?Aaaaaahhhhh!, ?zas!
Ya hay listas de espera para los cursos de autodefensa contra agresiones sexuales
Al un¨ªsono, veinte mujeres en ch¨¢ndal lanzan la voz y crispan el rostro. La atronadora terapia vac¨ªa la mente y entrena el esp¨ªritu, tras haber calentado previamente el cuerpo. La clase de autodefensa, organizada por la Asociaci¨®n Feminista de Autodefensa Walkirias, puede empezar. Durante la hora y media siguiente, las alumnas aprender¨¢n las llaves necesarias para quitarse de encima a ligones de barra excedidos, sobones no solicitados, atracadores y, sobre todo, a los violadores. "Aqu¨ª vais a aprender a defenderos si os atacan", asegura Conchi, la monitora.
Mujeres que en su vida han matado una mosca se enfrentan con fiereza, en ataques cuerpo a cuerpo, a la mujer que representa a un posible violador. Las situaciones var¨ªan: la mujer-agresor intenta tirar a la mujer-v¨ªctima al suelo, trata de coloc¨¢rsele encima, intenta arrinconarla contra una pared para la penetraci¨®n... Y la v¨ªctima se defiende con toda su fuerza y, sobre todo, con las t¨¦cnicas que le ense?an en el curso para evitar la violaci¨®n.A las partes m¨¢s vulnerables del cuerpo masculino deben dirigirse los golpes. Las sienes, el o¨ªdo, la laringe, el plexo solar, la rodilla y los test¨ªculos son los principales puntos de ataque. Aunque un buen golpe a la barbilla, el vientre, la espinilla y el empeine puede ayudar. "?Aaaaaahhhhh!", grita Carmen, mientras lanza el pu?o al rostro de Minerva. Con un golpe seco -?zas!- Minerva le aleja el brazo y lanza sus nudillos contra la sien de la mujer-agresor. Tocado.
Sentirse paralizada
La lucha dura s¨®lo unos minutos, lo suficiente para que las parejas se separen con el coraz¨®n palpitante y la adrenalina subida. "?Mirad con agresividad! ?Esto no es un juego!", grita Conchi. Las mujeres pasean por la clase como si estuvieran solas en una calle de madrugada. "?Si sent¨ªs que hay alguien detr¨¢s, volveos bruscamente y enfrentaos a ¨¦l con la mirada! Si va a por vosotras, atacad", a?ade.Lola gira, agarra por los hombros al agresor, le hace un barrido -sit¨²a su pierna derecha tras la pierna izquierda del contrario y le empuja, oblig¨¢ndole a caer- y le da una patada victoriosa en los test¨ªculos. Las alumnas aplauden a la sorprendida Lola. "?Muy bien, t¨ªa!". La walkiria Yolanda agarra de las mu?ecas a Noem¨ª, que, con un movimiento de rotaci¨®n, se libera, esquiva el cuerpo y le lanza un golpe seco al cuello. No hay golpes reales, pero la rabia sale de dentro.
Para la mayor¨ªa de las mujeres es la primera vez que se enfrentan f¨ªsicamente a alguien. Muchas han sido atracadas y hay una que ha estado en una casa de mujeres maltratadas. "A una amiga m¨ªa la violaron bucalmente", comenta Paz, que tiene 17 a?os. Todas confiesan que fueron incapaces de enfrentarse a su agresor porque se sintieron paralizadas.
Para superar el miedo que las convirti¨® en v¨ªctimas indefensas, 60 mujeres participaron la semana pasada en un curso intensivo de autodefensa organizado por la Asociaci¨®n Feminista de Autodefensa Walkirias.
La pol¨¦mica informativa que suscit¨® la concesi¨®n, en septiembre, de una subvenci¨®n de 700.000 pesetas del Ministerio de Asuntos Sociales a esta asociaci¨®n, les ha venido al pelo a las aguerridas walkirias. No han conseguido todav¨ªa un local fijo, pero cuentan con el inter¨¦s creciente de mujeres que desean aprender a defenderse y ya tienen listas de espera.
