El embrujo de la maestra
Grupo Alfa DanzaLas Brujas: Coreograf¨ªa y vestuario: Pilar Sierra. M¨²sica: Lourdes Vera. Tribuna de la Danza. Centro Cultural Galileo. Madrid, 2 de noviembre.
El foro del Galileo acoge de nuevo a las compa?¨ªas madrile?as de los m¨¢s diversos estilos y niveles. La organizaci¨®n esta vez deja bastante que desear, y un tonillo de fin de curso trufa todo; hasta unos ni?os espont¨¢neos se suben a la escena y las mam¨¢s gritan bravos a sus hijas entre destellos de las c¨¢maras compactas, ruido de sillas y sirenas del exterior.
Lo bueno puede estar en que, a lo largo de noviembre, se le podr¨¢ tomar el pulso a la crisis creativa de la danza espa?ola, y a lo mejor alg¨²n diamante en bruto se oculta tras los faralaes o la manifestaci¨®n contempor¨¢nea.
Ten¨ªa todo mejor pinta en las pasadas y vitalistas jornadas de protesta, con el adjetivo de malditas en la convocatoria. Hoy todo es m¨¢s oficial.
Pilar Sierra es una mujer de grandes ideas. No ha tenido suerte ni demasiados reconocimientos a su bagaje y seriedad, tampoco tiene un grupo digno, con calidad, y el resultado no goza de un buen nivel art¨ªstico.
La est¨¦tica de la danza expresionista necesita de densidad en la interpretaci¨®n; el bailar¨ªn debe creer en lo que hace, estar pose¨ªdo de razones intelectuales y morales en esa l¨ªnea de demostraci¨®n gestual cuyo modelo es la alemana Mary Wigman. Sierra lo sabe e intenta que sus chicos entren en ese vocabulario torturado, interiorista y rico. Pero no ha sucedido as¨ª. La m¨¢scara no basta, y en la sala Galileo fue s¨®lo una evocaci¨®n epid¨¦rmica de la gran maestra. El argumento de Las brujas tiene un inter¨¦s relativo y el nivel de baile no ayuda a que sea entendido.
Did¨¢ctica del expresionismo
Es evidente que Sierra tiene m¨¢s cosas que decir en el terreno de la did¨¢ctica, de la cultura de la danza moderna. Su proyecci¨®n es m¨¢s formativa que espectacular, m¨¢s demostrativa que inspirada.
Abstra¨ªda de las tendencias actuales, su justo sitio estarla en un equivalente para los artistas espa?oles de lo que han sido para los franceses J¨¦r¨®me Andrews, Jacqueline Robinson y Dominique Dupuy, con los que la madrile?a comparti¨® gloriosos d¨ªas parisinos de juventud e inquietudes a la sombra de la herencia de Laban, Jooss y la academia de Golovine. La realidad ingrata local ha sido otra, y pocos se le han acercado.
Ella ha sido, adem¨¢s, una pionera en la cr¨ªtica de danza a partir del an¨¢lisis cientificista del movimiento. Todo ello le da un lugar en la historia reciente de la especialidad, y lo visto anteayer no la merece.
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