En los l¨ªmites de la carne
Juan Bordes
?stas son cosas que conviene decir de entrada. El ciclo que forman estas 20 esculturas de peque?o formato que Juan Bordes re¨²ne bajo el t¨ªtulo, un tanto parad¨®jico, de Restos mortales es muy posiblemente, a mi entender, el m¨¢s bello y sensual de toda la trayectoria del escultor canario. Con todo, confesar¨¦ que utilizo ambos calificativos con mi peor intenci¨®n, pues encierran lecturas de matiz muy distinto, si bien todas ellas igualmente precisas para la ocasi¨®n. Es cierto que la serie se distingue de las pautas m¨¢s comunes en el hacer de Bordes por un tratamiento del cuerpo humano mucho m¨¢s arm¨®nico en sus proporciones y delicado en la definici¨®n de su textura epid¨¦rmica.En ese sentido, estas piezas se ale an de las perversiones de escala, los deslizamientos hacia lo grotesco o el ¨¢spero expresionismo tan afines a su lenguaje, en un discurso cuyo eje principal ven¨ªa de siempre marcado por el combate entre norma y pasi¨®n, que llevaba la memoria turbulenta del barroco hasta la frontera del desgarro.
Galer¨ªa Estampa. Justiniano, 6. Madrid. Hasta el 9 de enero.
Nada hay ahora de todas esas armas, de sus maneras excesivas, pero no por ello nos encontramos aqu¨ª muy lejos de esa inquietud esencial que recorre, subterr¨¢neamente, la identidad del escultor. Bien al contrario, al mudar una parte sustancial de sus planteamientos instrumentales de lenguaje, estas piezas abren incluso una vertiente m¨¢s perversa en la idea de esa inestabilidad esencial de todo ideal arm¨®nico, acechado por el impulso devastador del deseo y la certeza de la corrupci¨®n.En un contraste acentuado por la soluci¨®n minimalista de los soportes, estos cuerpos delicados adoptan, en la invenci¨®n del escultor, torsiones y posturas imposibles, en el l¨ªmite mismo -m¨¢s apenas nunca m¨¢s all¨¢ de ¨¦l- de su desgarro anat¨®mico.
Vertiente perversa
En esa equ¨ªvoca frontera es, precisamente, donde obtienen para mi gusto la amenazante intensidad que las sit¨²a entre el mejor Bordes. Y su turbadora y precisa eficacia nace, precisamente, de un territorio muy pr¨®ximo al de aquella paradoja que tanto intrig¨® a Bataille con otra imagen fronteriza: s¨®lo un rostro en un daguerrotipo -una visi¨®n que tambi¨¦n pint¨® nuestro Solana-, el de la v¨ªctima de un pavoroso suplicio extremo oriental de finales del pasado siglo, perdido en un ¨¦xtasis en el que sensualidad y dolor se confunden, m¨¢s all¨¢ del limite, como una misma intensidad.
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