Kerbala, huella de guerra y de revuelta
Lucha por la supervivencia en la ciudad santa de los shi¨ªes de Irak
En Kerbala, a diferencia de Bagdad, las huellas de la guerra est¨¢n en la calle. El gran esfuerzo reconstructor no ha llegado hasta la ciudad santa de los shi¨ªes de Irak. Las casas semidestruidas por las bombas rodean las mezquitas de Al Husein y Abas. Una larga valla gris trata de esconder su miseria. El Gobierno, dicen los funcionarios, tiene planes de construir edificios nuevos, pero a¨²n no ha puesto la primera piedra. Kerbala estuvo, tras la guerra, 11 d¨ªas en manos de los rebeldes shi¨ªes que se alzaron contra Sadam Husein. Seg¨²n el gobernador de la provincia, el general Abdul Kalik, ya no hay problemas. "La gente vive tranquila, tratando de sobrevivir al embargo".
La ley del silencio impera aqu¨ª m¨¢s que en ning¨²n otro sitio. Nadie habla. En Kerbala, situada a 100 kil¨®metros al sur de Bagdad, el recuerdo de la guerra del Golfo est¨¢ muy pr¨®ximo. El general Abdul Kalik, un hombre de la m¨¢xima confianza del presidente Sadam Husein, es el responsable pol¨ªtico y policial de la provincia de Kerbala desde el final del conflicto b¨¦lico.Sentado detr¨¢s de una gran mesa de despacho adornada con 10 tel¨¦fonos y seis retratos de Sadam, habla como Santos Bandera, el personaje de Valle-Incl¨¢n: "Los rebeldes eran extranjeros iran¨ªes que se infiltraron en Irak aprovechando que nuestro Ej¨¦rcito estaba ocupado en otro frente para enga?ar a nuestra gente y llevarles al desastre".
Kalik, que habla pausado, s¨®lo se altera cuando relata el sufrimiento del pueblo con el embargo internacional. El general est¨¢ convencido de que si volvieran los rebeldes "el. mismo pueblo de Kerbala les har¨ªa frente".
Sentencias de muerte
Abdul Kalik, que firm¨® la mayor¨ªa de las sentencias de muerte que llevaron a ejecuciones tras la conquista de la ciudad por la Guardia Republicana en marzo de 1990, tiene unas manos firmes y grandes. Con ellas dibuja con precisi¨®n el papel de la prensa internacional: "Explicar al inundo la verdadera realidad del pueblo de Irak".
Fuera, en la calle, apenas hay bullicio. La ciudad se muestra en estampas, como en diapositivas, siempre de una en una y nunca como una pel¨ªcula. Las mujeres visten el aba negro de los shi¨ªes, que las cubre todo el cuerpo, y caminan como en una procesi¨®n de viudas con la cabeza gacha.
Los ni?os, aparentemente alegres y sanos, entran o salen de la escuela primaria como en cualquier otro lugar del mundo: jugueteando e inventando travesuras. Y los hombres toman t¨¦ hirviendo sorbiendo del plato, moda iraqu¨ª que detestan los Jordanos, apoyados en cualquier esquina.
En la gigantesca - explanada de arena que une las grandes mezquitas doradas de Al Husein y Abas, la actividad es mayor. Los peregrinos de fuera se mezclan con los fieles de Kerbala, la ciudad m¨¢s santa de los shi¨ªes.
La tradici¨®n dice que el imam Al Husein, primo de Mahoma, acudi¨® en el siglo VII a Kerbala llamado por sus habitantes para liberarles del yugo de los Omeyas de Damasco. Una vez en la ciudad, nadie sigui¨® su llamada a la revuelta y fue asesinado junto con toda su familia. Su muerte representa el nacimiento del shi¨ªsmo.
Mezquitas-cuarteles
En marzo de 1990, los rebeldes shi¨ªes escogieron las mezquitas .como cuarteles generales. Ambas sufrieron grandes desperfectos durante los duros combates con la Guardia Republicana. Hoy han sido casi totalmente restauradas. En la sala de visitas de Al Husein, el jefe espiritual de la mezquita asegura que ahora la gente es m¨¢s religiosa que antes de la guerra.
Existe un tribunal, compuesto por el imam, el gobernador general y otras autoridades pol¨ªticas de la provincia, encargadas de administrar los donativos de los fieles, que alcanzan los 180.000 dinares al mes. El tribunal los reparte entre los pobres.
En el zoco, entre el olor a perfume, especias y pescado, nadie puede responder a la pregunta de por qu¨¦ hay un embargo internacional contra Irak. "No quieren que seamos fuertes, es una conspiraci¨®n sionista", exclama un vendedor de tomates iraqu¨ªes reblandecidos por el calor.
'Tos norteamericanos quieren dividir Irak", afirma otro desde un puesto de baratijas. "Bush odia al pueblo iraqu¨ª", afirma un tercero. S¨®lo uno, un vendedor de telas mustias, se aproxima un poco a la realidad: "Es por la invasi¨®n de Kuwait, pero si ya no estamos all¨ª, ?por qu¨¦ sigue el embargo?", pregunta.
La televisi¨®n iraqu¨ª nunca ha explicado la existencia de las resoluciones de las Naciones Unidas o de los acuerdos firmados por Irak por los que se compromet¨ªa cumplirlas. La televisi¨®n, como la prensa o la radio, s¨®lo repiten la tesis del tendero de legumbres: la existencia de una conspiraci¨®n internacional. Es la ¨²nica que tienen.
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