Oleoducto sobre ruedas
La carretera que une Amm¨¢n con Bagdad es hoy la ¨²nica v¨ªa para exportar el crudo iraqu¨ª
ENVIADO ESPECIAL El ¨²nico oleoducto que le queda a Sadam Husein es una carretera: la que une Amm¨¢n con Bagdad. Cientos de camiones amarillos, rojos o verdes, viejos o destartalados, recorren cada d¨ªa casi 900 kil¨®metros con el ¨²nico objetivo de llenar sus cisternas con el petr¨®leo prohibido. Aunque las resoluciones de la ONU permiten a Jordania, por su extrema dependencia energ¨¦tica, importar 50.000 barriles diarios de crudo iraqu¨ª, nadie lleva la cuenta. La frontera jordano-iraqu¨ª y la de Irak con Turqu¨ªa son, seg¨²n EE UU, los puntos en los que se viola el embargo, lo que niegan Amm¨¢n y Ankara. La sugerencia de Estados Unidos de desplegar observadores de la ONU en la frontera jordana no tiene el apoyo del rey Hussein.
Doce trabajadores jordanos parecen los responsables de controlar el contenido de los camiones que cruzan a Irak por la carretera Amm¨¢n-Bagdad. De los 12, uno dirige; seis parecen contentarse con mirar; y los otros cinco, callados y sudorosos, hacen el trabajo de todos, afan¨¢ndose en empujar unas cajas de cart¨®n en el interior de un gigantesco remolque. La operaci¨®n se hace simult¨¢neamente, con los mismos protagonistas y el mismo reparto, en otros tres camiones. Muy cerca, aparcados mientras sus conductores realizan el papeleo, quedan no menos de 30 veh¨ªculos, cada cual m¨¢s grande.La carretera, que recorre en l¨ªnea recta casi 900 kil¨®metros de desiertos ocres y negros, es un escaparate de ingenio local: los camiones-cisterna cl¨¢sicos han sido acondicionados para poder transportar m¨¢s carga, convirti¨¦ndose en monstruos de hierro en los que la tripa sobresale un metro y medio por encima del tejadillo del conductor. Este sistema tambi¨¦n funciona para el transporte de mercanc¨ªas. Se pueden ver camiones de gasolina manchados de alquitr¨¢n h¨²medo; contenedores oxidados que pierden l¨ªquido por las junturas y camiones vac¨ªos que siempre van a alguna parte.
Una 'autopista' aceptable
La autopista, como la denominan algunos, es, en el lado jordano, una carretera aceptable en la que no debi¨® quedar dinero para pintar las se?ales en el piso y para colocar el guardarra¨ªl en los lados. Hasta llegar a Azrar, el primer pueblo grande, no hay gasolineras ni r¨ªos a la vista. En Safawi, a 185 kil¨®metros de la frontera, los camiones se arremolinan en las cercan¨ªas de dos comederos. "Llevan petr¨®leo desde Bagdad hasta Amm¨¢n", dice Al¨ª, un taxista iraqu¨ª especialista en el recorrido. Preguntado por la actitud de los polic¨ªas jordanos, responde maliciosamente: "No problem".
Hasta la frontera de Irak hay cuatro controles policiales fijos. El pen¨²ltimo, en Al Rowasid, parece el m¨¢s importante: tiene tres soldados, pero s¨®lo uno se incorpora para ver la cara de los pasajeros. A sus espaldas, mientras, pasan sin parar los camiones-cisterna.
La frontera, en el lado jordano, es sucia y parece a medio hacer. Est¨¢ repleta de polic¨ªas que discuten, comen o fuman, sin atender a los coches que esperan con paciencia beduina. No parece el lugar m¨¢s apropiado para quebrantar de forma organizada y premeditada la ley intemacional. Mientras los autom¨®viles esperan alg¨²n turno, los cisternas pasan por otra entrada, la de las personas importantes. All¨ª les espera un polic¨ªa diligente que no fuma y no discute: s¨®lo trabaja.
Al otro lado de la frontera, separado por un kil¨®metro de tierra de nadie, est¨¢ Irak. Hay un cartel que dice: "WeIcome to Irak" y un retrato de Sadam con la t¨²nica ¨¢rabe. Ambos est¨¢n colgados de unos arcos blancos y puntiagudos, que parecen las puertas de lo prohibido. Los tr¨¢mites aduaneros son tan perezosos como mil metros atr¨¢s. Nadie parece tener prisa, ni siquiera el cajero del banco estatal, que murmulla sus oraciones agachado en direcci¨®n a La Meca.
Los camiones, superado el tr¨¢mite, prosiguen sin sobresaltos su recorrido. El ¨²nico oleoducto de Sadam no descansa.
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