El ni?o que hizo doblete
La emoci¨®n de Fernando Gabucio anunci¨® que iba a cantar por segunda vez el 'gordo'
A¨²n no lo hab¨ªa dicho. A¨²n no hab¨ªa empezado a cantar Fernando Gabucio los 300 millones del gordo de la loter¨ªa cuando los periodistas se abalanzaron sobre el estrado, mientras la sala prorrump¨ªa en un griter¨ªo. La mirada le delat¨®. Se le hab¨ªa iluminado de s¨²bito al ver la bolita circundada de ceros. Luego no hubo balbuceos: "?Trescientos millones de peseeetaaas!". Fernando Gabucio es un veterano ni?o cantor, avezado en cantar premios gordos -lleva dos; ayer hizo doblete-, y no iba a fallar a estas alturas.La turbaci¨®n vino despu¨¦s, cuando le rodearon los periodistas e intentaba atender el aluvi¨®n de preguntas con mucha formalidad. Los ni?os del colegio de San Ildefonso son formalitos y aseados. Y si tienen nervios, los sujetan. Lo peor es la noche de v¨ªsperas, que pasan en duermevela y se les dispara la fantas¨ªa. Cantar el gordo es la aspiraci¨®n suprema de todos ellos. Sin embargo, en esta ocasi¨®n, Fernando Gabucio lo ten¨ªa desechado: hacer doblete en el gordo no pod¨ªa ser; ni en sue?os.
Vive en la carrera de San Francisco de Madrid. Es un chico de 13 a?os, inteligente, ojos azules, que desde el sorteo anterior ha pegado el estir¨®n. Para hablar con el periodista adopta un porte acad¨¦mico, pero se distiende en cuanto tiene oportunidad de referirse a su pasi¨®n, que es el Real Madrid. ?Y te hace sufrir? "Tal como va, a ver...", responde. Su compa?ero Pedro Hern¨¢ndez, que tambi¨¦n ha hecho doblete -lleva dos a?os desinsaculando la bola del gordo-, sonr¨ªe solapadamente; ¨¦l sabr¨¢ por qu¨¦.
Los chicos del colegio de San Ildefonso pertenecen a familias de recursos limitados. El padre de Gabucio es carnicero; la madre trabaja en un laboratorio. El muchacho est¨¢ en octavo de BUP y su deseo es hacer la carrera de derecho o la de magisterio; a¨²n no sabe cu¨¢l.
El presidente de la asociaci¨®n de ex alumnos del colegio, ?ngel Santidri¨¢n, recuerda c¨®mo hace 44 a?os cant¨® un gordo que tambi¨¦n terminaba en 66; caso curioso. En loter¨ªa, estas coincidencias son importantes. Cuando todo depende de la fortuna veleidosa, s¨®lo los componentes m¨¢gicos dan sentido a lo inexplicable.
En la propia sala de sorteos, cualquier incidencia adquiere la categor¨ªa de acontecimiento. Fue muy celebrado que una ni?a cantara el 29 con el entusiasmo con que Rodrigo de Triana grit¨® "?tierra!". El cero -que juega el Rey- tambi¨¦n caus¨® sensaci¨®n en la pedrea. Por lo dem¨¢s, no pas¨® nada. En la sala de sorteos, nunca pasa nada; todo est¨¢ en orden. Por ejemplo, no se desparraman por el suelo las bolas provocando gran algarab¨ªa, que es la secreta esperanza del p¨²blico revoltoso. La secreta esperanza de otros espectadores es que les saque la televisi¨®n, y allegan recursos diversos para favorecer la coyuntura: se disfrazan o chillan como si les hubiera tocado un premio, o van y se privan... Nada m¨¢s salir el gordo, una se?ora manifest¨® que jugaba en ese n¨²mero 10.000 pesetas, y de poco perece en el tumulto.
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