Nostalgia aguada
Cuatro d¨ªas despu¨¦s de su comienzo, el ciclo Oto?o en Conde Duque puede convertirse en un acontecimiento de la cultura musical madrile?a, sobre todo si los resultados art¨ªsticos acompa?an. Hasta el 26 de noviembre, un total de 21 conciertos de jazz, cuatro de new age y dos de dinosaurios del pop se dan cita en una programaci¨®n importante por la categor¨ªa de los artistas que concurren y el excelente ambiente que se respira en la carpa.Tras los Hancock, Shorter, Williams, Marsalis y Mays, y a la espera de recibir a Manhattan Transfer, George Coleman, los Brecker Bros y dem¨¢s figuras, el veterano grupo Blood, Sweet & Tears abri¨® el cap¨ªtulo de los citados dinosaurios que se cerrar¨¢ ma?ana con Emerson, Lake & Palmer.
Blood, Sweet & Tears
David Clayton-Thomas (voz), Larry de Bari (guitarra), Glenn McClelland (teclados), Niel Copolongo (bater¨ªa), Gary Foote (bajo), Steve Guttman (trompeta), Jerry Sokolov (trompeta), Charlie Gordon (tromb¨®n), Chuck Fisher (saxo). Carpa del Conde Duque. Madrid, 29 de octubre.
Fue Al Kooper el que, en 1968, cre¨® Blood, Sweet & Tears, grupo que a lo largo de su carrera ha reunido m¨²sicos de la talla de Randy Brecker, Lew Soloff, Mike Stern, Chuck Winfield, Lou Marini, Steve Katz, Don Alias y muchos otros que han hecho brillante carrera en el mundo del jazz, del pop y del rock. Ninguno de ellos estuvo anoche en Madrid ni tampoco representantes del grupo fundador, alguno no est¨¢ siquiera en este mundo, pero s¨ª apareci¨® su carism¨¢tico cantante David Clayton-Thomas.
A los 51 a?os, Clayton-Thomas abandera el nombre de un grupo importante hace 25 a?os por ser el primero que populariz¨® el t¨¦rmino jazz-rock. Pero eso fue hace un cuarto de siglo. Entonces, algunos m¨²sicos comenzaran a liberarse de los estrictos cors¨¦s del pop y del rock, y buscaban en la improvisaci¨®n campos m¨¢s abiertos. Primero a trav¨¦s de la guitarra; a continuaci¨®n, de los dem¨¢s instrumentos. De los segundos, Blood, Sweet & Tears fueron los mejores.
Hoy, el grupo ofrece un espect¨¢culo adaptable tanto a un casino de Las Vegas, como para tocar emparedado en un festival de jazz dentro del ep¨ªgrafe Ritmos urbanos. Si por su magn¨ªfico guitarrista fuera, hasta encajar¨ªan en un concierto de heavy.
Tras una presentaci¨®n instrumental que demostr¨® que el grupo sonaba bien, David Clayton-Thomas atac¨® Hi-de-ho (1970), uno de sus grandes ¨¦xitos, para continuar con And when I die (1969), con arreglos pr¨¢cticamente id¨¦nticos a los originales. En Smiling faces, versi¨®n del te¨ªna de Traffic, el pianista avis¨® que aquello era jazz-rock, y como nadie se acord¨® de Ray Peterson, todos tan contentos.
Pero las canciones comenzaron a flojear, las improvisaciones a aumentar y los recuerdos a llegar, porque los m¨²sicos que hoy rentabilizan Blood, Sweet & Tears podr¨¢n ser tan buenos como los originales pero les falta su esp¨ªritu. Sencillamente, no son ellos.
Y aunque David Clayton-Thomas conserva esa aspereza de las buenas voces brit¨¢nicas, la espera hasta volver a recordar God bless the child -un cl¨¢sico de Billie Holiday-, Lucrecia McEvil o Spinning wheel, fue demasiado larga porque el recuerdo de aquel grupo que interpretaba tanto a Erik Satie como a Steve Windwood crec¨ªa m¨¢s y m¨¢s hasta convertir la noche en nostalgia aguada.
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