Las cuentas de la barbarie xen¨®foba en Alemania
La extrema derecha ha perpetrado cerca de 2.000 actos violentos en lo que va de a?o
Desde la unificaci¨®n, con absoluta meticulosidad, el Ministerio del Interior alem¨¢n lleva la cuenta exacta de los actos de violencia protagonizados por la extrema derecha. Entre el 1 de enero y el 22 de noviembre de este a?o se ha alcanzado la cifra de 1.912, con el resultado de, al menos, 16 muertos. En contra de lo que: generalmente se cree, 1.171 ocurrieron en la parte occidental del pa¨ªs y 741 en la antigua Alemania comunista. En 1990, el a?o de la unificaci¨®n, la cifra -referida s¨®lo al Oeste- fue de 270 casos. El a?o siguiente, 1991, se cerr¨® con 1.483 ataques y tres muertos.
El estadillo de las dos ¨²ltimas semanas contabilizadas por los funcionarios de Bonn da una idea clara de la intensidad y la progresi¨®n geom¨¦trica de la violencia: entre los pasados 8 y 15 de noviembre hubo 83 ataques, y en la semana del 16 al 22, 69. La que ahora termina supondr¨¢, sin duda, todo un r¨¦cord, no tanto por el n¨²mero de ataques como por el hecho de que las acciones de violencia han ocasionado cinco muertos. Resumiendo con la frialdad de los n¨²meros, se trata de un promedio de cinco agresiones contabilizadas por d¨ªa desde que empez¨® el a?o.La opini¨®n p¨²blica internacional se conmocion¨® a finales del pasado mes de agosto con las impresionantes im¨¢genes que llegaban del puerto b¨¢ltico de Rostock. Durante casi una semana, bandas de energ¨²menos saludando brazo en alto prendieron fuego a un albergue para refugiados en el barrio de Lichtenhagen. D¨ªa tras d¨ªa, desafiaron a las acobardadas fuerzas de polic¨ªa y, hasta la fecha, a¨²n no hay una sola pista de los culpables, cuando todo el mundo sabe que una gran parte de ellos eran los propios j¨®venes del barrio aplaudidos y animados por sus mayores.
Pero para entonces la racha de violencia cumpl¨ªa ya m¨¢s de un a?o. Siempre hubo incidentes, cierto, ya que los nost¨¢lgicos del nacionalsocialismo han mantenido vivo el rescoldo de la violencia racista y xen¨®foba durante casi toda la posguerra, pero la ola sistem¨¢tica de estos ¨²ltimos tiempos tiene un punto de partida. Fue en septiembre de 1991, en una situaci¨®n muy similar a la de Rostock, cuando bandas de neonazis apoyadas por la poblaci¨®n local atacaron un albergue de refugiados en Hoyeswerda. Durante casi una semana mantuvieron sitiados a sus inquilinos. La polic¨ªa no actu¨®, e incluso confraterniz¨® con los asaltantes.
La moda de los incendios
Las semanas siguientes, y especialmente en los d¨ªas en torno al 3 de octubre de 1991, cuando se celebraba el primer aniversario de la unificaci¨®n, la violencia se desparram¨® por todo el pa¨ªs y con ella la moda de incendiar los albergues para refugiados. El d¨ªa de la fiesta nacional, mientras el Gobierno y las altas instituciones del Estado lo celebraban oficialmente en Hamburgo con discursos destinados a apagar los temores que pudieran surgir en Europa por la nueva gran Alemania, en el resto del pa¨ªs se desencadenaban decenas y decenas de agresiones contra extranjeros. En H¨¹nxe, en Baja Sajonia, en un primer ensayo de lo que luego llegar¨ªa, cinco libaneses resultaron con graves quemaduras a causa de uno de estos incendios.La ristra de nombres de ciudades, algunos m¨¢s repetidos que otros, algunos tristemente famosos, ha ido llenando las p¨¢ginas de los peri¨®dicos mientras el Gobierno del canciller Helmut Kohl agitaba el fuego de la violencia insistiendo machaconamente en que el problema hab¨ªa que buscarlo en la avalancha de refugiados que, ampar¨¢ndose en las liberales leyes de asilo alemanas, llegaban al pa¨ªs. El goteo cotidiano de estas agresiones y una sensaci¨®n de inevitabilidad, basada en la impunidad con que han actuado los grupos neonazis, calaba poco a poco en la opini¨®n p¨²blica, hasta el punto de que, finalmente, la oposici¨®n socialdem¨®crata, en contra de sus principios m¨¢s tradicionales, aceptaba que, en el fondo, alguna culpa ten¨ªan los extranjeros, y ced¨ªa a las pretensiones de Kohl y los conservadores de cambiar el derecho de asilo, creyendo que as¨ª, de una manera milagrosa, todo se arreglar¨ªa.
A lo largo de todo este proceso, en medio de este batiburrillo de informaci¨®n deslavazada, se ha formado una imagen de la situaci¨®n que no corresponde a la realidad. Las cifras, por ejemplo, indican claramente, en contra de la opini¨®n generalizada, que la violencia contra extranjeros en Alemania es mayor, en t¨¦rminos absolutos, en el rico Occidente que en el antiguo Estado comunista. En lo que va de a?o, los incidentes en el Oeste suman 1.171, mientras que en la ex RDA alcazan los 741. Sucede, en primer lugar, que se trata de dos tipos de violencia diferenciados. En las ciudades industriales de la ex RDA, con un alt¨ªsimo desempleo, sin infraestructuras que canalicen las inquietudes de los adolescentes, proliferan los ataques masivos contra los albergues de refugiados. Se trata de un deporte de fin de semana practicado por los j¨®venes lugare?os y que da lugar a excelentes im¨¢genes televisivas.
