Un caso de ingenier¨ªa jur¨ªdica
Los dos acuerdos estrellas han sido el relativo a Dinamarca, para facilitar a ese pa¨ªs el retorno al camino de Maastricht, y el presupuestario.En cuanto al primero, la f¨®rmula acordada tiene un mucho de ingenier¨ªa jur¨ªdica y un bastante de ambig¨¹edad ling¨¹¨ªstica, pero bien est¨¢ si ha contentado a todos y sirve al fin para recuperar al hijo pr¨®digo. Los afeites formales aplicados al texto de la presidencia (en vez de "decisi¨®n del Consejo" se habla de decisi¨®n de los Doce reunidos en Consejo; se ha evitado la presentaci¨®n de los art¨ªculos de manera que pudiera interpretarse como un nuevo tratado que superase al de Maastricht y exigiera en consecuencia una nueva ronda de ratificaciones) han culminado en unos textos complej¨ªsimos, pero que salvan las cuestiones fundamentales. A saber, las exenciones, para Dinamarca y s¨®lo para ella, no son ilimitadas, ergo la vigencia de las mismas es la del tratado, y este pa¨ªs no podr¨¢ -como exist¨ªa el peligro- bloquear en 1996 la revisi¨®n del texto acordado en Maastricht.
Adem¨¢s, la amenaza de ultim¨¢tum a daneses y brit¨¢nicos lanzada en las v¨ªsperas de la cumbre de Edimburgo ha funcionado. Los primeros han prometido celebrar su segundo refer¨¦ndum en abril o mayo, y la ratificaci¨®n brit¨¢nica queda prevista para antes del verano. Es menos de lo deseable -un compromiso taxativo-, pero es suficiente para evitar una prolongada par¨¢lisis de la CE en la larga traves¨ªa de la presidencia danesa, que ahora inicia sus funciones.
En cuanto al acuerdo presupuestario, el ¨²ltimo en alcanzarse, su principal virtud es que se ha logrado (fijando un techo para los recursos en torno al 1,27% del PIB conjunto). Ello recorta las perspectivas financieras del paquete Delors II Pero permite una dotaci¨®n del nuevo fondo de cohesi¨®n. No es poco si se tiene en cuenta el cambio de coyuntura econ¨®mica registrado desde hace un a?o, las crecientes dificultades presupuestarias de los pa¨ªses m¨¢s desarrollados -como Alemania-, la persistencia de la inestabilidad monetaria y la multiplicaci¨®n de los planes de ajuste sobre las distintas econom¨ªas nacionales de los Estados miembros.
Es de justicia atribuir buena parte de este logro al papel desempe?ado por Espa?a en los ¨²ltimos tiempos, y m¨¢s concretamente al empecinamiento del presidente del Gobierno, Felipe Gonz¨¢lez, en conseguir, hace un a?o, la incorporaci¨®n del fondo de cohesi¨®n al Tratado de la Uni¨®n, y su dotaci¨®n digna en esta cumbre. En este sentido, las declaraciones realizadas ayer por el presidente del PP, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, en las que calific¨® la actuaci¨®n de Gonz¨¢lez como la de un ped¨ªg¨¹e?o ante Europa mientras su Administraci¨®n dilapida ?os recursos propios, resultaron lamentables, inoportunas y desafortunadas.
Lamentables e inoportunas porque ven¨ªan a mellar el consenso existente en pol¨ªtica exterior precisamente en los momentos m¨¢s delicados de la negociaci¨®n, dando alas a las posturas de los pa¨ªses m¨¢s renuentes a aprobar un presupuesto comunitario suficiente. Desafortunadas porque lo que se discut¨ªa era tanto el fuero (el principio) como el huevo (la cantidad). La cohesi¨®n no es un invento de Felipe Gonz¨¢lez, aunque de ella haya hecho uno de sus principales caballos de la batalla que ha liderado. Es un principio de la construcci¨®n comunitaria, incorporado al Acta ¨²nica. Y desarrollado instrumentalmente en el Tratado de Maastricht, que suma a los anteriormente existentes fondos de desarrollo regional, social y agr¨ªcola un nuevo fondo de cohesi¨®n en materia de medio ambiente y de infraestructuras de transporte.
No se trataba de obtener limosnas: se trataba de compensar a los pa¨ªses comunitarios menos desarrollados del mayor esfuerzo relativo que deber¨¢n realizar para cumplir las condiciones de convergencia y suscribir la tercera fase de la uni¨®n monetaria. Se trata de avanzar hacia una Europa cohesionada, con, menos desequilibrios, evitando una Europa desigual y, por lo mismo, inestable. Y esto es lo que se ha conseguido, si se confirman los datos ofrecidos por los protagonistas del acuerdo, aunque en unos t¨¦rminos que no inducen a entusiasmos desorbitados.
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