Un patinazo magistral
Ma?ana se estrena en Madrid 'Impresiones de Peleas' de Peter Brook
Sin duda la culpa es m¨ªa, que no he sabido entender las intenciones m¨¢s sutiles de Peter Brook, pero lo cierto es que la representaci¨®n de su Pell¨¦as et M¨¦lisande me pareci¨® un error desde el principio hasta el final. Comenzando por el propio teatro parisino des Bouffes du Nord, donde se representa. Es un viejo local quemado y ruinoso que Brook mantiene en p¨¦simo estado, con esa soberbia t¨ªpica de los supervivientes del 68.Tambi¨¦n el montaje es fundamentalista: cuatro sillas, un jarr¨®n con hortensias, dos alfombras, dos charcos de agua, tres quinqu¨¦s... y una pecera. La pecera es una de esas sutilezas dram¨¢ticas que a m¨ª se me escapan. El espacio esc¨¦nico lo crean los actores: cuando dicen estar en un jard¨ªn, previamente ponen tres hortensias en el suelo; pero si la acci¨®n transcurre en la torre del castillo, simulan las almenas con un pa?uelico, como ni?os que juegan a cruzados.
Sin concesiones italianas
La obsesi¨®n de Debussy, durante los 10 a?os que le llev¨® concluir su Pell¨¦as, fue no ceder ni un cent¨ªmetro al exhibicionismo circense de la tradici¨®n italiana, pero sin caer en la excelsitud de cart¨®n piedra wagneriana. Para ello trat¨® de unir lo que Boulez llama "informaci¨®n" (recitativos) y "reflexi¨®n" (arias) de tal manera que la descripci¨®n interna y externa de la acci¨®n y de los personajes reposara en la orquesta. Por eso la orquestaci¨®n es tan descriptiva, y el canto ha sido acusado de ser un recitativo infinito; ambas l¨ªneas musicales fluyen con naturalidad, en paralelo, sin colisionar.La reducci¨®n para dos pianos, llevada a cabo por Marius Constant, es excelente. En ese punto, Brook ha acertado. A, pesar de la importancia de la orquesta, los pianos dan cuenta de los movimientos externos e internos sin p¨¦rdida irreparable de intelecci¨®n musical. No radica en eso el error.
El error reside, posiblemente, en que Brook ha aplicado de nuevo el mismo esquema esc¨¦nico que tanto ¨¦xito le proporcion¨® con Carmen. A aquella pieza rom¨¢ntica, cuyo melodismo est¨¢ muy pr¨®ximo al estilo de cabaret y cuya acci¨®n da estupendos resultados en manos de Preminger y en piernas de Jenifer Jones, la hiperteatralizaci¨®n le sentaba como un guante. Pero a esta otra ¨®pera, Pell¨¦as, estrictamente l¨ªrica, desprovista del menor elemento ¨¦pico, ese sistema la aplasta. Y la aplasta por una raz¨®n lamentable: se oye demasiado bien el texto. Y eso no hay quien lo aguante.
El drama de Maeterlink, es una historia de viudos y hu¨¦rfanos, aromatizada con un lirismo vacuno. Los personajes son: el rey Arkel (viudo), su hija Genevi¨¨ve (a punto de ser viuda), su nieto Golaud (hu¨¦rfano), su otro nieto Pell¨¦as (a punto de ser hu¨¦rfano), su bisnieto Yniold (hu¨¦rfano) y una posible hu¨¦rfana y viuda, M¨¦lisande, de la que no sabemos nada y cuanto menos sepamos, mejor. Casi todos los libretos de ¨®pera son muestras de nulidad intelectual, pero est¨¢n escritos para que nadie los escuche. Sin embargo, al menguar el peso de lo propiamente musical, el libreto de esta ¨®pera crece. En el montaje de Brook, el texto de Maeterlinck vuelve a sonar como en un teatro, lugar que hab¨ªa abandonado, con encomiable prudencia, hace casi 100 a?os.
Hu¨¦rfanos y peceras
El espectador no puede quedarse tranquilo cuando oye quejarse a un hu¨¦rfano o una viuda de que "a estos jardines nunca llega la luz del sol", y eso lo dice un viudo o una hu¨¦rfana apoyado en un piano y se?alando a la pecera. No puede o¨ªr al anciano Arke1 afirmar "si yo fuera Dios, tendr¨ªa compasi¨®n del coraz¨®n de los humanos" con un gesto a lo Echegaray pero en m¨¢s estulto, y seguir escuchando la m¨²sica como si no hubiera o¨ªdo nada. Es duro aguantar que la respuesta de M¨¦lisande a la inquietante pregunta de Pell¨¦as ("?Desde cu¨¢ndo me amas?") sea un novedoso: "Desde la primera vez que te vi". Es excesivo pedir que aceptamos el lamento de Golaud ("?Me he equivocado! ?Se besaban como ni?os"!) cuando acaba de liquidar a su hermano, el cual se encontraba abrazado como una boa a la sin par M¨¦lisande y a punto de fugarse con ella, a pesar de que la dama est¨¢ de parto. Y as¨ª sucesivamente.El da?o causado por esta infame pieza de teatro belga en el cerebro de los m¨²sicos, es insondable. En 1898 le pon¨ªa m¨²sica Faur¨¦. En 1902, no s¨®lo Debussy, sino el mism¨ªsimo Sch?nberg, que es autor poco dado a lo decorativo. En 1905, Sibelius. La epidemia atac¨® al planeta entero. ?Quiere usted compositores checos?: Burian, Chlubna y Burghauser compusieron sendos Pell¨¦as, seg¨²n reza un bello disco de la casa Supraphon que incluye el Pell¨¦as de Marius Constant, muy bueno, por cierto. ?C¨®mo explicarse tan repelente atracci¨®n? S¨®lo tengo una hip¨®tesis, y es mediocre, pero ustedes tienen derecho a saberla: del mismo modo que en la actualidad la obsesi¨®n de los americanos es que no se les cuele en casa una canguro asesina o un fisioterapeuta can¨ªbal, as¨ª tambi¨¦n muchos m¨²sicos de principios de siglo tuvieron la idea fija de escaparse con su cu?ada. La explicaci¨®n no es muy s¨®lida, lo s¨¦, pero no tengo otra.
El desastre esencial, por lo tanto, es que Brook, quiz¨¢s sin propon¨¦rselo, ha menguado la ¨®pera y ha magnificado un melodrama de alivio.
No querr¨ªa dar la falsa impresi¨®n de que no merece la pena acercarse a conocer este experimento, cuando se ejecute en Madrid y Barcelona. Todo lo que hace Brook es interesante y merece una respetuosa inspecci¨®n. Tal y como est¨¢n el teatro y la ¨®pera, es m¨¢s enriquecedor ver patinar a un maestro que hacer cabriolas a un reci¨¦n llegado con ideas.
Yo recomendar¨ªa a todos los aficionados una aproximaci¨®n reverente al espect¨¢culo, con el fin de formarse un juicio s¨®lido sobre lo que fue el teatro experimental, y lo que es en la actualidad. Todos aquellos que siguen confundiendo experimentaci¨®n con abulia, o vanguardia con subvenci¨®n, corren el peligro de ser acusados de estar arruinando el g¨¦nero. Porque mucha gente que ya ha pagado una entrada a trav¨¦s de su declaraci¨®n de la renta, no est¨¢ dispuesta a pagarla por segunda vez en taquilla. Y hacen muy santamente.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.