Los bodegones de S¨¢nchez Cot¨¢n, en el Prado
El museo presente una obra del pintor comprada hace un a?o por 450 millones de pesetas
La exposici¨®n La imitaci¨®n de la naturaleza. Bodegones de S¨¢nchez Cot¨¢n se inaugur¨® ayer en la sala 18 A de la planta principal del Museo del Prado, en donde permanecer¨¢ abierta hasta el 17 de enero. Es la primera vez que se re¨²nen los seis bodegones conocidos y aut¨¦nticos de S¨¢nchez Cot¨¢n y uno de Felipe Ram¨ªrez. Entre ellos figura el bodeg¨®n de caza, hortalizas y fruta, adquirido por el Prado por 450 millones, de pesetas. Para el comisario, William B. Jordan, las pinturas ofrecen una "impresionante visi¨®n de la realidad" y para el director del museo, Felipe Gar¨ªn, se trata de "un peque?o homenaje a un gran pintor".
Con el patrocinio "exclusivo" -tal cual reza la invitaci¨®n oficial con evidente impertinencia- de la Fundaci¨®n Central Hispano, cuyo ejemplar comportamiento de mecenazgo merecer¨ªa presentarse con mayor elegancia sem¨¢ntica, se presenta una peque?a gran exposici¨®n de bodegones de Juan S¨¢nchez Cot¨¢n (Orgaz, Toledo, 1560 Granada, 1627), que contiene la media docena que hoy se conservan del mismo sin m¨¢cula de duda respecto a su autor¨ªa, m¨¢s otro de Felipe Ram¨ªrez, pintor del que apenas sabemos nada fuera de su documentada actividad entre 1628 y 1631, pero cuyo estilo est¨¢ estrechamente relacionado con el del toledano.La muestra se realiza para celebrar el reciente ingreso en la colecci¨®n del museo del cuadro titulado Caza, hortalizas y frutas (1602), procedente de la colecci¨®n Hernani y adquirido gracias a los fondos provistos por el legado Manuel Villaescusa y por la Fundaci¨®n Central Hispano a fines de 1991.
Es la primera vez que estos seis bodegones de irrefutable autor¨ªa se exponen juntos, lo que, siendo S¨¢nchez Cot¨¢n uno de los mejores bodegonistas del arte moderno europeo y el que mejor ha servido para definir la interpretaci¨®n espa?ola de este g¨¦nero, no es precisamente una mala carta de presentaci¨®n.
Pero ?qui¨¦n era este S¨¢nchez Cot¨¢n y en qu¨¦ consiste la importancia art¨ªstica de sus tan apreciados bodegones? Lo que sabemos de su vida y obra es tan simple como corrresponde a quien, en plena madurez, a los 42 a?os, decide ingresar en la Cartuja y all¨ª permanece hasta su muerte, llevando en las sedes mon¨¢sticas de Granada y El Paular una tan virtuosa y apacible existencia que sus contempor¨¢neos juzgaron pr¨®xima a la santidad, tal y como lo atestigua Palomino, que afirma. que falleci¨® "con cr¨¦ditos de ejemplar var¨®n".
Antes de profesar en tan severa orden, S¨¢nchez Cot¨¢n, que fue disc¨ªpulo y amigo de Blas de Prado, alcanz¨® una relevante fama local como pintor, actividad en la que no ces¨® cuando ingres¨® en el convento, pero que orient¨® ya. hacia una tem¨¢tica casi exclusivamente religiosa.
Aunque se conservan bastantes pinturas de temas piadosos de S¨¢nchez Cot¨¢n y en absoluto cabe menospreciarlas, tanto por el original encanto primitivista con que ¨¦ste reinterpreta los modelos flamencos e italianos, estos ¨²ltimos adoptados v¨ªa El Escorial, como por lo que reflejan acerca de los primeros tientos naturalistas de la pintura barroca espa?ola, la fama le vino gracias a sus bodegones, que debi¨® de aprender junto a su maestro Prado, pero que supo tratar con una perfecta y escalofriante' concisi¨®n, que marca ya las distancias respecto al modelo naturalista italiano, de timbre m¨¢s vibrante y teatral, como al de la precisa frialdad francesa o al de la exuberante de los flamencos.
