Otros mundos
EL PASADO 12 de octubre no s¨®lo fue d¨ªa para conmemorar aventuras pasadas. En un lugar de Puerto Rico llamado Arecibo, dotado de una enorme antena de 310 metros de di¨¢metro sensible a la radiaci¨®n electromagn¨¦tica, una nueva exploraci¨®n comenz¨® silenciosamente tras muchos a?os de preparaci¨®n: la b¨²squeda de alguna forma de vida inteligente fuera de nuestro planeta.Una vez conocida la superficie de la Tierra en su totalidad, los nuevos mundos por descubrir se encuentran ¨²nicamente en el espacio exterior. La empresa de descubrirlos comenz¨® con el lanzamiento del humilde Sputnik, hace 35 a?os, continuando con toda una serie de sondas que han explorado los planetas que acompa?an al nuestro en su girar alrededor del Sol. En la mitolog¨ªa popular, esos mundos estar¨ªan poblados por seres, entraables o terribles, conocidos con el nombre gen¨¦rico de marcianos. Pero en Marte no parece haber vida en absoluto, menos a¨²n vida inteligente. Ni tampoco, por lo dem¨¢s, en ning¨²n lugar de nuestro sistema solar. La literatura fant¨¢stica o sensacionalista acerca de ovnis, seres extraterrestres y dem¨¢s invenciones no puede contrarrestar el hecho cierto de que, hasta el momento, somos la ¨²nica manifestaci¨®n de vida en el universo que conocemos.
Ello puede querer decir, sencillamente, que otras posibles formas de vida se han desarrollado en mundos lo suficientemente lejanos como para que no tengamos noticia de las mismas. El problema es que saber lo que ocurre en mundos fuera de nuestro sistema solar es, hoy por hoy, imposible, a menos que existan civilizaciones inteligentes que sean capaces de producir y enviar se?ales en forma de radiaci¨®n electromagn¨¦tica codificada. Y eso es precisamente lo que se propone investigar el programa iniciado en tan se?alado d¨ªa.
Se trata, b¨¢sicamente, de intentar detectar se?ales provenientes de unas cuantas estrellas pr¨®ximas a nuestro Sol pr¨®ximas en t¨¦rminos astron¨®micos, es decir, a distancias gigantescas en t¨¦rminos humanos- que puedan tener sistemas planetarios, de modo que en alguno de esos hipot¨¦ticos planetas pueda haberse desarrollado vida que haya evolucionado hasta llegar a poseer eso que llamamos inteligencia. Realmente, es como buscar una aguja min¨²scula en un pajar gigantesco, con el agravante de que no estamos seguros de que haya aguja alguna.
El programa, como era de esperar, ha provocado durante a?os la sonrisa de m¨¢s de un miembro del Congreso de Estados Unidos y su consiguiente rechazo, con el argumento de que el dinero del contribuyente no pod¨ªa ser gastado en la, b¨²squeda de "hombrecitos verdes con trompetas en la cabeza". Finalmente este a?o, despu¨¦s de cambiarle el nombre de modo que resultara cr¨ªptico, y por tanto respetable, ha sido aprobado y se ha puesto en marcha.
Se trata, evidentemente, de un proyecto de investigaci¨®n b¨¢sica, sin aplicaciones pr¨¢cticas a la vista, aunque, de tener resultados positivos, de extraordinarias repercusiones para la humanidad. Ello hace que aun siendo, como es, altamente improbable cualquier resultado positivo en los 10 a?os de duraci¨®n prevista de la exploraci¨®n, merezca la pena iniciarla y apasionarse por ella.
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