Los c¨®mplices de la xenofobia
Llevamos unas semanas de viva efervescencia antixen¨®foba en Espa?a, lo cual siempre es mejor que padecer una oleada entusiasta de signo contrario. Sin embargo, es patente que hemos o¨ªdo muchos m¨¢s golpes de pecho y lamentos indignados que ideas. He ido recortando art¨ªculos vibrantes sobre las "ra¨ªces" de la xenofobia, las "causas profundas" del racismo o sus "verdaderos culpables,". Confirman mi diagn¨®stico sobre la mayor¨ªa de los intelectuales espa?oles comprometidos con las buenas causas: convierten las perplejidades pol¨ªticas en simplezas morales para quedar bien ante el p¨²blico al que tanto deben y que tanto les quiere. La ocasi¨®n sin duda se presta a que le fotograf¨ªen a uno por el mejor perfil: ?hay algo m¨¢s favorecedor que echar pestes contra los neonazis, los lepenistas y tutti quanti? Todos queremos ser reserva espiritual, sea de Occidente o sea de su cansancio. Cualquier motivo es bueno para auto flagelarnos, aunque lo aconsejable es empezar por las autoridades. Y ya que "todos somos culpables", los que se adelantan a mostrarse estruendosamente compungidos son los que m¨¢s probabilidades tienen de quedar como casi inocentes del desaguisado.Lo peor no es que la mayor¨ªa de lo dicho sea trivial o err¨®neo, sino que, por culpa de la perversa l¨®gica hist¨®rica, se convierte objetivamente en reforzador de lo que denuncia. Los voluntariosos cr¨ªticos sociales que saltan a la palestra tienen clara la maldad del sistema, la inoperancia del Gobierno o el vac¨ªo de valores que nos acongoja, pero no guardan ni una palabra contra muchos de sus propios discursos presentes o pasados que colaboran con la bestia rampante. Por ejemplo, la reivindicaci¨®n a ultranza de la identidad cultural o nacional y la alarma contra los peligros de "homogeneidad universal" que ven en el horizonte. Si la identidad colectiva propia es tan important¨ªsima, ?c¨®mo no ha de haber quienes se opongan a los "extra?os" que la amenazan? Si la identidad de quien viene a vivir con nosotros es cosa tan inalienable, ?c¨®mo evitar que los reci¨¦n llegados se perpet¨²en en tribus, despertando el antag¨®nico instinto tribal de sus hu¨¦spedes? Si la integraci¨®n de todos en el respeto a unas mismas normas abstractas que expresan los valores legales y pol¨ªticos de la modernidad ilustrada es homogeneizar culpable y etnoc¨¦ntricamente, ?c¨®mo defender el derecho a la com¨²n ciudadan¨ªa, que por ser derecho y com¨²n ha de ser en buena medida homogeneizador?
Tampoco he le¨ªdo ni o¨ªdo casi nada sobre el papel que la cada vez m¨¢s sacrosanta cruzada contra las drogas desempe?a en la criminalizaci¨®n de los inmigrantes. Y ello en un doble sentido. Por una parte, el mercado ilegal de la droga (creado y mantenido por su prohibici¨®n) brinda a algunos extranjeros la posibilidad de entrar en nuestro pa¨ªs con ayuda de los poderosos narcotraficantes o de subsistir en ¨¦l pese a la escasez de oportunidades laborales decentemente remuneradas. Como consecuencia, los "extra?os" en su totalidad quedan convertidos no s¨®lo en sospechosos, sino hasta en s¨ªmbolo del narcotr¨¢fico, la m¨¢s horrenda lacra que imaginar puedan los bien pensantes. Raro ser¨ªa que la extrema derecha o incluso representantes de las capas m¨¢s populares de izquierdas no aprovechasen estas circunstancias para razonar su alienofobia... a?adiendo, eso s¨ª, que, por lo dem¨¢s, ellos no son xen¨®fobos.