S¨¢nchez Cot¨¢n, tambi¨¦n en esto a la manera espa?ola, no es muy inventivo ni ameno, en cuanto a la variaci¨®n de las composiciones, sino que ahonda mediante la insistencia en un mismo esquema: piezas de caza menor, flores, frutos y hortalizas, alimentos humildes del zurr¨®n popular, que se recortan, ingr¨¢vidos, si bien pl¨¢sticamente muy sustanciados, sobre un fondo tenebroso, cuya negra 'hondura palpita misteriosamente a¨²n m¨¢s al estar enmarcada por el quicio m¨¢s de fresquera que de ventana.
Las seis piezas maestras ahora reunidas, que proceden de Granada y Madrid, de las ciudades norteamericanas de San Diego y Chicago y, en fin, de Londres, donde no hace mucho fue descubierto un bodeg¨®n, probablemente fragmentado, del maestro toledano, forman una muestra contundente, que ha estado dirigida por William B. Jordan, cuya exposici¨®n Spanish still life in the Golden Age, 1600-1650, celebrada en 1985 en el Kimbell Art Museum de Fort Worth, le otorg¨® merecidamente el rango de primera autoridad en la materia. El bell¨ªsimo bodeg¨®n de Felipe Ram¨ªrez se conserva en el Prado como el mejor testimonio de la huella de S¨¢nchez Cot¨¢n.
La bodega de Dios
El titulado Bodeg¨®n de caza, hortalizas y frutas, firmado y fechado por S¨¢nchez Cot¨¢n en 1602, un a?o antes de profesar como cartujo, es indudablemente una pieza magistral entre las seis absolutamente autorizadas que de ¨¦l se conservan. Estuvo un tiempo en el Museo de la Trinidad de Madrid, proveniente de la confiscaci¨®n de bienes del infante carlista Sebasti¨¢n Gabriel de Borb¨®n, a quien m¨¢s tarde revirti¨®, lo que explica que no pasara, como el resto de los fondos de este circunstancial museo de la desamortizaci¨®n, al Prado, al que, no obstante, tras m¨¢s de un siglo de intermedio, vuelve, benem¨¦ritamente adquirido con el concurso privado en la colecci¨®n Hernani. Adem¨¢s de sus excelencias art¨ªsticas, que las tiene todas, pues se trata de una obra de madurez, posee la importancia hist¨®rica de aclarar el antes y el despu¨¦s cartujano del bodeg¨®n de S¨¢nchez Cot¨¢n, que, al parecer, se hizo m¨¢s escueto, suprimiendo los sensuales elementos de caza, aqu¨ª representados en forma de ensartados gorriones, tordos y perdices. Aunque la mayor parte de los bodegones los pint¨® S¨¢nchez Cot¨¢n antes de hacerse religioso, su legendaria fama de pintor-monje y esa muda en intensa ingravidez atmosf¨¦rica que circunda estos humildes objetos inanimados, tratados con el m¨¢s crudo y preciso verismo, fue seguramente la que tent¨® a sus posteriores int¨¦rpretes en el sentido de buscar en ellos claves metaf¨ªsicas y m¨ªsticas, cual si fueran, por as¨ª decirlo, unos bodegones a lo divino, lo cual no constituye en absoluto una hip¨®tesis descabellada, si, bien no ofrece las apoyaturas simb¨®licas m¨¢s expl¨ªcitas que ornar¨¢n el g¨¦nero a?os despu¨¦s. Sea como sea, se trata de un ejemplo perfecto del sentido espa?ol en este g¨¦nero, tambi¨¦n llamado for¨¢neamente de naturalezas muertas, aludi¨¦ndose con ello a que est¨¢n inm¨®viles o inanimadas, pero que nuestros antepasados ubicaron en ese humilde fondo hogare?o de las fresqueras o bodegas, lo que revela un tipo antropol¨®gico de espiritualidad nacional que, cual advirtiera santa Teresa, busca a Dios entre los pucheros.
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