Euforia en Little Rock
Clinton lanza un mensaje de renovaci¨®n al amparo de las ideas de John F. Kennedy
La sensaci¨®n de que la antorcha ha pasado a una nueva generaci¨®n de norteamericanos, utilizando la imagen de John Fitzgerald Kennedy, es dominante cuando Estados Unidos vive a¨²n la resaca de una noche hist¨®rica. La energ¨ªa y el compromiso manifestados por el presidente electo, Bill Clinton, al declarar su victoria en Little Rock, y la conexi¨®n con los ciudadanos presentes, en su mayor¨ªa muy j¨®venes y que s¨®lo han conocido al JFK de los libros y la pel¨ªcula de Oliver Stone, dan la medida del cambio.
Eran las 23 horas y 24 minutos de la noche (las seis y veinticuatro de la ma?ana del mi¨¦rcoles, hora de Madrid) cuando Bill Clinton avanz¨® bajo la luz artificial de los focos hal¨®genos, par a pronunciar con voz ronca su discurso de triunfo. En las ¨²ltimas 48 horas s¨®lo hab¨ªa dormido tres horas y media. Esta pieza oratoria llamada de aceptaci¨®n del triunfo es tradicional en la pol¨ªtica norteamericana y sirve para marcar las lineas filos¨®ficas de la nueva presidencia. Miles de personas, aguantando un viento muy fresco, esperaban el momento desde hac¨ªa horas frente al blanco y peque?o edificio del viejo Congreso de Arkansas.Clinton prometi¨® restaurar, el ahora roto sue?o americano, pero dej¨® claro, por encima del optimismo de la hora, que va a exigir sudor y l¨¢grimas. El presidente electo inyect¨® en su primera aparici¨®n p¨²blica un mensaje de solidaridad y optimismo reforzado por la carga de fuerza y juventud que rebosan de la pareja vencedora. Concluida la ceremonia de la victoria, Clinton y Gore y sus esposas a¨²n tuvieron ¨¢nimos, para bailar desde el podio, tocar palmas y arrodillar si -ante las miradas preocupadas de un servicio secreto no acostumbrado a este tipo de presidente- para estrechar cientos de manos.
Un coro de negros que hab¨ªa calentado un ambiente ya emocionalmente muy cargado, repet¨ªa una y otra vez el espiritual "Glory, Glory, Hallelujah", mientras la multitud entrelazaba sus manos en alto. La escena ten¨ªa una fuerte carga simb¨®lica de los a?os sesenta y las luchas por los derechos civiles. Mucha gente de raza negra -Arkansas es un estado sure?o-, muchas mujeres -claves en el triunfo de Clinton- y una edad media inferior a los 30 a?os. Velas entendidas. Muchas l¨¢grimas. Todos con la etiqueta de FOB,S (Friends of Bill, amigos de Bill).Dos Am¨¦ricasLa multitud acababa de ver, en una pantalla gigante de televisi¨®n instalada en la recoleta plaza, c¨®mo George Bush, desde Houston, se hab¨ªa despedido del pa¨ªs minutos antes aceptando su derrota, con toda la cortes¨ªa de un patricio educado en los mejores colegios y universidades privadas de la costa Este. Rodeaban al presidente otro tipo de gentes: alhajadas mujeres y hombres con trajes oscuros de finas rayas de las clases pudientes tejanas. Dos p¨²blicos, dos Am¨¦ricas.
Pasaron largos minutos antes de que se apagara una tremenda ovaci¨®n. Hillary Clinton, vestida con un traje de chaqueta color burdeos sac¨® de un bolsillo el discurso de su marido -todo un s¨ªmbolo de la importancia que esta abogada feminista y activista pol¨ªtica puede tener en la nueva Administraci¨®n- y se lo entreg¨® a Bill. Va a ser la primera dama de la historia de la Rep¨²blica, como se encarg¨® de subrayar su marido, con un t¨ªtulo universitario de posgrado. El presidente electo volv¨ªa al mismo lugar desde el que hace 13 meses anunci¨¦, ante el escepticismo de toda la clase pol¨ªtica, su entrada en la carrera presidencial.