Quienes a toda costa pretenden abandonar su pa¨ªs e instalarse en otro, aunque sea en las m¨¢s precarias condiciones, siempre tienen buenas razones para ello: a algunos es la luz lo que les atrae, pero a la inmensa mayor¨ªa es la sombra lo que les empuja. Huyen de pa¨ªses insoportables pol¨ªtica o econ¨®mica mente, casi siempre insoportables de ambos modos. El empe?o gubernamental de distinguir entre refugiados pol¨ªticos y econ¨®micos no conserva mayor sentido, pues es indudable, ya que la miseria tiene en todas partes causas pol¨ªticas, tanto externas como internas. No vendr¨ªa mal ahora hacer autocr¨ªtica sobre ciertos discursos tercermundistas que han alentado en tantos pa¨ªses el subdesarrollo ideol¨®gico, perpetuan do el atraso econ¨®mico y social. Al final de los a?os cuarenta, por ejemplo, Antonin Artaud ofrec¨ªa en una carta a Alfonso Reyes el siguiente programa educativo para M¨¦xico: "En mi conferencia dir¨¦ cuanto me propongo respecto a la absoluta necesidad en que est¨¢ M¨¦xico de romper con todas las formas de la civilizaci¨®n europea, industrialismo, maquinismo, marxismo, capitalismo y esa terrible forma del capitalismo eterno que es el capitalismo de la conciencia humana, la capitalizaci¨®n de los conceptos y datos surgidos del esp¨ªritu dualista de Descartes y que han aniquilado el esp¨ªritu de la vida. Todo esto me propongo decir". ?Gran ayuda de la culta Europa para un pa¨ªs que se debat¨ªa por incorporarse a la modernidad! Por cierto, no faltan ecos de estos delirios blas¨¦s en algunos de nuestros m¨¢s fatigados y fatigosos antimodernos... Otros han preferido durante decenios alertar contra el peligro de que los pa¨ªses del Tercer Mundo fueran devorados por el capitalismo de salmado: hoy est¨¢ claro que el verdadero peligro es que el capitalismo vomite y olvide a muchos pa¨ªses que ayer le fueron ¨²tiles para conseguir ciertas materias primas, abandon¨¢ndolos a la barbarie tribal y la autodestrucci¨®n. La recuperaci¨®n capitalista de esas naciones es sin duda la tarea m¨¢s revolucionaria y tambi¨¦n m¨¢s dif¨ªcil que han de afrontar.
Cuando se tratan los problemas espec¨ªficos de la inmigraci¨®n en la Europa actual no suele mostrarse mejor tino. En un reciente estudio l¨²cido y perplejo sobre el tema (La gran migraci¨®n, editorial Anagrama), Hans Magnus Enzesberger nos previene as¨ª: "Quien invita a sus compatriotas a ofrecer cobijo a todos los agobiados y abrumados del mundo, posiblemente apelando a los cr¨ªmenes colectivos cometidos desde la conquista de Am¨¦rica hasta el holocausto, y todo ello sin el menor c¨¢lculo de consecuencias, sin mediaci¨®n pol¨ªtica y econ¨®mica, sin tener en cuenta las posibilidades de realizaci¨®n de tal proyecto, pierde toda credibilidad y capacidad operativa. Los grandes conflictos sociales no pueden ser eliminados por medio de la pr¨¦dica". Algunos argumentan que recibir inmigrantes es una excelente forma de cooperaci¨®n con los pa¨ªses desfavorecidos. Nada menos evidente. En ocasiones no es m¨¢s que un modo de privar a esas sociedades de sus miembros mejor preparados o m¨¢s emprendedores, justamente los que podr¨ªan ayudar a transformarlas. Tambi¨¦n se brinda a reg¨ªmenes indeseables una fuente de divisas y una v¨¢lvula de escape para los problemas sociales que amenazan su estabilidad: ?no cumpli¨® este papel la inmigraci¨®n espa?ola en Europa durante el r¨¦gimen franquista? Acoger inmigrantes puede resolver muy respetables situaciones individuales, pero poco colabora a la mejora de las situaciones colectivas en los pa¨ªses de origen. Adem¨¢s de mostrar solidaridad con los que vienen habr¨ªa que acordarse tambi¨¦n de los que se quedan.
