"Har¨¦ revivir el sue?o de Kennedy
En v¨ªsperas de la jornada electoral del pasado martes, el . diario La Repubblica pidi¨® a Bill Clinton que describiese con sus mismas palabras, sin filtros period¨ªsticos, algunas de las ideas y de las posiciones que mantiene sobre los principales temas de pol¨ªtica interna, internacional y econ¨®mica. El nuevo presidente de EE UU escribi¨® el presente art¨ªculo.
S¨¦ muy bien que ning¨²n presidente puede hacerse ilusiones de sacar por s¨ª solo una naci¨®n del desastre en el que se ha metido. Si los americanos queremos hacerlo, deberemos conseguirlo juntos. No ser¨¢ f¨¢cil.Pero cuando yo era un adolescente recuerdo que escuch¨¦ al presidente Kennedy lanzar una llamada a todos los americanos para que asumiesen la responsabilidad de ser ciudadanos de esta naci¨®n.
Yo pido hoy a cada americano y a cada americana que encuentren la fe y la solidaridad de los a?os de Kennedy para caminar hacia la "Nueva Alianza" que har¨¢ grande a nuestra naci¨®n. La pol¨ªtica de la divisi¨®n entre las razas, los grupos sociales, los ricos y los pobres ha sido una cat¨¢strofe. Ha llegado el tiempo de pasar de la divisi¨®n a la reunificaci¨®n de Am¨¦rica.
Las cifras no dejan lugar a dudas, y han sido estas cifras las que est¨¢n conduciendo a la Administraci¨®n de Bush a la derrota. Hace 10 a?os, nuestra naci¨®n ten¨ªa los salarios m¨¢s altos de la Tierra. Hoy estamos en el decimotercer puesto. El a?o pasado, el incremento de la productividad en Alemania y Jap¨®n fue por lo menos tres -veces superior al nuestro. Ha tenido lugar un incremento impresionante, del 50%, del n¨²mero de personas que, aun teniendo un trabajo, caen en la miseria. Uno de cada 10 americanos sobrevive gracias a los food stamps, a los bonos del Estado. En compensaci¨®n, somos la primera potencia del mundo en porcentaje de gente en la c¨¢rcel. Am¨¦rica, y con ella el resto de la econom¨ªa internacional, no se puede permitir el lujo de otros cuatro a?os de Bush.La clave para llevar a Am¨¦rica a su primac¨ªa est¨¢ en la inversi¨®n. Mi proyecto econ¨®mico arranca de la necesidad absoluta y urgente de crear incentivos fiscales para sacar el dinero de la especulaci¨®n y conducirlo hacia las inversiones, sobre todo en la industria. Am¨¦rica ha renunciado a producir. S¨®lo el 16% de los trabajos tienen lugar aqu¨ª en la industria, la mitad de los porcentajes japoneses o alemanes. Mi Administraci¨®n intervendr¨¢ directamente con inversiones p¨²blicas para reconstruir las infraestructuras, y sobre todo ofrecer¨¢ a las empresas grandes est¨ªmulos fiscales para invertir. Mi programa econ¨®mico estar¨¢ financiado por los ahorros del balance militar, de 6.000 millones de d¨®lares; de los impuestos sobre los beneficios de las empresas extranjeras que trabajan en el territorio americano, y por un aumento de los impuestos sobre las rentas altas, superiores a 200.000 d¨®lares al a?o. Para la clase media, que ha pagado la cuenta de 12 a?os de Reagan y Bush, propondr¨¦ un leve aligeramiento fiscal.
Deseo decir enseguida que no soy un proteccionista, pero que tampoco ser¨¦ la alfombrilla de los competidores de Am¨¦rica. El libre cambio ha sido la piedra angular de nuestras fortunas econ¨®micas. Yo intento promover, no proteger, la industria americana. Estoy convencido que cuando la partida comercial se juega seg¨²n las reglas justas, la industria americana prospera y vence. Usar¨¦ hasta el fondo todos los poderes de la presidencia para abrir los mercados asi¨¢ticos y europeos a los productos en ingl¨¦s, made in USA, y espero de las otras naciones el mismo trato que yo les ofrecer¨¦. Lo que ahora nos falta, y que Bush nunca ha hecho, es dar a Am¨¦rica una estrategia comercial coherente como tienen otras naciones, Jap¨®n a la cabeza. Estoy totalmente convencido de que el futuro y la seguridad de Am¨¦rica dependen m¨¢s de su econom¨ªa que de su fuerza militar; por ello pienso crear enseguida un consejo para la seguridad econ¨®mica para colocar al lado del consejo para la seguridad nacional.
La victoria en la guerra fr¨ªa que Bush atribuye s¨®lo a s¨ª mismo y a los republicanos, olvid¨¢ndose que ha sido una victoria de toda Am¨¦rica, impone una reducci¨®n de nuestras Fuerzas Armadas. Pero atenci¨®n: el mundo no se ha convertido de repente en el para¨ªso terrenal. Golpes de cola del pasado son posibles cada d¨ªa. Las Fuerzas Armadas deben seguir siendo poderosas, pero deben transformarse en un cuerpo m¨¢s flexible y m¨®vil, una verdadera fuerza de intervenci¨®n inmediata. Tengo previsto dejar una presencia militar americana significativa en Europa, en la OTAN, si nuestros aliados lo desearan, y concordar con ellos todo retiro eventual. Pero es necesario conjugar la seguridad nacional con el ahorro. Estoy dispuesto a usar fuerzas americanas, junto con las de otras naciones, en las ¨¢reas de conflicto como Bosnia, Somalia, Camboya, para devolverles la paz. Pero ha llegado el momento de que nuestros aliados dividan con nosotros los gastos de la seguridad global.
Ninguna pol¨ªtica exterior americana puede tener ¨¦xito si no refleja los valores profundos del pueblo ni de la esperanza americana. El trabajo de la libertad, que ha tenido tanto ¨¦xito en la Europa del Este, gracias, antes que nada, al sacrificio y a la batalla de aquellos pueblos, se ha realizado s¨®lo a medias, como demuestra China, donde el presidente Bush prefiri¨® mandar sus emisarios a brindar con los opresores de la plaza de Tiananmen en vez de estar de parte del los estudiantes. Hay quien cree que la respuesta es el aislacionismo, y es un grave error. La respuesta justa es un presidente en grado de llevar a cabo una pol¨ªtica exterior fundada sobre los valores de la democracia americana y una pol¨ªtica interior que se interese por la econom¨ªa y necesidades sociales de este pa¨ªs. Muchos se preguntan si el electorado americano no se ha revelado ingrato con Bush, que ha conducido tan brillantemente la guerra en el Golfo. Yo estoy aqu¨ª para aplaudir a Bush por aquella campana, que apoy¨¦. El error fue cometido antes, cuando Bush contribuy¨® a reforzar a aquel Sadam Husein que un d¨ªa: tendr¨ªa que combatir. Es un, ejemplo cl¨¢sico de pol¨ªtica exterior sin visi¨®n moral.
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