Clinton comenz¨® afirmando que el pueblo norteamericano hab¨ªa votado por "empezar de nuevo". Explic¨® que la elecci¨®n era un toque de clar¨ªn pata afrontar los retos que tiene Estados Unidos. Y se?al¨® en primer lugar al sida y luego al medio ambiente y a la dif¨ªcil con versi¨®n de una econom¨ªa de ca?ones a mantequilla, dejando claro que tiene unas nuevas prioridades. En la plataforma aplaud¨ªan Hillary, Chelsea -la hija de Clinton- y los Gore, el vicepresidente Albert, su mujer Tipper, una rubia con aspecto de yanqui de anuncio, y sus cuatro hijos.
Bill Clinton se comprometi¨®, con una oratoria caliente todav¨ªa casi de campana, a "cambiar este pa¨ªs", interpretando su arrolladora victoria como un mandato para barrer la vieja pol¨ªtica de 12 a?os de revoluci¨®n neoconservadora de Reagan y Bush. El presidente electo habl¨® de idealismo, solidaridad y esfuerzo a una naci¨®n que ha vivido una larga d¨¦cada de individualismo exacerbado, sentido de codicia y una filosof¨ªa dominante del s¨¢lvese quien pueda.Nuevo patriotismo
Clinton pidi¨® un "nuevo patriotismo", agradeciendo al mismo tiempo a Bush sus servicios prestados como patriota en la II Guerra Mundial, pero dejando claro al mismo tiempo que hablan de cosas distintas y que Estados Unidos est¨¢ necesitado de un nuevo "sentido de comunidad". El presidente electo pidi¨® esfuerzo y advirti¨® que habr¨¢ que hacer sacrificios porque la situaci¨®n econ¨®mica es mala.
Volvi¨® Clinton a tomar prestada de Kennedy la idea de que no vale s¨®lo preguntar qu¨¦ va a hacer el Gobierno por el ciudadano sino el norteamericano por el pa¨ªs. "No s¨®lo pens¨¦is en pedir sino tambi¨¦n en dar, no s¨®lo culp¨¦is a la Administraci¨®n, sino aceptad las responsabilidades personales", dijo el que ser¨¢ el 42 presidente. Clinton, que ten¨ªa a la multitud extasiada y al mundo enchufa do electr¨®nicamente a la peque?a plaza de Little Rock, concluy¨®: "Juntos podremos con seguirlo. A¨²n creo en un lugar llamado Hope" (esperanza en ingl¨¦s y nombre del pueblo donde naci¨® hace 46 a?os).
Y Clinton dio la palabra a su vicepresidente para lo que, dijo, ser¨ªan unas cuantas l¨ªneas. Pero Albert Gore no desaprovech¨® la ocasi¨®n hist¨®rica y pronunci¨® un importante discurso que sobrepas¨¦ con mucho el tradicional segundo plano que los vices tienen asignado en las celebraciones de la victoria. El senador por Tennessee, de 44 a?os, afirm¨® que este es un cambio generacional, "no s¨®lo un relevo de l¨ªderes, y se ha producido "para cambiar este pa¨ªs". Y explic¨® la nueva filosofia de intervenci¨®n estatal limitada que anima a estos de m¨®cratas de nuevo cu?o: "No abandonaremos a los necesita dos, pero pediremos a cambio responsabilidades".
Gore no va a ser un vicepresidente convencional. Ha desarrollado una gran empat¨ªa con Clinton durante la campa?a, posee fuerza y una cabeza muy clara que le convierten en un pol¨ªtico a seguir. En 1996, cuando se celebren las pr¨®ximas elecciones, s¨®lo tendr¨¢ 48 a?os.
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