Lo real
La muerte es el hueso de la vida y, por lo tanto, su semilla. Consumimos la vida, como el melocot¨®n, en direcci¨®n al hueso, y al tropezar con ¨¦l, la lengua intenta todav¨ªa extraer las hebras de la fruta, atrapadas en las ranuras del ata¨²d que protege del diente a la semilla. Viajamos en direcci¨®n al origen para morir en el momento de alcanzarlo.Pero vivimos como si no se hubiera muerto nadie, como si se tratara de algo que s¨®lo les sucede a los otros, y esa negaci¨®n de la muerte, que es la negaci¨®n del origen, nos imposibilita el acceso a la Realidad: los mundos que constru¨ªmos no sugieren este trayecto hacia el interior, hacia el hueso, sino hacia un exterior fantasmal, sin pulpa ni corteza. Pepe Espali¨² publicaba el martes pasado en este peri¨®dico un art¨ªculo en el que describ¨ªa con punter¨ªa y sencillez al homosexual como aquel al que no le concierne el modelo de estructura social, ni el modelo jur¨ªdico, ni el religioso, ni el pol¨ªtico, ni el publicitario... El homosexual ha7 bitar¨ªa un mundo paralelo sin puertas ni ventanas abiertas a lo Real. Parad¨®jicamente, a?ad¨ªa: "Agradezco al sida esta vuelta impensada a la superficie, ubic¨¢ndome por primera vez en una acci¨®n en t¨¦rminos de realidad".
Lo que diferencia al portador del VIH del presunto sano es la con-' ciencia, en el primero, de que la muerte es el hueso de la vida. No se puede vivir sin saberlo, pero es imposible averiguarlo sin morir. Si comparti¨¦ramos el sida en t¨¦rminos de solidaridad, podr¨ªa convertirse en el agujero simb¨®lico por el que asomarnos a la muerte desde el lado de ac¨¢. Y as¨ª, dentro y fuera, carne y tu¨¦tano, enfermedad y salud ser¨ªan aspectos de una misma cosa, cuyo reconocimiento nos instalar¨ªa a todos, al fin, en la Realidad.
Lo que es posible es que a estas alturas no fu¨¦ramos capaces de reconocerla; tanto nos hemos alejado.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.