri¨® en Estados Unidos durante la Convenci¨®n de Filadelfia en 1787 y en la Rep¨²blica Federal de Alemania cuando adopt¨® su Ley Fundamental en la posguerra.
Yo pedir¨ªa que cuando el Consejo Europeo se re¨²na en Birmingham hoy, 16 de octubre, encargue a un grupo de pol¨ªticos de alto nivel que redacten una lista de aquellas competencias de las que deber¨¢ hacerse responsable la Comunidad y de aquellas que han de seguir siendo dominio de los Estados miembros. Este ser¨ªa el mejor modo de calmar las preocupaciones del p¨²blico y tambi¨¦n, indudablemente, el mejor modo de hacer m¨¢s f¨¢cil para Dinamarca volver a la Comunidad.
Tambi¨¦n ser¨ªa el m¨¦todo m¨¢s apropiado para dar a conocer el objetivo ¨²ltimo de la Uni¨®n Europea, que me atrever¨ªa a definir as¨ª: una uni¨®n ¨ªntima de Naciones, en la que cada Naci¨®n mantiene su identidad y su cultura, y que gestiona conjuntamente, bajo un sistema federalista descentralizado, aquellas competencias que ha decidido administrar en com¨²n.
fue presidente de Francia. Lidera la Uni¨®n para la Democracia Francesa.
Copyright 1992, New Perspectives Quarterly. Los Angeles Times Syndicate.
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