Igualmente, los adolescentes ossis (de la ex RDA) han acogido con mucho mayor entusiasmo el aspecto est¨¦tico del nazismo; los uniformes, las cruces gamadas, el saludo a la romana, las banderas prusianas, las cabezas rapadas y, especialmente, la disciplina militarista. Porque, b¨¢sicamente, son los mismos que, al amparo de otra ideolog¨ªa totalitaria, desfilaban antorcha en mano con camisas azules en los festejos del r¨¦gimen comunista.
Acciones ideol¨®gicas
En la parte occidental, las acciones son m¨¢s solitarias, m¨¢s siniestras. Consisten en r¨ªo m¨¢s de tres o cuatro individuos que, tras emborracharse, llenan un par de latas de gasolina e incendian un albergue en alg¨²n lugar distante de su domicilio, en silencio, sin ninguna relaci¨®n personal. Es una acci¨®n visceralmente ideol¨®gica. En todo caso, de lo que no hay duda es de que se trata de adolescentes confusos, desesperanzados y en busca de una identidad. Las estad¨ªsticas lo muestran claramente. Un 67% de los miebros de estos grupos neonazis tienen menos de 20 a?os. Otro 29% tiene entre 21 y 30 a?os, y s¨®lo un 2,5% es mayor de 31 a?os.Las estad¨ªsticas indican tambi¨¦n que, en lo que va de a?o, del total de casos, 605 han sido acciones incendiarias, 16 han utilizado explosivos y 452 han sido ataques corporales con resultado de heridos. Los explosivos son una novedad, y la cifra de incendios dobla la de 1991. Los muertos pasan de 3 a 16. Pero, curiosamente, la mitad de estas v¨ªctimas no son extranjeros, sino ale manes, lo que el Ministerio del Interior llama, eufem¨ªsticamente, enemigos pol¨ªticos, aunque, en la mayor¨ªa de los casos no sean m¨¢s que tipos que llevaban el pelo largo o que se negaron a saludar brazo en alto.
La sensaci¨®n de impunidad que poco a poco han ido sintiendo estos energ¨²menos tambi¨¦n est¨¢ jugando un papel importante, ya que si la actuaci¨®n de las fuerzas policiales, hasta ahora, deja mucho que desear, otro tanto o m¨¢s hay que decir de la de los tribunales.
El pasado 8 de octubre, un tribunal de distrito de Berl¨ªn sentenci¨® a cuatro a?os y medio de prisi¨®n a un alba?il de 22 a?os que hab¨ªa asesinado a pu?aladas a un inmigrante vietnamita. Los hechos hablan por s¨ª solos. El asesino paseaba por el barrio de Marzhan, uno de los suburbios colmena de Berl¨ªn Oriental, cuando tropez¨® con un grupo de vietnamitas vendiendo cigarrillos en la calle. Los vietnamitas eran una de las minor¨ªas m¨¢s presentes en la ex RDA, ya que su Gobierno pagaba en horas de trabajo inmigrante la deuda b¨¦lica que hab¨ªa contra¨ªdo con la Alemania comunista.
Constitu¨ªan un curioso tipo de trabajadores invitados, que no recib¨ªan m¨¢s que una peque?a proporci¨®n de su salario. En su misma situaci¨®n se encontraban otros muchos ciudadanos de pa¨ªses del Tercer Mundo a cuyas revoluciones hab¨ªa contribuido el bloque socialista, como angole?os o mozambiquenos.
Cuando cay¨® el muro, los vietnamitas vieron la gran oportunidad de no tener que volver a su pa¨ªs y quedarse en Occidente. Durante unos meses se adue?a ron del mercado negro de divisas, pero cuando se produjo la unificaci¨®n monetaria se acab¨® el negocio.
La 'justicia' por la mano
El alba?il estaba resentido por todo esto, estaba resentido por la capacidad comercial de estos ex tranjeros. Dio una patada a la mesa en la que se amontonaban los cigarrillos de contrabando y empuj¨® a los vendedores. Uno de ellos se levant¨® para hacer frente a la agresi¨®n. El alba?il sac¨® su navaja y se la clav¨® repetidas veces.El juez desech¨® la tesis de que el alba?il hab¨ªa actuado en de fensa personal y a?adi¨® en la sentencia: "No podemos tolerar que la gente se tome la justicia por su mano y luche contra los extranjeros en nuestras calles". Apu?alar a un vietnamita cuesta en Alemania no m¨¢s de dos a?os de c¨¢rcel.
En Wuppertal, a escasos kil¨®metros de la frontera holandesa, el pasado 3 de octubre, d¨ªa de la unificaci¨®n alemana, una banda de neonazis destroz¨® los cristales de m¨¢s de 30 ventanas de una es cuela griega y pint¨® cruces gama das en todas las pizarras.
Los asaltantes escribieron en las paredes: "Alemania para los alernanes" y "Extranjeros fuera". La escuela, financiada por el Gobierno griego, acoge a los hijos de los trabajadores de esta comunidad, una de las de mayor tradici¨®n en Alemania, que trabajan como mineros en la cuenca del Ruhr. Nadie se explic¨® la raz¨®n del ataque, ya que no ha ha bido ning¨²n tipo de roces entre comunidades.
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