Crisis econ¨®mica y modernizaci¨®n administrativa
La necesaria modernizaci¨®n de la Administraci¨®n que intenta llevar a cabo el Gobierno se presenta, en opini¨®n del articulista como una meta complicada y dif¨ªcil por las desfavorables circunstancias que la rodean y las finalidades que se persiguen. Al hacer coincidir, una vez m¨¢s, la reforma administrativa con la crisis econ¨®mica, aqu¨¦lla est¨¢ abocada al fracaso.Si se examina con esp¨ªritu cr¨ªtico la evoluci¨®n de la Administraci¨®n espa?ola, se comprueba un fen¨®meno que no ha pasado inadvertido a administrativistas, soci¨®logos y economistas. Se trata de la coincidencia en el tiempo entre los intentos, m¨¢s o menos reales, de reforma administrativa y las sacudidas de crisis econ¨®mica en nuestra sociedad.Parece como si una especie de fatalismo hist¨®rico arrastrara, entre nosotros, al fracaso a todas las reformas administrativas precisamente porque se conciben, impulsan y verifican no en tiempos de bonanza econ¨®mica, como ser¨ªa lo m¨¢s l¨®gico, sino en circuntancias adversas de estancamiento o retroceso econ¨®mico y social. En la actualidad, a la altura de 1992, estamos volviendo a vivir esta experiencia nefasta consistente en hacer coincidir modernizaci¨®n administrativa y crisis econ¨®mica. Y si valoramos la situaci¨®n con perspectiva hist¨®rica, estamos ante una nueva fase del proceso cr¨®nico y repetitivo de la Administraci¨®n espa?ola en virtud del cual se decide modificar sus estructuras y cambiar sus h¨¢bitos en las coyunturas menos favorables para ello; es decir, cuando el Estado se encuentra sumergido en una profunda recesi¨®n que le impide dedicar los medios suficientes para superar el reto de revisar su aparato org¨¢nico y funcionarial.
Ingente m¨¢quina
Reconocido el hecho de la sincron¨ªa entre reforma administrativa e inestabilidad econ¨®mica y social, lo m¨¢s interesante es investigar por qu¨¦ este fen¨®meno, c¨ªclicamente, acaba destruyendo en nuestro pa¨ªs cuantos prop¨®sitos de mejora se pretenden llevar a cabo para reformar antes, modernizar ahora, la ingente m¨¢quina de la Administraci¨®n p¨²blica. Lo primero que al respecto ha de decirse es que la Administraci¨®n, como poder emergente en el seno del poder ejecutivo, no se corrige por s¨ª misma, sino que debe ser obligada a corregirse desde fuera, es decir, desde instancias ajenas y distintas. Sucede que la Administraci¨®n, en raz¨®n a su propia naturaleza, busca eludir todos los mecanismos de control y poco a poco va degenerando tanto en su conformaci¨®n estructural como en sus formas de actuaci¨®n, hasta que llega un momento en que la sociedad a ?a que est¨¢ llamada a servir y el Estado del que depende no resisten por m¨¢s tiempo el deterioro creciente de la Administraci¨®n y, por fin, deciden intervenir. Esta intervenci¨®n se produce siempre in extremis cuando la econom¨ªa del pa¨ªs no marcha bien debido en parte a las propias disfuncionalidades administrativas y burocr¨¢ticas, y cuando los agentes sociales y econ¨®micos se vuelven -contra la Administraci¨®n, a la que acusan de ineficiente y despilfarradora, culp¨¢ndola de los grandes males colectivos y de ser causante del descontento popular, obviamente m¨¢s apreciable en los periodos de recesi¨®n.
En este sentido, en Espa?a siempre ha sucedido que las reformas administrativas antes y las medidas modernizadoras ahora se aprueban en situaciones de crisis econ¨®mica y social, cuando lo razonable ser¨ªa que se realizaran en ¨¦pocas de prosperidad sin temor a las limitaciones y cortapisas presupuestarias. Ello no es as¨ª. En este pa¨ªs, lamentablemente, hay que esperar que las cosas vayan mal para que se tomen decisiones dirigidas a poner al d¨ªa la Administraci¨®n y para que los ciudadanos despierten de su indiferencia y clamen contra lo que los franceses denominan la maladministraci¨®n. Es entonces cuando surge la voluntad gubernamental de afrontar el problema, pero como escasean los recursos econ¨®micos y hay que atender antes a otras demandas sociales, los buenos deseos del Gobierno terminan estrell¨¢ndose contra la penuria econ¨®mica y financiera; y lenta pero inexorablemente, se van diluyendo ante la impotencia de los que mandan y el recelo de los que obedecen. Y as¨ª una vez y otra, con una periodicidad temporal que invita al pesimismo anticipado y genera en muchos la convicci¨®n de que en Espa?a toda reforma o modernizaci¨®n administrativa lleva consigo el germen de su inevitable frustraci¨®n.
Actualmente, los espa?oles estamos viviendo con especial crudeza este tipo de experiencias. El Gobierno se dispone a modernizar la Administraci¨®n, y para ello, el 15 de noviembre de 1991 aprob¨® un acuerdo implicando en la tarea a los gestores p¨²blicos y a los cuadros directivos de la Administraci¨®n. Sin embargo, una serie de circunstancias negativas se han ido acumulando, hasta el punto de que tan loable empe?o amenaza con convertirse una vez m¨¢s en papel mojado. Porque si no hay dinero suficiente, s¨ª se congelan o recortan las retribuciones funcionariales, si se priman otros objetivos por motivos electoralistas, si se imponen los intereses partidistas minoritarios o corporativos, la modernizaci¨®n administrativa encontrar¨¢ obst¨¢culos insalvables que impedir¨¢n el logro de sus principales y m¨¢s urgentes objetivos.
Gastar para ahorrar
Los brit¨¢nicos dicen que toda revisi¨®n y actualizaci¨®n de la gesti¨®n p¨²blica pasa por el cumplimiento de determinadas premisas, sin las cuales se hace imposible su cristalizaci¨®n en resultados merecedores de elogio y aceptaci¨®n. Entre ellas mencionan la de que es preciso gastar para ahorrar, en cuanto toda modernizaci¨®n administrativa requiere dinero para muchas iniciativas, sean ¨¦stas incentivar a los funcionarios, aplicar nuevas tecnolog¨ªas, sustituir m¨¦todos de trabajo, etc¨¦tera; porque, en definitiva, todo gasto bien hecho hoy es un ahorro presupuestario ma?ana. Y tambi¨¦n defienden los brit¨¢nicos que cualquier reforma que se emprenda en las organizaciones p¨²blicas, si se lleva a efecto desde la incredulidad de los que tienen que protagonizarla, est¨¢ abocada al fracaso sin remisi¨®n alguna.
La conclusi¨®n a que se puede llegar se dise?a con facilidad. En un pa¨ªs como el nuestro, sumido hoy en una crisis muy seria de orden econ¨®mico y social que amenaza con trasladar sus efectos devastadores al ¨¢mbito pol¨ªtico, con una burocracia perpleja e incr¨¦dula ante el futuro que le espera, la modernizaci¨®n de la Administraci¨®n se nos presenta como una meta complicada y dif¨ªcil, ante la presi¨®n de unas circunstancias desfavorables y hostiles a las finalidades que se persiguen. Y probablemente la historia tan s¨®lo recordar¨¢ el voluntarismo de unos pol¨ªticos empe?ados en conseguir algo que la propia crisis econ¨®mica se encargar¨¢ de demostrar que no est¨¢ al alcance de sus pretensiones, posibilidades y expectativas.
es administrador civil del Estado.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.