Paz salvadora
DOCE A?OS despu¨¦s, 75.'000 muertos m¨¢s tarde, El Salvador recupera la paz. Esta guerra civil interminable e injustificable ha sido un estereotipo de las luchas intestinas latinoamericanas desencadenadas por la ceguera de unas cuantas familias (los "catorce", en este caso) acostumbradas a explotar y esquilmar a un pa¨ªs al que consideraban su finca particular. Una situaci¨®n agravada por la visi¨®n estrat¨¦gica de EE UU.Durante d¨¦cadas, la pol¨ªtica latinoamericana de Washington, distorsionada por su curiosa percepci¨®n de la teor¨ªa del domin¨® t¨ªpica del manique¨ªsmo de la guerra fr¨ªa, aliment¨® en El Salvador la m¨¢quina de guerra de la clase dominante y del Ej¨¦rcito. Ambas fuerzas combinadas fueron, sin embargo, incapaces de derrotar a la guerrilla del Frente Farabundo Mart¨ª para la Liberaci¨®n Nacional (FMLN) con la que ahora han firmado la paz. Y la guerrilla, por su parte, ayudada -casi resulta burdo recordarlo- por Mosc¨², por La Habana, por Managua, estuvo durante a?os empe?ada en una lucha en la que la "liberaci¨®n nacional" ten¨ªa poco que ver con sus objetivos pol¨ªticos ¨²ltimos.
El gran perdedor fue en todo momento el pueblo salvadore?o, igual que hoy debe ser el gran vencedor. Le queda por delante la ingente tarea de la reconciliaci¨®n democr¨¢tica, un esfuerzo que no tiene m¨¢s remedio que hacer sobre un mont¨®n de cad¨¢veres, ca¨ªdos in¨²til aunque no est¨¦rilmente, v¨ªctimas de la intolerancia, de la ceguera y de la brutalidad: miles de campesinos, decenas de miles de testigos inocentes, representados en gran medida por dos o tres s¨ªmbolos desgarradores, como monse?or ?scar Romero o Ellacur¨ªa y sus compa?eros y compa?eras.
La desaparici¨®n de la guerra fr¨ªa y la consiguiente reducci¨®n de la histeria internacional han hecho posible la paz en El Salvador. Toca ahora a los salvadore?os, apoyados por quienes les desean libertad y democracia, completar el ciclo y resta?ar las heridas.
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