La xenofobia no es una rara perversi¨®n diab¨®lica, sino un movimiento espont¨¢neo y natural del instinto gregario: mala, desde luego, como casi todo lo espont¨¢neo, natural y gregario. Es in¨²til anatematizarla; es imperioso desactivarla. La extrema derecha se aprovecha de ella, pero no la inventa, del mismo modo que ETA ha utilizado para sus propios fines los sentimientos ecologistas que no ha inventado. Contra las racionalizaciones xen¨®fobas ser¨¢ bueno emplear la educaci¨®n; contra los atentados y pr¨¢cticas de este signo es preciso utilizar la ley, sin contemplaciones ni concesiones demag¨®gicas. Pero teniendo siempre presente que el verdadero problema sociopol¨ªtico a encarar no es la xenofobia ni el neonazismo, sino la inmigraci¨®n. Los inmigrantes dan
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Los c¨®mplices de la xenofobia
Viene de la p¨¢gina anteriormiedo a la gente no tanto por su diferencia ni siquiera por su n¨²mero, sino, ante todo, por su pobreza. Con f¨¦rrea l¨®gica comunitaria, la miseria est¨¢ vinculada a la delincuencia, al desorden, a la prostituci¨®n..., al peligro. Saber que unas docenas de personas viven hacinadas en locales ruinosos, como fieras, provoca reacciones de temor y de hostilidad culpable hacia ellas. Esa marginaci¨®n refuerza por af¨¢n de supervivencia el tribalismo de los extra?os y, como reacci¨®n, el de los nativos.
El empleo es la mejor v¨ªa de adaptaci¨®n al entorno social y la base de cualquier ciudadan¨ªa. El problema de los inmigrantes no es que no se les admita su diferencia (los xen¨®fobos son especialistas en diferencialismo), sino que no se les permita ganarse la igualdad. Y aqu¨ª se plantea un problema laboral y pol¨ªtico que no se resuelve con protestas, sino con propuestas. ?Qu¨¦ hay que hacer? Desde luego, establecer alg¨²n tipo de cuotas de entrada en cada pa¨ªs: si no las imponen legalmente los Estados seguir¨¢n en manos de los traficantes de carne humana, que se benefician de la actual mezcla de severidad te¨®rica y lenidad pr¨¢ctica, facilitando la entrada de quienes les pagan para luego abandonarles a su mala suerte y a veces en pleno mar. La indefensi¨®n de los ilegales favorece parad¨®jicamente su absorci¨®n por cierto mercado de trabajo que as¨ª se ahorra todos los costos sociales de esa mano de obra. ?No ser¨ªa preferible graduar temporalmente las garant¨ªas de la seguridad laboral para los reci¨¦n llegados, a fin de que disfrutaran de alguna y a la vez consiguieran pronto empleo? En este caso, la intransigente defensa para todos de las conquistas del Estado de bienestar funciona como un mecanismo real de exclusi¨®n, no de acogida. En su muy interesante Esperando a los b¨¢rbaros, Guy Sorman propone que sean las empresas las que puedan ocuparse de la preparaci¨®n laboral de los inmigrantes, benefici¨¢ndose a cambio de ciertas exenciones en seguros sociales. ?Es imaginable discutir esta propuesta en un pa¨ªs como el nuestro, donde los empresarios est¨¢n tan satanizados que ni siquiera intervienen en la consensuaci¨®n de la ley de huelga? A m¨¢s largo plazo, la inversi¨®n en los pa¨ªses subdesarrollados ser¨¢ el mejor camino a seguir, como demuestra el ejemplo del Acuerdo de Libre Comercio entre EE UU, Canad¨¢ y M¨¦xico. Quiz¨¢ cuando se den condiciones pol¨ªticas favorables sea posible algo semejante entre Europa y los pa¨ªses del norte de ?frica...
En cualquier caso, ¨¦sos son los temas reales a debatir para quienes no deseen entregarse a las facilidades edificantes del denuesto. De la cocinera de una amiga suya dec¨ªa madame Du Deffand que era "semejante en todo a la envenenadora Locusta, salvo por la intenci¨®n". Los sermones antixen¨®fobos que estamos oyendo temo tambi¨¦n que tengan los mismos resultados que las sofiamas racistas.... pese a la buena intenci¨®n de los predicadores.
es catedr¨¢tico de ?tica de la Universidad del Pa¨ªs Vasco.
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