Perdido en el tiempo
Ahora que la gasolina toca con la punta de los dedos los 20 duros y la ciudad se ha calado su boina de aires nocivos, se impone, parece, una vuelta a la tradici¨®n. Un retorno, adem¨¢s, a mayor gloria de esa asociaci¨®n de amantes del burro que persiguen una ley que salve al animal de la extinci¨®n, a la que se aproximan seg¨²n van dejando de ser ¨²tiles para el hombre. Pero hay quien no renuncia al carromato, contribuyendo as¨ª a recrear las im¨¢genes del Madrid de la posguerra, cuando se erigi¨® el estadio que observa el amo descapotable. El animal sigue tirando del carro, ajeno a la evoluci¨®n de los tiempos, mientras el Bernab¨¦u se parece cada vez menos al que se levant¨® en 1947. Las gradas crecen y crecen, y pronto les saldr¨¢ una torre en cada esquina.
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