Desde ni?as de 12 a?os hasta mujeres de 50 participan en los tres grupos diarios. Por problemas de espacio, se han quedado en lista de espera cerca de doscientas. El m¨¦todo que ense?an las walkirias no se limita a la tradicional "patada -en los huevos", sino que recoge un conjunto de artes marciales sencillas, pero eficaces para las agresiones, y de llaves secretas para la violaci¨®n. Le llaman wen-do: camino de mujer.
"Son movimientos inspirados en algunos animales,. como la r¨¢pidez y fuerza del felino o el ataque s¨²bito de la serpiente", comenta Merche, walkiria y karateka. Durante hora y media al d¨ªa, las elegidas aprenden a confiar en s¨ª mismas y en las posibilidades de su cuerpo para prevenir y para neutralizar un ataque. Lanzan las piernas y los brazos contra paredes de goma para comprobar su fuerza y preparar la defensa. "iAaaaaa!", y, tras lanzar un tremendo patad¨®n, Ana descubre que tiene unas piernas de acero.
Mantener la mirada
"Nos acusan de ser agresivas, pero nuestra filosof¨ªa es justamente lo contrario: estar preparadas para evitar la agresividad ajena", explica la walkiria Alicia, que es profesora de educaci¨®n f¨ªsica.Madrid acapara el mayor n¨²mero de violaciones de toda Espa?a, seguido de Barcelona y Valencia. "No hay nada m¨¢s mentiroso que el rel¨¢jate y disfruta que se les dice a las mujeres cuando las pilla un violador", a?ade Alicia.
Mar¨ªa naci¨® en Uruguay, pero, tiene la nacionalidad espa?ola y un hijo nacido en Espa?a. Decidi¨® asistir a los cursos para superar la sensaci¨®n de impotencia que le asalt¨® cuando le atracaron. Y tambi¨¦n por el miedo a un posible ataque racista por su piel oscura. "Nunca me he sentido en peligro, porque no me ve¨ªa diferente.Desde el asesinato de la dominicana Lucrecia P¨¦rez yo s¨¦ en qu¨¦ bando me coloca el color de mi piel". Al segundo d¨ªa de clase, Mar¨ªa consegu¨ªa escabullirse de la llave de estrangulamiento con que su compa?era la clavaba al suelo.
Tras la subida de adrenalina que provoca la lucha, sobreviene la ca¨ªda, con la sensaci¨®n de desvalimiento que produce la s¨²bita conciencia f¨ªsica, que no te¨®rica, del posible ataque. Para estas ocasiones, Conchi, la monitora, combina las t¨¦cnicas de autodefensa con la relajaci¨®n. Juegos y masajes terminan de tranquilizar a las participantes en el cursillo. La clase contin¨²a.
Las mujeres, en dos hileras, forman un estrecho pasillo. Por ¨¦l pasar¨¢n, de una en una, bajo las miradas de agresividad o chuler¨ªa de las dem¨¢s. La situaci¨®n simulada es conocida por la, mayor¨ªa, que ha sufrido el mal trago de pasar junto a un grupo de hombres con ganas de comentar sus incidencias anat¨®micas. Lo que algunos llaman piropos, otras lo llaman mal rato. Pocas consiguen mantener la mirada.
Tumbada en el suelo, una mujer-v¨ªctima da vueltas sobre su espalda, los brazos en alto, mientras lanza en¨¦rgicas patadas para evitar que la agarren las que la hostigan en c¨ªrculo.
Entre jadeos y algunas risas, mujeres grandes y peque?as, gordas y delgadas, fuertes y d¨¦biles, se enzarzan sucesivamente en situaciones simuladas. "Te da mucha seguridad. Sales de las clases diciendo: ?A ver qui¨¦n se mete conmigo!", sonr¨ªe Libertad, de 15 a?os. Con alg¨²n morat¨®n sobre la piel, las dem¨¢s mujeres confiesan la misma sensaci¨®n a la salida.
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