Duelo artillero entre las fuerzas croatas y musulmanas en terreno de la Legi¨®n
Lunes 21 de diciembre, 23.05. Los pu?etazos, disparos y bombazos de Bruce Willis en La jungla de cristal II, resuenan todav¨ªa en la cantina del campamento de la Legi¨®n en Jablanica. Los oficiales se demoran apurando el ¨²ltimo cigarro. Un estampido seco sacude la noche. "Ha sido un portazo", dice el capit¨¢n Cuervo, impenitente optimista. El teniente coronel Alfonso Armada, jefe del destacamento, no dice nada. Recoge el Cetme y con los otros oficiales sale precipitadamente al exterior. El aire trae un intenso olor a p¨®lvora.
"Ha sido ah¨ª enfrente, mi teniente coronel, en la iglesia", explica un soldado de guardia. Entre las sombras se adivina una tenue columna de humo sobre el templo cat¨®lico de Jablanica, al otro lado de la carretera, a 100 metros escasos de las alambradas del campamento. "Dos a uno", comenta un oficial. Todo el mundo lo entiende.Hace 10 d¨ªas, una granada estall¨® frente a la sede del HVO, la milicia croata de Bosnia-Herzegovina. Uno a cero. El s¨¢bado por la noche, horas despu¨¦s de que el ministro Garc¨ªa Vargas, abandonara el cuartel, de regreso al puerto croata de Split, una carga explosiva destroz¨® un barrac¨®n de la organizaci¨®n humanitaria danesa Cruz Verde, en un campo en construcci¨®n para refugiados musulmanes.
Aunque la explosi¨®n se produjo a 500 metros del campamento, son¨® como si fuera dentro. Muchos militares saltaron de la litera y se pusieron el casco y el chaleco antifragmentaci¨®n sobre el pijama. Empate a uno. Justo 48 horas despu¨¦s, la bomba contra la iglesia. La carga es muy peque?a y apenas produce desperfectos, s¨®lo algunos cristales rotos. Pero el da?o moral es inmenso. La comunidad cat¨®lica croata ha sido atacada en lo m¨¢s querido, su templo. Dos a uno. "Ahora les toca a los croatas. Esta puede ser la chispa que encienda la hoguera", murmura un comandante.
A la ma?ana siguiente, el jefe local del HVO, Marco Zelenika est¨¢ visiblemente preocupado. M¨¢s de un centenar de milicianos de la Armija, el Ej¨¦rcito regular bosnio de mayor¨ªa musulmana, han llegado al pueblo. Al contrario de lo que suced¨ªa hasta ahora, llevan uniformes impecables y van fuertemente armados. El HVO, sin tropas en Jablanica hasta hace pocos d¨ªas, tambi¨¦n ha ido concentrando soldados. El atentado contra la iglesia, con m¨¢s carga emotiva que explosiva, tiene todo el aspecto de una provocaci¨®n. Alguno sospecha que el HVO, claramente hegem¨®nico en el valle del Neretva, busca un pretexto para hacerse con el control de Jablanica, en manos de la Armija.
Organizar la guardia
El campamento de la Legi¨®n est¨¢ a la entrada del pueblo, en un polideportivo pegado al casco urbano. Tras la explosi¨®n, el teniente coronel Armada y los dem¨¢s oficiales se quedan junto a la alambrada, organizando la guardia. Al fondo, detr¨¢s de las monta?as, se escucha el eco de los morteros serbios que machacan Konjic, a s¨®lo 25 kil¨®metros.
Un coche arranca marcha atr¨¢s a toda velocidad de una calle pr¨®xima a la iglesia. Un Kal¨¢shnikov escupe todo el cargador al aire. Varios veh¨ªculos cruzan con el acelerador pilado a fondo ante el destacamento. Los militares se parapetan tras los blindados, ¨²nica protecci¨®n ante el riesgo de que una r¨¢faga barra a los curiosos espa?oles. Durante cinco minutos al menos, se oye un intercambio de disparos en la parte alta del pueblo, junto a la sede del VHO.
Desde que lleg¨® a Jablanica, el contingente espa?ol intenta mantener un complicado equilibrio entre las dos comunidades. Tres, si se cuenta a los serbios, que tambi¨¦n los hay, aunque pocos, la mayor¨ªa refugiados. El mismo lunes, el teniente coronel Armada hab¨ªa hecho la entrega solemne de m¨¢s de mil juguetes regalados por Espa?a a los ni?os del pueblo, representados por 24 musulmanes, croatas y refugiados, a partes iguales. Hay mu?ecos, camiones de bomberos y bicicletas. Pero no pistolas, la Legi¨®n no regala juguetes b¨¦licos. El alcalde musulm¨¢n y el croata, aunque esquivos al principio, acaban bebiendo juntos. Una fr¨¢gil tregua en medio de la tensi¨®n creciente.
El destacamento tambi¨¦n ha adoptado medidas de precauci¨®n. Los soldados tienen la orden de salir al pueblo armados y nunca en grupos menores de cinco. Con frecuencia se ve a alg¨²n soldado en la puerta del campamento. "Estoy esperando el autob¨²s", explica. Es decir, est¨¢ esperando a que quieran salir tambi¨¦n de paseo otros cuatro compa?eros.
En la madrugada del martes se escuchan nuevos estampidos. "Son los de la guardia, que est¨¢n cortando le?a", aventura el capit¨¢n Cuervo. Y esta vez tiene raz¨®n. Los legionarios espa?oles rompen los troncos golpe¨¢ndolos contra el suelo. La noche es fr¨ªa. Una fogata y un peque?o ¨¢rbol de Navidad ayuda a sobrellevarla.
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